Santiago Santoro, es un empresario muy exitoso que le huye al amor y no desea por nada del mundo formar una familia, por tal motivo se comprometió con Diana Lois, una mujer fría, calculadora y ambiciosa al igual que él. Sin embargo, su abuela Giovanna no está dispuesta a ver como su nieto se arruina la vida a lado de una mujer frívola, y le exige que cambie de opinión o de lo contrario perderá toda su fortuna. Santiago con miedo a perderlo todo, decide alquilar un vientre y tener el hijo que tanto desea su abuela, sin arruinar la hermosa figura de su novia. Pero de repente su vida cambia por completo, cuando debe dirigirse a un hospital a buscar a su verdadera hija, una hermosa niña prematura, de ojos claros que necesita con urgencia un tratamiento médico para salvar su vida.
Sin embargo, Karen Jones ¿Será capaz de abandonar a su hija realmente ? o ¿Hará todo lo posible por estar a su lado?
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Capítulo N°6
Con determinación se acerca a su amigo y le hace señas para que lo acompañe a la zona vip. Al pasar entre la multitud ve como la joven camina hasta la mesa, recoge las cosas y guarda la propina y una gran sonrisa se dibuja en sus labios, al verificar que era mucho más que el pago de lo consumido.
Karen, instintivamente, lo busca entre la multitud al sentir su mirada penetrante y sin dejar de sonreír, mueve sus labios y le dice gracias. Santiago se sorprende no se imaginaba una reacción así. Trevor ve que nuevamente su amigo tiene su mirada perdida en la moza y como un gesto parecido a una sonrisa asoma en sus labios, hoy es la primera vez que su amigo cambia su postura seria por una mucho más relajada, así que en broma le dice,
⎯ Y ahora, ¿quién sonríe como el Guasón?
⎯ Ya cierra la boca, no estoy sonriendo.
⎯ Niégalo todo lo que quieras, pero nunca olvidaré este día.
Trevor se dirige al reservado y cuando Santiago está por seguir sus pasos hasta el sofá que habitualmente ocupan, ve como un hombre se acerca a Cielo, la acorrala por la espalda y la apoya contra la mesa sujetándola con fuerzas de la cintura. Nadie la ayuda y ella forcejea con su atacante, sin obtener resultados. Santiago no soporto ver ese tipo de acoso, por impulso se abrió paso entre la multitud y llegó a su lado en solo unos segundos y sin pensar le dijo a ese ebrio.
⎯ ¡Deja a mi chica!
El hombre se sorprende al escuchar esa voz tan fría y demandante, entonces retrocede sin soltar a la moza, pero al sentir como le arrebata la mano con fuerza de la cintura de ella, supo que estaba en serios problemas. Santiago lo empuja con fuerzas y él cae al piso, cuando al fin sus miradas se encuentran, con voz temblorosa se disculpa.
⎯ Lo siento señor Santoro, no sabía que le pertenecía.
⎯ Así es, no la vuelvas a tocar.⎯ respondió con una voz ronca y su mirada tan oscura que le penetraba el alma a cualquiera.
⎯ No lo haré.
Karen temblaba, ese hombre no solo posó sus manos sobre su cintura, sino que con su otra mano libre tocó su cuerpo y sintió como sus asquerosos dedos recorrían la piel desnuda de sus piernas hasta llegar a su zona íntima. Ella necesitaba salir de ese lugar, así que dejó la bandeja sobre la mesa y simplemente caminó hasta su cuarto, sin escuchar a Santiago que le hablaba entre la multitud. Sus lágrimas corrían por debajo del antifaz y una vez que entró a la habitación se quedó de pie mirando su reflejo en el gran espejo que está ubicado frente a la cama. Ella estaba a punto de quitarse el antifaz cuando el reflejo de ese hombre de porte imponente, aparece de la nada detrás de ella.
⎯ No llores, no fue tu culpa.⎯ le susurra suavemente.
⎯ ¿Cómo entró a mi cuarto?
⎯ Dejaste la puerta abierta, deberías tener más cuidado. Cualquiera puede pasar y hacer contigo lo que quiera en esta habitación, ya que las paredes son insonorizadas.
⎯ ¡Parece que conoces mucho este lugar!
⎯ Bastante.⎯ él se acerca lentamente.⎯ ¿Te hizo daño?
⎯ Ese hombre me tocó, fue asqueroso. Sus manos…
⎯ Shhh.⎯ la silencia haciendo un gesto posando su dedo sobre sus labios y luego comenta.⎯ Es normal que los hombres te toquen si trabajas aquí.
⎯ Yo… yo no
Ella no deja de mirar su reflejo él está a solo unos centímetros de distancia y su colonia varonil es muy sexi, su traje a medida es de primera calidad, y no sabe porque pero algo en él le da confianza y a la vez la atemoriza.
Santiago siente como ella lo observa, es como si lo estuviera poniendo a prueba y le gustara lo que ven sus ojos; entonces finge una media sonrisa y le murmura acotando aún más la diferencia
⎯ Bajo esta luz no me veo tan mal.
Ella solo niega y sigue observando hasta que por impulso se gira y lo mira directamente a los ojos y le habla en un susurro .
⎯ Será mejor que salga de aquí.
⎯ ¿Y si no quiero? ?¿y si deseo pasar la noche contigo y hacerte olvidar lo que te hizo ese maldito?
⎯ ¿Por qué?
⎯ No lo sé, simplemente quiero hacerlo.
⎯ Entonces hazlo de una vez por todas. ¡Vamos hazme tuya!
Santiago la toma de la cintura y acorta la distancia para devorar sus labios en un beso que enciende más la pasión en él, ya que ella mueve su lengua profundizando y exigiendo mucho más. Ella se deja llevar, su cuerpo reacciona de inmediato es como si una fuerza mucho mayor se apodera de su ser y como si de un imán se tratara se pega más a él. Karen posa sus brazos por detrás de su nuca y él comprende que le está dando permiso para que continúe, lentamente la acerca a la cama, sin separarse, ni siquiera para respirar.
Santiago presiente que detrás de ese antifaz y bajo esos bellos ojos se encuentra una bestia salvaje que desea ser liberada. Ella se separa al sentir que sus piernas se golpean con el suave colchón. Con su cuerpo encendido y con la necesidad de apaciguar todo su ser, lo mira nuevamente y con un valor que desconoce le habla.
⎯ ¿Qué esperas para sacarte la ropa?
Él la mira asombrado, entonces obedece y de forma seductora deja caer al piso su saco.
⎯ Al parecer, no eres tan inocente como aparentas.
⎯ Nunca dije que lo fuera. Yo decido con quien quiero estar y con quien no. Y ahora quiero ver que tan bueno eres.
Karen lo toma de la corbata, desata su nudo y con dedos ágiles comienza a desabotonar la camisa, bajo la atenta mirada del señor Santoro.
Santiago, no aguanta más el roce de sus dedos sobre su piel y con suavidad la detiene de las muñecas, luego se apodera nuevamente de sus labios que le provocan un sin fin de emociones desconocidas que lo atormentan. Necesita con urgencia poseer su cuerpo, con delicadeza la empuja sobre la cama y él se recuesta encima de ella, sin dejar de besar y acariciar la piel descubierta de sus piernas hasta llegar a la fina tela que cubre su zona íntima, con cuidado baja lentamente su ropa interior. Los gemidos de ellas se acumulan en su garganta esperando el momento justo para escaparse. Él baja los tirantes de su vestido y comienza a besar sus pecho y ella no aguanta más el hormigueo que siente en su intimidad con aquella tortura placentera y silenciosa, así que desabotona su cinturón y le exige que la posea.
⎯ ¡Hazme tuya, ya no resisto!
⎯ Shhh, recién estamos comenzando.
⎯ Necesito olvidar, así que no te contengas.⎯ susurra sobre el cuello del hombre antes de dejar un sendero de besos sobre su piel, el roce del suave vello de la barba le hace cosquillas y no puede evitar reír.
⎯ Me gusta tu risa.⎯ confiesa y se asombra de escuchar que esas palabras salieran de sus labios.
Ella trata de controlar sus emociones y lo mira a los ojos que ahora son de color verde, con un suave y delicado tono de azul que asoma por detrás del iris.
⎯ ¡Tus ojos!
⎯ Shhh.
Él continúa besando su cuerpo, por cada centímetro de su piel deja su huella intentando con ternura apaciguar cualquier mal recuerdo que ella tenga. Ambos comienzan a anhelar mucho más, sus cuerpos se cubren de pequeñas gotas. El deseo es insoportable, Karen rodea la cintura de Santiago con sus piernas y le exige que la haga suya. Él lentamente se baja el resto de su ropa y se sumerge en su interior con movimientos rítmicos, sus cuerpos comienzan a saciar su sed de pasión. Por varios minutos no se detuvieron, primero Santiago fue delicado, dulce y se dedicó solo a complacerla; sin embargo ella cada vez se movía más a prisa debajo de su cuerpo. Hasta que intercambiaron roles y ella pudo moverse a su antojo hasta que cayó rendida sobre su pecho plenamente complacida y feliz. Él con ternura la abrazó y con suavidad la acomodó en un costado de la cama. Estaba impresionado por ese gesto, era la primera vez que quería abrazar a alguien después de tener relaciones y en su mente las alarmas de peligro se encendieron.