Tras su muerte, despierta en un mundo donde la magia es real. En el cuerpo de Aurora Thorne. Enfrentando peligros desconocidos y descubriendo un amor inesperado, Aurora se sumerge en una aventura que desafía la realidad misma.
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El día de la boda
Los preparativos para la boda estaban en su punto culminante. Laura recibía los últimos detalles en su vestido y peinado con entusiasmo.
Mientras tanto, nadie sabía del paradero del señor Blackwood; lo buscaban por todas partes. El Conde Sevint se dirigía hacia donde tenía secuestrada a Aurora, decidido a poner fin a todo y evitar cualquier incidente.
El duque, al enterarse del plan del Conde Sevint, ya estaba en el lugar, dispuesto a salvar a Aurora.
Por su parte, Aurora yacía inconsciente. Su respiración era entrecortada y sus latidos apenas se percibían. En su sueño, veía un collar de rubí y luchaba por alcanzarlo una y otra vez. Finalmente, lo logró. Sombra, quien había estado vigilando durante días, observó cómo el collar aparecía en las manos de Aurora. Ella murmuró un leve "Despertaluz". Los labios de Aurora brillaron con un fulgor dorado, y el aire vibra con una energía ancestral.
El hechizo Silencium Arcanum que anulaba su magia fue roto, y aunque Aurora seguía durmiendo, su cuerpo liberaba un poder inmenso. Derribaba a todo aquel que se cruzaba en su camino. Finalmente, logró escapar del lugar y se encontró con el Conde. Al verla, el Conde palideció. No entendía cómo era posible que hubiera escapado; su estado era lamentable, y él mismo se había asegurado de envenenar incluso el agua. ¿Cómo podía haber escapado? El Conde se preguntaba, mientras intentaba desesperadamente escapar.
Justo cuando parecía que lograría escapar, el Duque apareció, frustrando su escape. Con una mirada de determinación, conjuró unas esposas mágicas que inmovilizaron al Conde. No había escapatoria.
El Duque se acercó a Aurora, cuyo cuerpo aún liberaba una energía incontrolable. Estaba en un estado de defensa, y cuando el Duque intentó despertarla, ella reaccionó con violencia. Atacó al Duque, quien se dedicó a esquivar sus embates mientras avanzaba hacia ella.
Finalmente, el Duque logró acercarse lo suficiente. Se lanzó sobre Aurora, sosteniéndola con firmeza. "Señor Blackwood", murmuró ella, antes de desmayarse nuevamente. El Duque la sostuvo en sus brazos, sintiendo la fuerza de su magia y la fragilidad de su cuerpo.
La ceremonia de boda en la mansión Blackwood estaba a punto de comenzar. Los invitados llegaban, entre ellos los padres de Aurora, quienes se negaban a asistir debido a la ausencia de su hija.
El arzobispo anunció el inicio de la ceremonia, y todos esperaban la entrada de los novios. Sin embargo, el Duque aún no había llegado. La espera se volvía interminable, y Laura luchaba por contener su ansiedad. ¿Por qué no aparecía? ¿No le importaba lo que pudiera estar sucediendo con esa niña? Laura fingía tranquilidad, pero su corazón latía con urgencia.
"Debe de estar nervioso", murmuró alguien como excusa. Sin embargo, nadie creyó en esa explicación. El temperamento del Duque era bien conocido, y la palabra 'nervios' no era parte de su carácter. Laura, desesperada, llamó a uno de sus hombres. "Averigua dónde está el Duque", le ordenó al caballero, mientras la incertidumbre se apoderaba de ella.
El salón de la mansión se llenó de un silencio expectante. De repente, un estruendo resonó desde la entrada. Todos los ojos se volvieron hacia la figura que irrumpía en la ceremonia: el señor Blackwood, sosteniendo a Aurora en sus brazos.
"Se cancela la boda", anunció el Duque con voz firme. Su mirada se clavó en Laura, quien palideció al instante. "Guardias, arresten a esta mujer".
El aire se cargó de tensión mientras los guardias rodeaban a Laura. Su rostro reflejaba una mezcla de furia y desesperación. La boda, que había sido meticulosamente planeada, se desmoronaba en un instante.
