Cuando Elliot, un estudiante universitario, empieza a experimentar extraños sucesos en su hogar, nunca imagina que está a punto de adentrarse en un misterio que trasciende la vida y la muerte. La aparición inesperada de Blake, un fantasma atrapado entre dos mundos, desencadena una serie de eventos que revelan secretos ocultos y verdades perturbadoras.
Mientras Elliot intenta ayudar a Blake a encontrar su camino al más allá, ambos descubren que la conexión entre ellos es más profunda de lo que imaginaban. En su búsqueda, se enfrentan a enigmas sin resolver, fuerzas oscuras y un pasado que no está dispuesto a permanecer en silencio.
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secretos en la oscuridad
El día se desarrollaba lento y pesado. El aire en la universidad estaba cargado de una tensión sutil, aunque nadie parecía notarla excepto Elliot. Mientras caminaba por los pasillos, su mente seguía ocupada en la conversación de esa mañana con Blake. Damián había estado extrañamente tranquilo, como si las sombras que habitaban en su mente hubieran encontrado descanso temporal. Sin embargo, Elliot sabía que no podía bajar la guardia.
Lilith lo alcanzó en el pasillo justo antes de su siguiente clase. Ella siempre tenía esa capacidad de aparecer cuando Elliot más lo necesitaba, como si pudiera sentir su inquietud a kilómetros de distancia.
—Hey, ¿todo bien? —preguntó ella, entrecerrando los ojos al estudiar su rostro.
Elliot esbozó una sonrisa forzada.
—Sí, solo… mucho en qué pensar.
Lilith lo observó un segundo más, como si no estuviera convencida, pero finalmente dejó escapar un suspiro y cambió de tema.
—Bueno, espero que estés listo para el examen de hoy. Sabes que Chloe no va a ser amable con nosotros solo porque la conocemos fuera de la universidad.
Elliot soltó una pequeña risa, agradecido por el cambio de enfoque. Chloe, la detective que también impartía clases en la universidad, era conocida por su dureza en el aula. A pesar de la confianza que había desarrollado con ellos en la investigación que estaba llevando a cabo, no se esperaba menos rigor en sus evaluaciones.
La mañana pasó en una bruma de exámenes y charlas ligeras, pero el verdadero peso cayó sobre Elliot después de clase. Mientras recogía sus cosas, se encontró con Dylan, quien lo había estado observando desde la puerta del aula.
—Necesitamos hablar —dijo Dylan sin rodeos, cruzando los brazos sobre su pecho.
Elliot sintió una punzada de incomodidad. Aunque Dylan había pasado de ser un rival a alguien con quien tenía una relación extrañamente cordial, las interacciones entre ellos siempre venían cargadas de una energía tensa.
—¿Qué pasa? —preguntó Elliot, acercándose con cautela.
Dylan lo miró un segundo antes de responder, su tono más bajo de lo habitual.
—He estado notando cosas. En ti. En Damián. Hay algo que no me estás diciendo.
Elliot se tensó, pero trató de no mostrarlo.
—No sé de qué hablas —respondió, aunque por dentro su mente trabajaba a toda velocidad.
Dylan bufó, descruzando los brazos y dando un paso hacia él.
—Vamos, Elliot. No soy estúpido. Hay algo raro, y tú lo sabes. Lo vi en tus ojos la otra noche, después de que salimos del bar. Y Damián… él ha estado actuando de manera extraña. Más de lo habitual.
Elliot sintió cómo la presión crecía en su pecho. No podía dejar que Dylan se acercara más a la verdad, no todavía. Especialmente cuando ni siquiera Lilith sabía todo lo que estaba ocurriendo.
—Damián ha estado pasando por cosas personales —dijo Elliot, intentando sonar convincente—. Y yo solo estoy preocupado por él, eso es todo. No hay nada más.
Dylan lo observó por un largo momento, sus ojos buscando algo en la expresión de Elliot. Finalmente, soltó un suspiro y se encogió de hombros.
—Está bien, si no quieres decirme, no lo harás. Pero tarde o temprano, la verdad sale a la luz. Y cuando eso pase, estaré aquí.
Elliot lo miró mientras se alejaba, su corazón latiendo con fuerza. Sabía que Dylan no se detendría. Había algo en su actitud que lo preocupaba, como si Dylan estuviera más cerca de descubrir lo que realmente ocurría de lo que él se atrevía a admitir.
Al final de la tarde, Elliot decidió que necesitaba hablar con Damián. Su comportamiento seguía siendo un enigma, y aunque confiaba en él, no podía ignorar las señales. Algo oscuro estaba comenzando a cernirse sobre su amigo, algo que Elliot sentía pero no podía nombrar.
Cuando llegó a la casa, la encontró vacía. Blake no estaba allí, lo que le pareció extraño. Normalmente, Blake se quedaba cerca, aunque fuera en silencio. Llamó su nombre, pero no hubo respuesta. Fue entonces cuando notó que la puerta trasera estaba ligeramente entreabierta.
Saliendo al jardín, Elliot sintió un escalofrío recorrer su espalda. A lo lejos, entre los árboles que bordeaban la casa, vio una figura conocida: Damián. Estaba de pie, inmóvil, mirando hacia algo que Elliot no podía ver desde donde estaba.
—¿Damián? —llamó, caminando hacia él.
Damián no se movió al principio, pero cuando Elliot se acercó lo suficiente, finalmente giró la cabeza para mirarlo. Sus ojos parecían vacíos, casi como si no lo reconociera. Elliot sintió cómo su corazón se aceleraba.
—¿Qué haces aquí afuera? —preguntó con cautela, observando la expresión extrañamente distante de su amigo.
Damián parpadeó un par de veces antes de responder, como si estuviera despertando de un trance.
—Solo… pensando —dijo, su voz casi un susurro.
Elliot frunció el ceño, cada vez más inquieto.
—¿Estás bien?
Damián lo miró por un largo segundo antes de esbozar una sonrisa que no llegó a sus ojos.
—Sí, Elliot. Todo está bien.
Pero algo en su tono, algo en su mirada, le dijo lo contrario.
Y en ese instante, Elliot supo que las sombras que perseguían a Damián eran más profundas de lo que él jamás había imaginado.
Elliot no estaba convencido de la respuesta de Damián. Aquel vacío en sus ojos, esa sonrisa forzada… lo conocía lo suficiente para saber que estaba ocultando algo. El viento frío de la tarde sacudía las ramas de los árboles alrededor, haciendo que el ambiente se sintiera aún más sombrío.
—Damián… —Elliot se acercó más, intentando conectar con su amigo—. Sabes que puedes contarme lo que sea, ¿verdad?
Damián apartó la mirada, clavando los ojos en el suelo, como si las palabras estuvieran luchando por salir, pero una barrera invisible las mantuviera encerradas.
—No es nada, de verdad —murmuró, aunque la falta de convicción en su voz era evidente.
Elliot respiró hondo, sintiendo una mezcla de preocupación y frustración. Había momentos en los que Damián se cerraba completamente, sumido en una oscuridad que parecía impenetrable, y eso lo aterraba. No sabía cómo llegar hasta él cuando estaba en ese estado. Quería ayudarlo, protegerlo como siempre había hecho, pero a veces sentía que se estaba quedando sin herramientas.
—Damián, no quiero que te hagas daño… —La voz de Elliot se quebró ligeramente—. No quiero perderte.
El silencio entre ellos se volvió denso, solo interrumpido por el crujido de las hojas bajo sus pies. Damián finalmente lo miró de nuevo, y aunque todavía había ese vacío en sus ojos, algo pareció suavizarse por un instante.
—No vas a perderme, Elliot —susurró Damián—. Pero hay cosas… cosas que no puedo decirte. No todavía.
El corazón de Elliot dio un vuelco. Odiaba los secretos, especialmente cuando venían de las personas que más le importaban. Pero sabía que no podía forzar a Damián a hablar si no estaba listo. Solo podía estar allí, esperando, como siempre lo había hecho.
—Está bien —dijo finalmente, asintiendo con suavidad—. Solo… prométeme que no te alejarás. Si necesitas algo, lo que sea, me lo dirás, ¿verdad?
Damián sonrió, esta vez con un poco más de sinceridad, aunque seguía siendo una sonrisa teñida de tristeza.
—Lo prometo.
Elliot soltó un suspiro de alivio, aunque la preocupación no se desvaneció por completo. Había algo oscuro acechando a su mejor amigo, algo que tarde o temprano saldría a la luz, y cuando eso ocurriera, Elliot temía no estar preparado para enfrentarlo.
Los dos se quedaron en el jardín por un rato más, sin decir nada, simplemente disfrutando de la compañía del otro en el silencio de la tarde. Aunque las palabras no fluían, había una especie de entendimiento silencioso entre ellos, como si ambos supieran que estaban en el borde de algo mucho más grande, algo que cambiaría todo.
Finalmente, el sol comenzó a descender, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y púrpuras. Elliot miró hacia la casa, sintiendo que el día se le había escapado entre los dedos.
—Deberíamos entrar —dijo suavemente, señalando hacia la puerta entreabierta.
Damián asintió en silencio, y ambos caminaron de vuelta hacia el interior. Cuando cruzaron el umbral, Elliot notó una presencia familiar en la sala de estar. Blake estaba allí, esperando, con una expresión que sugería que había escuchado más de lo que Elliot hubiera querido. El fantasma no dijo nada, pero sus ojos se encontraron con los de Elliot, y en esa mirada había una advertencia silenciosa, una señal de que no podía ignorar lo que estaba ocurriendo a su alrededor.
—¿Todo bien? —preguntó Blake, aunque su tono dejaba claro que sabía la respuesta.
Elliot asintió, pero no pudo ocultar del todo la inquietud en su voz.
—Sí… solo, algunas cosas de las que hablar.
Blake lo miró con intensidad, como si pudiera ver a través de él, como si entendiera más de lo que él mismo sabía. Esa era una de las cosas que más desconcertaba a Elliot sobre Blake: siempre parecía un paso por delante, como si estuviera viendo el futuro desde un lugar que Elliot aún no podía alcanzar.
—Tienes que tener cuidado —dijo Blake finalmente, su voz apenas un susurro—. Hay fuerzas aquí que no puedes controlar, Elliot.
Elliot sintió un escalofrío recorrerle la columna. Sabía que Blake no hablaba a la ligera, y si estaba advirtiéndole, debía haber una razón.
—¿A qué te refieres? —preguntó, su curiosidad y temor enredándose en su garganta.
Blake miró hacia Damián, quien se había quedado de pie junto a la ventana, observando el crepúsculo en silencio.
—Hay más en juego de lo que crees —respondió Blake—. Y no todas las sombras son lo que parecen.
Elliot frunció el ceño, pero antes de que pudiera pedir una explicación, Blake se desvaneció, dejando tras de sí una sensación de inquietud que Elliot no pudo sacudirse.
—¿Blake? —llamó, pero el fantasma ya se había ido.
Damián se giró entonces, con una expresión extrañamente serena en su rostro.
—Parece que Blake sabe más que nosotros —murmuró Damián, casi con una nota de ironía en su voz.
Elliot suspiró, sintiéndose más perdido que nunca. Las piezas del rompecabezas se amontonaban a su alrededor, pero ninguna parecía encajar. Todo lo que sabía con certeza era que algo se estaba gestando, algo grande y peligroso, y que, de alguna manera, él y Damián estaban en el centro de ello.
—Supongo que lo averiguaremos a su debido tiempo —dijo Elliot, más para sí mismo que para Damián.
Sin embargo, en el fondo de su mente, no podía dejar de preguntarse: ¿a qué precio?
La noche había caído completamente, envolviendo la casa en un manto de sombras. Elliot estaba sentado en la sala, mirando sin ver a través de la ventana. No podía dejar de pensar en lo que Blake había dicho antes de desvanecerse: "No todas las sombras son lo que parecen". Las palabras resonaban en su mente como un eco que no podía ignorar.
Damián, por su parte, se había retirado a su habitación en silencio, aparentemente cansado. Pero Elliot sabía que no era el cansancio lo que lo había hecho alejarse, sino algo mucho más profundo. Las conversaciones sobre el pasado, las miradas furtivas, el dolor que Damián no quería admitir... todo se sentía como una tormenta a punto de estallar.
Elliot suspiró, hundiendo el rostro en sus manos. Estaba agotado. Entre el misterio de Blake, los secretos que Damián ocultaba y la creciente tensión entre todos, sentía que el peso de todo estaba comenzando a aplastarlo. Pero no podía permitirse rendirse. No cuando tantas cosas dependían de él.
Levantó la mirada cuando escuchó un suave crujido proveniente del pasillo. Al principio, pensó que tal vez era Damián, pero cuando la figura espectral de Blake apareció nuevamente, Elliot sintió un extraño alivio.
—No puedes seguir haciendo eso —dijo Elliot, su voz sonando más débil de lo que pretendía—. Desapareces y vuelves como si nada.
Blake, quien ahora tenía una apariencia casi tan real como cualquier persona viva, lo observó con una leve sonrisa que no llegaba a sus ojos.
—Lo siento, no es mi intención —respondió el fantasma mientras se acercaba a él—. Pero algunas cosas no puedo controlarlas.
Elliot lo miró fijamente, recordando cómo había sido esa primera vez que lo vio, el desconcierto que sintió al darse cuenta de que estaba conviviendo con un fantasma. Ahora, sin embargo, las cosas eran diferentes. Blake ya no era solo un enigma, sino alguien con quien había forjado un lazo extraño y complejo.
—¿Qué está pasando, Blake? —preguntó Elliot—. ¿A qué te refieres con que las sombras no son lo que parecen?
Blake vaciló por un instante, como si estuviera midiendo sus palabras antes de hablar.
—Lo que Damián está ocultando... —empezó— no es algo trivial, Elliot. Hay fuerzas más grandes en juego. Algo que ha estado latente durante mucho tiempo está empezando a despertar, y no solo aquí. En más lugares de los que te imaginas.
Elliot frunció el ceño, sintiendo que su corazón comenzaba a acelerarse.
—¿Qué tiene que ver Damián con todo esto?
Blake lo miró con una intensidad que lo incomodó.
—No es solo Damián. Es todo. Tú, yo, Damián... incluso los que no saben nada aún. Todos estamos conectados en esto de alguna manera. Y si no somos cuidadosos, esa conexión nos llevará a algo mucho más oscuro de lo que puedes imaginar.
Elliot sintió un nudo formarse en su estómago. Había sospechado durante algún tiempo que todo lo que estaba sucediendo iba más allá de lo que podía ver o entender, pero escuchar a Blake confirmar sus miedos lo hacía mucho más real.
—¿Cómo puedo detenerlo? —preguntó finalmente, su voz apenas un susurro.
Blake se inclinó hacia él, sus ojos brillando con una luz que no pertenecía al mundo de los vivos.
—No lo sé, Elliot. Pero tienes que estar listo. Porque cuando llegue el momento, no habrá vuelta atrás.
Elliot tragó saliva, sintiendo que el peso de esas palabras se hundía profundamente en él. No sabía cómo estar listo para algo que ni siquiera entendía. Pero si había algo que estaba claro, era que ya no podía dar marcha atrás.
Mientras Blake se desvanecía una vez más, Elliot se quedó solo en la oscuridad de la sala, con sus pensamientos girando en un torbellino caótico. No podía evitar pensar en Damián, en cómo había cambiado en los últimos días. Algo estaba afectando a su amigo, algo que iba más allá de los traumas de su pasado. ¿Pero qué podía hacer él? ¿Cómo podía ayudarlo si ni siquiera sabía qué estaba sucediendo realmente?
Las palabras de Blake seguían resonando en su mente: "No todas las sombras son lo que parecen". De alguna manera, sentía que estaba al borde de descubrir algo importante, pero también sabía que cuanto más se acercaba a la verdad, más peligroso se volvía todo.
Se levantó de la silla, decidido a no quedarse en la oscuridad por más tiempo. Si había algo que podía hacer para proteger a los que amaba, lo haría. Pero antes necesitaba respuestas. Y sabía que, aunque Damián no estuviera listo para hablar, había alguien que podría tener más información de lo que él sabía: Adrián.
Adrián había estado observando desde las sombras durante demasiado tiempo. Era hora de enfrentarlo.
Sin perder más tiempo, Elliot se dirigió a su habitación, agarrando su abrigo antes de salir al exterior. El aire frío de la noche lo golpeó, pero en lugar de acobardarse, se sintió revitalizado. Tenía una misión, y no descansaría hasta obtener las respuestas que necesitaba.
La luna llena iluminaba el camino mientras avanzaba, sus pensamientos girando en torno a lo que estaba por venir. No sabía qué encontraría cuando llegara a Adrián, pero estaba seguro de una cosa: este encuentro cambiaría todo.