Ella es una chica que vive su vida segura de que no nació para amar, mientras que él es un hombre que ya amó una vez pero que no supo hacerlo bien.
Una noche se encuentran en una situación extraña sin saber que el destino ya lo tenía todo planeado.
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Siete
Oh por Dios.¿Porqué tiene que pasarme esto a mi?- se recriminó el rubio a él mismo sentado en su auto mientras miraba el bulto que se notaba en sus pantalones- Otra pelirroja no Renato, tendrás que escuchar a tu psicólogo decir que todavía no superas a Julianna y a tu madre mirarte como si fuera la inquisición, además es una niña, tiene dieciocho años, no puedes simplemente tomarla, tener sexo y mirar a otro lado, ella va a querer más, piensa ¿Estás dispuesto a dárselo?
Puso la cabeza hacia atrás y cerró los ojos para calmar la exitación que la chiquilla le despertó al escuchar que le costaría obedecer, por tanto él disfrutaría más sometiéndola, si no fuera por el jugoso negocio que acaba de cerrar saldría corriendo de aquella empresa sin pensarlo mucho, algo le decía que pisaba arenas movedizas.
Pero joder, era una sociedad con los Parisi, ellos eran tan dioses en el mundo de los negocios como los Cesare y él había logrado llegar a ellos sin mencionar a su madre o poner delante a su apellido, y para mantener todo en orden solamente tenía que controlar a su amigo y alejarlo de la heredera.
Aunque ya estaba viendo que ni ella ni su hombrecito despierto se lo iban a poner fácil, al parecer su cerebro era el único que estaba consciente de todo lo que perdería si no mantenía su voz de mando lejos de aquella chiquilla que casi suplica para tener el gusto de escuchar sus órdenes mientras la empotra con lujuria.
Renato volvió a mirar hacia abajo y vio como nada había cambiado, una casa de campaña adornaba su pantalón solamente de imaginarse una escena que tenía que evitar a toda costa, no sabe porqué pero le parecía que a él también iba a costarle mucho mantener sus órdenes alejadas de ella.
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- ¿Todo bien Nara?- le preguntó Santino Parisi a su hija al verla entrar en su despacho.
- Perfecto.- le contestó sonando despreocupada y dejándose caer sobre el sofá de la habitación- El contrato es jugoso para las dos partes, no hay letra pequeña ni de él y mucho menos de nosotros, así que nada debe salir mal.
- ¿Entonces?
- No es eso lo que me preocupa.- no era una mentira lo que hablaría con su padre, solamente que no iba a hacerlo en ese momento pero necesitaba desviar la atención de el nuevo socio- Iba a ver al abuelo Enzo por dos razones, la primera era estar con él, y la segunda son los turcos, ellos son los que me preocupan.
- Esos imbéciles ya están llenando mi gorro. - se quejó el aún cabeza de la mafia italiana.
- Y el mío.- le contestó cruzando una de sus piernas para poder relajarse, la respuesta de su padre dejaba claro que Dom no había soltado la lengua con lo que pasó el sábado por la noche.
- Tenemos que meter a alguien dentro de ellos.
- Eso mismo pensé, el abuelo Luciano debe tener a alguien pero quería un consejo de el gran Enzo Parisi antes de hablar con él.
- Pues eso será mañana, hoy tienes trabajo aquí, sabes que tienes mucho que demostrar, algunos no entienden como voy a dejar a una mujer a cargo de todo, además no te ven lo suficientemente inteligente, son otros tiempos y la mayoría cree que si no has ido a la universidad no tienes la capacidad que conlleva toda la responsabilidad que tendrás.
- Pues explícales eso que acabas de decirme, que son otros tiempos, antes, para ser el jefe de jefes en la mafia italiana con tener ganas de matar a todo el que molestara y agallas para hacerlo era suficiente, ahora las cosas han cambiado y al fin una mujer puede demostrar tener las ganas, las agallas y la inteligencia suficiente para para jugar a ser Dios y decidir quien vive o no.
- Pero, sabes que algunos no lo comprenden del todo.
- Pues los que no lo comprendan que se jodan, a lo mejor les toca ver de primera mano si tengo madera de Parisi o no, a más de uno estoy dispuesta a enseñarle como trato a mis enemigos, además papá, deja que me subestimen así me da más gusto cuando tengan que tragarse sus palabras.
El hombre se mantuvo callado mientras miraba a su hija.
- Desde la primera vez que vi a tu madre supe que ella sería la única que vería mi corazón a pesar de todo lo que sufrió por mi culpa, lo que nunca imaginé fue que ella me daría una Parisi completa, siempre pensé que mis hijos varones me seguirían y a ti te vi como al resto de las mujeres de la familia, siempre fuertes al lado de los hombres para que si un día se nos ocurre flaquear recordarnos que no hay lugar para los débiles, pero sin el deseo suficiente de dar las órdenes y que todos tiemblen cuando escuchen tu voz, y me equivoqué.
- Lo siento si te defraudé, lo siento si querías una princesa vestida de rosa con zapatos adornados con purpurina, los míos están manchados de sangre.
- No me has defraudado, eres justo lo que quería. - sus palabras se escucharon amorosas, Santino amaba a su hija, ella era su gran tesoro.
- Me alegro mucho porque no pretendo cambiar. - le contestó con una sonrisa,
Desde siempre ella y su padre habían tenido una afinidad total, tanto en lo particular como en los negocios ya fueran los legales o no y la sangre fría que corría por sus venas a la hora de acabar con sus enemigos era el mayor legado que la chica había obtenido de los Parisi.
Enzo lo sabía por eso apoyo esa relación él sabía que en esta vida a pesar de nuestros errores todos merecemos amor