Un Juego Peligroso

Massimo Vitale estaba frente a ambas mujeres. La secretaria sonrió de inmediato, acercándose a Massimo con coquetería.

—La señorita estaba empeñada en entrar a su oficina, ya le dije que usted no recibe visitas de cualquiera.

Al escucharla, Scarlett solo cruzó los brazos, cansada. Luego miró a Massimo, esperando a ver qué diría. Ese día ya había sido demasiado estresante como para que estos dos lo complicaran más.

—¿Eres estúpida? —dijo de repente Massimo, frustrado.

La secretaria sonrió, segura de que su jefe la sacaría a rastras de la oficina.

—Lárgate de mi vista.

—Ya escuchó, váyase —le dijo la secretaria a Scarlett, quien sonrió con burla.

—Estúpida niña, te lo están diciendo a ti.

La secretaria de inmediato miró a su jefe.

—Si llega alguien a buscarme, simplemente lo anuncias. Yo soy quien decide si lo recibe. Ahora vuelve a tu lugar de trabajo —dijo Massimo. La secretaria se veía bastante avergonzada y ya se iba cuando Massimo la detuvo nuevamente—. Por cierto, ella es Scarlett Donovan y la verás seguido por aquí. No es cualquier mujer.

Sin más, Massimo tendió su mano a Scarlett, dándole un beso en el dorso.

—No pensé que llegarías.

Scarlett sonrió.

—La verdad, no pensaba venir, pero me alegro de hacerlo —dijo, mirando a la secretaria mientras ingresaba a la oficina.

La chica solo se devolvió furiosa. No sabía quién era exactamente esa mujer para Massimo, pero ya la odiaba.

Al ingresar, Scarlett retiró su mano de las de Massimo y cambió su rostro a uno más serio. El teatro ya se había acabado.

—No puedo creer que seas tan infantil de hacerme venir —le dijo, sentándose.

—Yo no puedo creer que lo lograra.

—Eres un idiota —le dijo esta.

—Y tú bastante directa, pero me gusta —dijo con una sonrisa que ponía nerviosa a la joven.

—Habla con tu cliente y coloca una fecha. Queremos negociar y llegar a un mutuo acuerdo —dijo Scarlett para cambiar el rumbo de la conversación.

Massimo adoptó una postura más seria también.

—Mañana mismo tienes una cita. El señor Jorge solo quiere terminar con esto de una vez. No entiendo para qué tomaste el caso si ya estaba perdido desde el principio —le dijo Massimo con sinceridad.

—Lo tomé porque sé que esa mujer es inocente.

—Pues las evidencias dicen lo contrario.

—Las evidencias también pueden ser manipuladas, pero no importa, no es de lo que vine a hablar. Mañana estaremos aquí a primera hora de la mañana —Scarlett se levantó—. Dile a tu secretaria que volveré, así no se interpone en mi camino. La próxima vez no seré tan amable.

Scarlett salió, pero Massimo la acompañó.

—Avisa a Diego que salí, dile que no me espere para el almuerzo —le dijo a su secretaria antes de desaparecer en el ascensor.

Scarlett lo miró, mientras este la observaba de pies a cabeza.

—Dime, ¿qué le viste a Gianluca? —le dijo Massimo de repente.

—¿En serio quieres hablar de eso? —le dijo la joven, cruzándose de brazos.

Massimo, con rapidez, la acorraló en la esquina del ascensor.

—En realidad no, pero quiero saber, ¿por qué eres tan dura? —le dijo mientras subía su mano, tocando los suaves labios de la joven.

La respiración de Scarlett era acelerada. Tener a Massimo tan cerca la ponía nerviosa. Jamás pensó que sentiría tanta tensión en cuanto lo tuviera cerca, pero acomodando sus pensamientos y en su plan, sonrió mientras subía su mano y tocaba el cuello de su camisa.

—No caigo con cualquier picaflor —le dijo la joven.

—No lo creo. Siento que deseas algo de mí —le dijo Massimo mientras la analizaba—. No logro descifrar qué es lo que buscas.

Antes de que Scarlett pudiera contestar, las puertas se abrieron. Diego, quien esperaba el ascensor, al ver a su jefe casi encima de aquella pelirroja, solo sonrió.

—Si no quieren ser interrumpidos, no deberían hacerlo en el ascensor y menos en un bufete.

Diego subió, oprimiendo el piso al que iba. Scarlett se mantuvo en su lugar, mientras Massimo fulminaba con la mirada a su amigo. Este solo se colocó a un lado, mirándolos a ambos. Era obvia la tensión que había en el lugar.

Las puertas volvieron a abrirse, saliendo Scarlett seguida de Massimo.

—Vaya dos —susurró Diego mientras tomaba un sorbo de su café.

—Espera, te llevaré —le dijo Massimo.

—No te preocupes, tengo mi auto —le dijo Scarlett, quien en ese momento solo quería desaparecer de allí.

—Necesito hablar contigo, así que mañana después del acuerdo, salgamos a comer —le dijo Massimo, demandando.

—No creas que estás tratando con tus soldaditos. Yo no soy como ellos, que cuando tú hablas todos te obedecen —le gritó esta.

Los trabajadores, quienes nunca habían visto a nadie capaz de gritarle al gran Massimo, siempre agachaban la cabeza y obedecían. Massimo miró a su alrededor, metió sus manos a sus bolsillos y miró a la pequeña listilla que tenía frente a sí.

—No grites que llamas la atención —le susurró mientras sonreía hacia todos lados.

—Entonces no me des órdenes. ¿Quieres hablar conmigo? Bien, entonces lo haremos a mi manera. Será mañana, pero en la noche. En la mañana tengo mucho trabajo —sin más, Scarlett subió a su coche y se marchó, dejando a Massimo más intrigado por la joven.

Massimo subió a su oficina, encontrándose con Diego y su gran sonrisa.

—Ahora no, Diego. No estoy para payasadas.

—Cálmate. En realidad no diría nada.

Massimo marcó un número de teléfono. Al otro lado, un "hola" se escuchó.

—Investiga a Scarlett Donovan. Mañana quiero en mi oficina todo lo que encuentres de ella —sin más, colgó.

—Wow, el jefe demanda y todos le obedecen. Increíble —dijo Diego al ver que este ni saludaba cuando llamaba por teléfono.

—Para eso les pago, ¿no? —le preguntó Massimo.

—Es cierto, eres un jefe sin corazón —Diego se colocó la mano en el pecho, dolido—. Tu frialdad mata.

—¿No tienes trabajo? —le preguntó.

—Sí.

—Entonces largo de mi oficina.

Sin más, Diego se marchó.