La Amante Del CEO

Ha sido un día agotador, tanto física como emocionalmente. Cuando finalmente llegué a la casa de mi tía en Busan, me derrumbé en sus brazos, incapaz de contener el torrente de emociones que me consumía.

Mi tía me recibió con su cálido abrazo y supo exactamente lo que necesitaba en ese momento: simplemente estar ahí, sin necesidad de palabras. Me dejó llorar hasta que se me agotaron las lágrimas, acariciando suavemente mi espalda en un gesto reconfortante.

Cuando finalmente me calmé, me condujo a la cocina y me sirvió una taza de té caliente. Nos sentamos en silencio por un rato, disfrutando de la tranquilidad, hasta que finalmente encontré la fuerza para hablar.

Le conté todo lo sucedido, desde el momento en que tuvimos que separarnos de Sol hasta mi llegada a su casa. Mi tía escuchó con atención, sin interrumpirme, y cuando termné, apretó suavemente mi mano en señal de apoyo.

-Entiendo que todo esto debe ser muy difícil para ti, Chen - dijo con suavidad - Pero quiero que sepas que estoy aquí para ti. Puedes contar conmigo para lo que necesites.

Asentí, agradecido por tener a alguien en quien confiar en estos momentos tan inciertos.

-Gracias, tía - murmuré - No sé qué habría hecho sin tu ayuda.

-Eres fuerte, Chen - me aseguró, con una cálida sonrisa - Sé que podrás superar esto. Y recuerda que Sol también es una mujer increíblemente fuerte. Juntos, encontrarán la manera de salir adelante.

Sus palabras me llenaron de esperanza. Era cierto, Sol y yo habíamos enfrentado obstáculos antes y siempre habíamos logrado superarlos. Esta vez no sería diferente.

-Tienes razón - dije, sintiendo cómo un destello de determinación se encendía en mi interior - Voy a luchar por estar junto a Sol de nuevo. Nada ni nadie podrá alejarnos.

Mi tía asintió, orgullosa de mi resolución.

-Así se habla - me alentó - Ahora, ¿por qué no descansas un poco? Debes estar agotado. Mañana será otro día, y juntos encontraremos la manera de ayudarte.

Acepté su ofrecimiento, sintiéndome profundamente agradecido por tenerla a mi lado en estos momentos tan difíciles. Me dirigí a la habitación que me había preparado y me recosté en la cama, dejando que el cansancio me venciera.

Antes de quedarme dormido, saqué mi teléfono y envié un mensaje a Sol, deseándole que pudiera descansar también. Sé que nuestro camino será largo y lleno de obstáculos, pero mientras nos tengamos el uno al otro, nada podrá derrotarnos.

Mañana será otro día, y juntos, Sol y yo enfrentaremos lo que sea que nos depare el futuro. Estoy decidido a luchar por nuestro amor, sin importar lo que tenga que hacer.

...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...

Al día siguiente, me levanté temprano, lleno de una determinación que no había sentido en mucho tiempo. Sabía que tenía que moverme rápido si quería ayudar a Sol.

Me reuní con mi tía en la cocina, donde ella me esperaba con un delicioso desayuno preparado. Le agradecí con sinceridad y comencé a comer, sintiendo cómo la energía volvía a mí.

-¿Tienes algún plan, Chen? - preguntó mi tía, observándome con atención.

Asentí, tragando el último bocado.

-Sí, tía. Primero necesito comunicarme con Mina. Ella es la única que puede darnos más información sobre la situación de Sol y ayudarnos a decidir los siguientes pasos a seguir.

-Me parece un buen plan - aprobó ella, dándome una palmada en el hombro - Cuéntame qué puedo hacer para ayudarte.

Sonreí, agradecido por tener a alguien tan dispuesto a apoyarme.

-Por ahora, quisiera que me consiguieras un teléfono desechable. Necesito poder comunicarme con Mina sin que nadie pueda rastrear la llamada.

-Entendido - dijo mi tía, levantándose de la mesa - Voy a encargarme de eso de inmediato.

Mientras ella se marchaba, yo me puse a pensar en cómo abordar a Mina. Sabía que debía ser cauteloso, ya que no podíamos arriesgarnos a que nadie más interviniera en nuestra conversación.

Unos minutos más tarde, mi tía regresó con un teléfono nuevo y me lo entregó. Le agradecí y marqué rápidamente el número de Mina, rogando porque respondiera.

Después de varios tonos, finalmente escuché su voz al otro lado de la línea.

-¿Chen? - su tono denotaba sorpresa - ¿Eres tú?

-Sí, Mina, soy yo - respondí, intentando mantener la calma - Llegué con bien a Busan. Necesito que me des más información sobre lo que está sucediendo con Sol.

Hubo un breve silencio antes de que ella hablara de nuevo.

-Chen, me alegro de que hayas llegado a salvo - dijo, con un tono serio - Pero las cosas no están nada bien. Sol está en peligro.

Sentí cómo el miedo se apoderaba de mí al escuchar esas palabras.

-¿Qué quieres decir? ¿Qué le ha pasado? - casi grité, olvidando por un momento la necesidad de mantener la calma.

-Tranquilo, Chen - me calmó Mina - Sol está a salvo por ahora, pero la situación es delicada. Necesitamos actuar rápido si queremos mantenerla a salvo.

Respiré profundamente, intentando recobrar la compostura.

-Dime qué tengo que hacer, Mina. Haré lo que sea necesario para proteger a Sol.

-Bien - dijo ella - Escucha con atención...

A medida que Mina me explicaba la situación, sentí cómo una determinación aún mayor se apoderaba de mí. No importaba lo que tuviera que hacer, no iba a permitir que nada le sucediera a Sol. Estaba dispuesto a arriesgarlo todo con tal de mantenerla a salvo.

Cuando Mina terminó de darme las instrucciones, me despedí y colgué el teléfono. Me volví hacia mi tía, que me observaba con preocupación.

-¿Qué sucede, Chen? - preguntó, al ver mi expresión tensa.

-Tengo que irme, tía - le dije, con determinación - Debo ir a buscar a Sol. Está en peligro, y no puedo quedarme aquí sin hacer nada.

Ella asintió, sin necesidad de más explicaciones.

-Entiendo - dijo, apretando mi mano con cariño - Cuídate mucho, Chen. Y tráeme de vuelta a esa chica tan especial.

Le prometí que lo haría y me apresuré a salir de la casa. Sabía que el camino que me esperaba sería peligroso, pero nada iba a detenerme. Tenía que llegar a Sol, cueste lo que cueste.

Con el corazón latiendo aceleradamente, me subí al auto y arranqué, dispuesto a enfrentar lo que fuera necesario para reencontrarme con el amor de mi vida. Sol me necesitaba, y yo no iba a fallarle.