{Publicaciones los LUNES/MIÉRCOLES/VIERNES}
Elizabeth era una mujer adulta que vivía sola y gozaba a pleno de su sexualidad, cuando muere por un accidente de tránsito, reencarna en un libro de época antigua que leyó antes de morir. Ella al saber cómo se darán las cosas, comienza a preparar y claro, a formar su propio harén, porque ¿para que conformarse solo con uno cuando se puede tener a seis?. Elizabeth tendrá que enfrentar muchas cosas y personas para lograr sus objetivos, además de enfrentarse a la diferencia de época y creencias sociales...
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Capitulo 21
Cuando la fiesta de té de las damas de sociedad finalizó, todas comenzaron a salir con tranquilidad. Muchos caballeros pasaban a buscar a las damas, hijos, hermanos o esposos, era una buena forma de asentar su unión, la fuerza de cada casa noble.
Caleb no fue una excepción, que pasó por Harriet, pero discretamente fueron hacía Elizabeth, aunque no pasó desapercibido para nadie.
Gideon pasó por Lydia, aunque solamente la usó de pretexto, para poder ir a ver a Elizabeth. Apenas llegó, saludó a su hermana y fue hacía Eli, que estaba siendo agasajada por el azabache.
Arthur llegó un poco tarde, pero al llegar fue directamente hacía su hermana, dejando a la duquesa Penélope y su hermana Amelia rezagadas a un lado, lo cual fue visto por todos. Los rumores aumentaban, pero a favor de Elizabeth está vez.
Elizabeth estaba siendo la envidia de todas las jóvenes damas, no solo estaba con su amiga Harriet y su hermano Arthur, sino que dos jóvenes herederos de sus casas nobles, se disputaban por su atención.
-Como siempre tiene que ser ella - resopla furiosa Louisa observando como Gideon se deshacía en atenciones hacia la albina
-¿Y qué se puede esperar de una zorra así? - cizaño Lydia, odiaba ver a su hermano con esa mujer
-El joven Caleb tampoco se queda atrás en atenciones hacía esa mujer tan vulgar, de verdad no entiendo que le ven - exclamó celosa Rebecca
-Y mi hermano es un idiota al confiar más en ella, ¿no vieron como nos dejó en ridículo a mi madre y a mí?, se nota que Elizabeth les ha lavado la cabeza - recriminó Amelia llena de odio hacía sus hermanos
-Como si eso fuera poco, anda atrás de esa desabrida de Harriet como un perrito - criticó Charlotte, fijando su mirada llena de veneno hacía la azabache.
-Pagarán todas y cada una de sus humillaciones, esto no se quedará así - advirtió Amelia con el ceño fruncido, observándolos reír
-Siento que me apuñalan con la mirada - murmuró nerviosa Harriet
-Tranquila, y sonríe que eso les molesta más - rió Elizabeth complacida
-Sos terrible - exclamó Gideon negando con la cabeza
-Y vos no te quedas atrás, ya que te viniste para acá solo para provocar a tu hermana - replicó Caleb con una ceja erguida, lleno de ironía
-¡Habló! - rió Gideon - pero sí sabes perfectamente que la señorita Rebecca Lafayette se muere por tus huesitos
-¿Y qué?, el hecho de que ella me quiera, no quiere decir que yo deba andar tras ella - luego lo miró con los ojos entrecerrados - además... Si ese fuera el caso, Louisa anhela tus huesitos también
-Ay, me dieron escalofríos de sólo pensarlo - se sacudió Gideon, haciendo reír a Caleb y Arthur
Elizabeth y Harriet se miraban con complicidad, ellas charlaban sobre los entrenamientos y negocios, nada que ver con los hombres.
De pronto un carruaje de lo más elegante llegó, venía custodiado por un centenar de guardias imperiales, todo era lujo y pura elegancia.
-¿Será el principe heredero? - preguntaba emocionada Lydia
Todas las damas comenzaron a atusarse el cabello, acomodarse los vestidos, deshaciéndose de pelusas inexistentes, las más atrevidas se bajaban un poco el corset y levantaban sus pechos, siendo más descaradas y ofrecidas.
Elizabeth miró el carruaje, y sin darle importancia alguna, continúo con su charla junto a los chicos, que se alegraron de que Elizabeth no le prestará atención al recién llegado, no querían compartir más su atención.
Sin embargo, contra toda especulación, quien bajó del carruaje fue la princesa Sarah, con hermoso vestido de tonos pasteles y neutros, muy sencillo para ser una princesa imperial, lo que varias jovencitas criticaron. Sin embargo, nadie se atrevió a pronunciarlo en voz alta cerca de ella.
Muchas jóvenes y no tan jóvenes la rodearon inmediatamente, queriendo verse con la princesa, le hablaban de lujos y cosas ostentosas que habían adquirido o para obsequiarle cuando las invitará al palacio. Todo era con condiciones y beneficios para los demás.
La princesa Sarah ya cansada de esas mujeres, puso su peor cara, bostezo e interrumpía a propósito, dejando en evidencia que no era de su agrado hablar con tales personas. Y cuando ya no pudo soportar más sobre las preguntas sobre sus hermanos mayores las interrumpió.
-Señoras y señoritas - dijo fuerte y claro para que todas la escucharán - yo he venido a hablar con una sola persona y me están impidiendo el paso, si fueran tan amables de moverse y dejarme pasar, se los agradecería - más que un pedido fue una orden, ya que las que no le daban el paso eran movidas por los guardias imperiales.
Las protestas y quejas no se hicieron esperar, pero la princesa las ignoraba, agradeciendo a sus guardias, que notaban las señas de agradecimiento que les dirigía su princesa.
-Señorita Elizabeth Wilson - exclamó la princesa Sarah detrás de Elizabeth, que hasta ese momento seguía charlando amenamente con sus amigos, ajenos a todo.
-¿Sí? - dijo Elizabeth, ajena a la persona que la llamaba
Por no cumplir el protocolo de la reverencia y hablarle de la forma adecuada a la princesa, muchas mujeres comenzaron a quejarse y murmurar, los guardias quisieron obligarla a hacer la reverencia a la fuerza ya que creían que le estaba faltando el respeto a su señorita de forma internacional, pero Sarah los detuvo.
-Soy la princesa Sarah Sinclair y he venido para hablar con vos - comunicó fuerte y claro ella, con total seguridad y calma
Elizabeth al escuchar eso, le hizo la reverencia adecuada y se disculpó sinceramente.
-¿Qué puede hacer está humilde servidora por usted, princesa? - preguntó con humildad sincera Elizabeth
-De hecho, yo quería pedirle a usted si puede ayudarme a renovar mi armario, todo lo que allí tengo es de la temporada pasada, además ya me queda chico - explicó la princesa, dejando de piedra a todos los allí presentes.
-¡Oh, yo encantada! - exclamó contenta Elizabeth - si no le molesta la pregunta, ¿qué hará con los vestidos desechados?
Muchas mujeres volvieron a murmurar por la pregunta de Elizabeth, pero con una mirada gélida de la princesa, rápidamente se callaron.
-De hecho no tengo nada planeado con ellos, simplemente tirarlos, ¿por qué la pregunta?
-Si me lo permite, podríamos organizar una subasta de sus vestidos y con el dinero recopilado mejorar la vida de varias personas en situaciones de pobreza - comunicó su idea Elizabeth de forma directa y clara, solo viendo una oportunidad para ayudar al pueblo.
Todos, incluyendo los guardias imperiales se voltearon a ver a la joven que había propuesto esa idea, les parecían increíble que una señorita tan joven piense de ese modo y tan desinteresadamente por su pueblo.
-Me parece una idea fantástica - sonrió cálidamente Sarah, dejando a más de una sorprendida, ya que ella era conocida como la princesa de hielo, por ser fría con todos.