El maltrato que sufrió Alessandro en toda su niñez se verán opacada cuando un chico de otra ciudad, lo empieza a tratar de una manera distinta.
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Capítulo 18: Calma antes del diluvio
Alessandro se estaba recuperando bastante rápido. Tenía algunas dificultades todavía, pero estaba mejor de lo que estaba antes. Toda la semana lo había ayudado ya sea para cambiarse o bañarse. Ver su abdomen y cómo cicatrizaba me daba tranquilidad.
—Ya no me duele —dijo Alessandro.
—Sí duele, solo dime —le respondí.
Volviéramos a ir a la escuela de nuevo. Nos pusimos al corriente de todo lo que no habíamos hecho esas semanas. Noté que Alessandro, al entrar al aula otra vez después del recreo, llegaba lastimado o sucio. Otra vez salí y lo seguí. Él iba al baño y era golpeado por Belén y otras personas más.
—Sos tan mujercita, comportáte como un hombre —decía Belén mientras golpeaba a Alessandro.
Había otros chicos también que se burlaban de él. Uno de ellos escupió en la cara de Alessandro. Me abalancé hacia el tipo y lo tumbé de un solo puñetazo. Perdí el control y lo golpeé. Le destrocé la cara al otro tipo también. Estaba por agarrar a Belén, sin embargo, cuando sentí la mano de Alessandro en la mía y cómo lloraba pidiendo que me detuviera, solo ahí lo hice.
—Pará, Lucas, los vas a matar —rogaba Alessandro.
—Si seguís así nos pueden expulsar —enfatizó Alessandro.
—¿Por qué dejaste que te lastimaran? —me di la vuelta y agité su hombro.
—No quiero que te toquen más así —apreté su hombro.
—Me duele ver que te lastiman —solté su hombro cuando noté su expresión de dolor.
—Vamos a casa —dije, agarrando su mano.
—Y ustedes, la próxima vez no paro por nada —les amenacé y salimos de ahí.
Estaba enojado, y no me importaba estirar a Alessandro detrás de mí.
—Vamos a hablar muy bien ahora en casa —lo miré con enojo.
Tenía ganas de hacerlo entender lo que sentía cuando lo veía así de lastimado.
Llegamos a casa y lo subí hasta arriba. Lo empujé a la habitación, cerrando la puerta detrás de mí. Agarré su cara y lo obligué a mirarme.
—Siento que estallaré en cualquier momento —miré sus ojos.
—Es difícil verte tan indefenso y que no hagas nada para defenderte —dije mientras examinaba su rostro. Tenía algunas cortaduras.
—Ese animal te escupió —me acerqué a sus labios.
—Me lastimás —balbuceó Alessandro.
Solté su cara, pero lo besé. No solté sus labios. Él me trataba de empujar, pero lo apreté con mis brazos.
—Sos mío, nadie te puede tocar —le dije mientras mi respiración era errática y saliva salía de los labios de Alessandro.
—Te amo, te amo tanto, que no aguanto más —exclamé.
—No espero una respuesta ahora, pero piénsalo —me alejé de él y abrí la puerta. Salí a correr para relajarme.
Corrí un buen rato por las calles para corredores. Estaba más tranquilo, pero dolían mis pies. Me senté un rato debajo de un árbol. El árbol era grande y daba una sombra inmensa. Estaba muy fresco ahí. Me acosté un rato.
Ya anochecía y volví a mi casa. El olor a guiso que hacía mi mamá se podía sentir desde la otra cuadra. Llegué y entré. Me recibió mi hermanita. La abracé. Fuimos al comedor y nos sentamos en la mesa.
—¿Y Alessandro dónde está? —pregunté.
—Salió, unos amigos vinieron a buscarlo y se fue con ellos —dijo Azur.
—¿Qué? —me levanté de la silla.
—Alessandro no tiene amigos, por lo que yo sé —dije, preocupado.
—Voy a buscarlo a ver en dónde está —salí de la casa.
Caminé por las calles, saqué mi celular y marqué su número. Del otro lado no respondía nadie. Insistí y atacé varias veces. La llamada fue respondida, pero solo se escuchaba una respiración pesada del otro lado.
—Vení a buscarlo si tanto lo querés —dijo la voz.
—¿Dónde están? —pregunté.
—En el hotel al frente de la plaza —dijo.
—Apuráte que es muy lindo cuando llora —la voz se reía.
Colgué y corrí allí. Entré al hotel y busqué la habitación. Estaba abierta. Entré y vi a Alessandro en una esquina, tirado en el suelo, lastimado y con la ropa rota. Un hombre estaba orinando sobre él. Sentí una saeta en mi corazón. Corrí y lo abracé, moví su cara, pero estaba inconsciente. Saqué mi celular y llamé a mi papá.
—Pa, vení ahora antes de que mate a todos —tenía la vista en esos sujetos.
Ahí también estaba Belén, encima de un hombre, sentada en sus piernas. —Tan poco ser humano sos —dije. Ella se reía, me lanzó una botella de vidrio por la cabeza. Me caí, pero no solté a Alessandro. Los hombres querían pegar a Alessandro. Me puse encima de él y recibí sus golpes. Me patearon por la costilla, por la cabeza, pero no hice nada.
La puerta de la habitación se abrió y entró mi papá, Antonio, con sus hombres. —Salgan de acá —dijo Antonio con autoridad.
Agarré a Alessandro en mis brazos y salí de ahí. Antonio se acercó a mí y me agarró del brazo.
—¿Estás bien, hijo? —me preguntó. Asentí con la cabeza. Antonio se acercó a Belén y la miró con desprecio. —Tan poco ser humano sos —dijo, repitiendo mis palabras.
—¿Quién te dio permiso para tocar a mi familia? —le preguntó. —Nadie toca a mis hijos —Dijo Antonio.
Belén intentó hablar, pero Antonio no le dio la oportunidad. Le dio un golpe en la boca y luego le disparó. Su cuerpo cayó al suelo. Los hombros que estaban con Belén se asustaron y gritaron pero fueron callados por balas. Antonio se levantó y se limpió la ropa.
—Ay, mirá, José, me ensucié —dijo a uno de sus hombres. Antonio salió de la habitación y nos llevó al hospital. Estaba enojado conmigo por no haber protegido a Alessandro como debía.
—Vamos a hablar después, nosotros dos —dijo, mirándome con severidad. Llegamos al hospital y Alessandro fue atendido de inmediato. Estaba inconsciente, pero gracias a Dios, estaba vivo.