La historia de un Alfa que solo ansiaba la tan anhelada libertad
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Capitulo 10
Advertencia:
La siguiente historia no es apta para menores de 21 años puede contener; lenguaje vulgar, soez, momentos explícitos, eróticos, hasta subido de tono y hasta nopor-grafico, violencia física, mental, abuso, inc3sto, se recomienda leer bajo su propio riesgo. ~
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Iríamos al poblado de Urabamba, que era bastante cercano con respecto a otros destinos. Por lo que salimos bien equipados desde temprano; llevábamos faroles para guiarnos y un burro cargado con lo necesario para el camino. Él cabalgaba seguro con una mano y un farol, y yo agarrado a él y sujetando el otro faro. Mientras en el caballo llevabamos bolsas con carne seca y alimentos que aguanten el clima tropical cuando bajemos a la ceja de la selva.
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Al salir todo era oscuridad el camino apenas se iluminaba con el farol, mi corazón latía rapido ante mi reciente miedo a esta. Una vez pasado el prado llegamos a una sección inclinada comenzamos el descenso al río Urabamba.
Por lo que guiado por una brújula y un papel, solo debía confiar en Fernando quien parecía buen conocedor del terreno.
A medida que íbamos terreno abajo la vegetación empezó a volverse cada vez más recurrente para luego cada vez más densa efectivamente estábamos en la ceja de la Selva.
Cada vez más y más oscuro, lo único que nos guiaba era aquellos faroles y la brújula de Fernando. —Hay que tener cuidado con los animales podrían asustarse y atacarnos.
Fernando seguía concentrado en lo suyo, sino fuera porque tenía la brújula juraría que conocía el camino de memoria. Con el aumento de la vegetación y densidad, la visibilidad se complicaba.
Por lo que luego de un largo rato pudimos observar el reflejo de la luna dar en el río habíamos llegado a la rivera del río Urabamba. Por lo que debíamos ahora según su mapa por unos cuánto kilómetros hasta llegar terreno arriba al poblado de Urabamba seguir el curso de aquel rio serpenteante.
Este me trasmitía serenidad más con aquella luz dar en él ¿Qué se sentirá tirarse en él? Volverse uno con sus aguas.
Aquellos pensamientos azotaban mi mente mientras viajábamos, y yo solo veía la corriente de esta moverse de forma delicada danzando con la luna que se reflejaba ante está.
Fue entonces que cerré mis ojos para verla danzar por primera vez. Era una mujer de belleza inigualable, unos ojos grises que asemejaban al cristal. Su piel blanca como la nieve, como si la luz de la luna manifestará de ella.
Ella vestía aquel vestido de color blanco y ligero que se balanceaba al compás del río, mientras su cabello flotaba como un halo etéreo.
Este ser no parecía humano, su presencia iluminaba el camino, como si toda la luz viniese de ella. Había oído rumores de este ser, pero era la primera vez que la veía, la dama de blanco "Mama Killa"
Esta comenzó a tararear con una melodiosa voz que encantaba hasta al corazón más endurecido. Su voz era un consuelo, en tal viaje, me hacía sentir seguro como la guía de una madre a su cria. Sonriéndome de que todo iba estar bien, en eso desperté y abrí los ojos y comenzar a subir terreno arriba, mientras comía algo de carne reseca. Luego de un largo rato el sol empezó a asomarse y ya no era necesario los faroles lo cuales guarde mientras seguiamos subiendo.
Sin dudas fue complicado, pero al final pude ver el prado al parecer habíamos llegado al poblado de Urabamba.
Pasando el prado logre visualizar la casitas de piedras y tejas a lo lejos.
Al llegar, llegamos al mercado donde las tejedoras exponían sus mercancías, y unos paso las frutas y vegetales del lugar
Entonces Fernando compro aquel poncho
—Para que dejes de andar con el mismo poncho.
No era el mismo, solo se parecían.
Él se iba riendo mientras me llevaba de la mano hasta que vi algo que llamo mi atención era un poncho de múltiples colores, se veía cara y era de material grueso, era bastante grande.
—Es muy grande para ti, te quedará enorme.
—Prestame dinero.
—¿Cómo piensas pagarmelo?
—Regalame dinero
—¿Quieres el poncho? Te lo compro.
Lo compro y se reía, porque me iba a quedar enorme. Lo tome y me acerque a él para colocarselo, este se podía ajustar.
Él solo me miró sorprendido y quedó callado parecía que sus ojos quisieran llorar, pero se lo aguanto o ¿quien sabe? Quizás lo hizo, pero no tenía lágrimas que lo demostrasen.
Sin duda Fernando era un ser misterioso difícil de descifrar, sus acciones me hacían odiarlo para había algo en él, que me hacía tenerle lástima, pero ¿Qué?.
Fue entonces que íbamos a retirarnos cuando aquel tipo apareció. —Pero mira quién está aquí sino es nada más ni nada menos que Fernando de la Vega, el bastardo de la Vega. ¿Qué hace un sucio criollo por aquí? y junto con un indio, encima un Alfa que se ve dudosa repu...—le metí dos bofetadas tirándolo al piso. —Para usted Cruz de la Vega, antes de hablar de mí lavase la boca. —retirandonos de allí para irnos de regreso.
—Cruz
—Sí.
—¿Por qué de la Vega?
—¿Qué los esclavos no tienen el apellido de su amo?
—No.
Fue después de eso que me di cuenta del terrible error que cometí por impulsivo.
Continuara...