No, esto no puede ser cierto. Esa mujer no pudo destruir mi vida aún más de lo que ya lo ha hecho. ¿Qué más quiere de mí?, ¿acaso planea mi muerte?. No, si me quisiera muerto lo estaría. Quiere que pase mi vida postrado, arrastrándome como un gusano.
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Convivencia
Alberto: ¿estás lista?.
Isabella: definitivamente no.
Alberto: no te preocupes yo estaré contigo
Al entrar a esa mansión que hace mucho tiempo no se podía llamar hogar. Rosalin empezó con sus reclamaciones.
Rosalin: ¿qué haces aquí con esa mosquita muerta?, ¿de qué barrio de mala muerte la sacaste?.
Alberto: ¡es suficiente Rosalin!.
Rosalin: si me ibas ha engañar, debiste buscar a alguien mejor, con más clase. No a una vagabunda que no sabe ni siquiera como vestir.
Esos comentarios tan hirientes sacaron a relucir el complejo de inferioridad con el que había crecido toda su vida. Por un momento se vio cohibida e intimidada por Rosalin. Alberto solo la miraba, quería ver su reacción, pues sus planes con ella habían cambiado y no tenía pensado cumplir la promesa que una ves le hizo. Pero debía pulirla para que cumpliera con sus expectativas. Asi que sin importale los gritos despectivos de Rosalin, la tomó de la barbilla para que lo mirara directo a los ojos.
Alberto: ¡nunca!, ¡nunca mas hagas algo como esto!.
Isabella solo se encogió con sorpresa, por la severidad en sus palabras y la mirada tan intensa que se posaba sobre ella.
Alberto: no agaches la mirada ante nadie, ni siquiera ante mi. Tú estás por encima de todos. Eres la señora Lombardi, nadie esta por encima de ti, mucho menos esa mujer que ya los años le han pasado factura y ahora no es mas que puro relleno de silicona.
Isabella: sus palabras me causan una leve risa. Pero me está dando el valor que por años me han quitado, el que no he sabido darme a mi misma. Asi que levanto la mirada, no pienso dejarme intimidar, por esa mujer que ha destruido la vida de tantas personas.
Alberto: puedo ver esa pequeña chispa encenderse en sus ojos. Con el tiempo, haré de ti una mujer poderosa, imponente que haga temblar el suelo que pise.
Rosalin: no puedo creerlo, en verdad se atrevió a traerla aquí
y no solo eso, me ha humillado por ella. ¿Cómo puedes decirme algo asi?. Hemos estado casados por más de una década, soy tu esposa, me debes respeto. ¿Qué dirán los demás?, ¿cómo traes a convivir a tu mujer y tu amante a la misma casa?.
Alberto: Cualquiera que la escuche creería que ella es la víctima. Ya te lo he dicho más de una vez, la puerta está siempre abierta, si quieres irte no te detendré . Pero sé que no lo harás, te gusta demasiado el dinero y las comodidades que te da ser mi esposa. Asi qué lo aceptarás, deja ya el escándalo y ocupa tu tiempo en algo productivo.
Rosalin: ¡Alberto!, ¿así me pagarás todo lo que he hecho por tí?, ¿asi es como cumples la promesa que le hiciste a Alina?. Le prometiste que siempre me cuidarías y no lo estás haciendo.
Alberto: ésta maldita, ¿cómo se atreve a usar su nombre para salirse con las suya?. No tiene ninguna decencia, después de todo lo que hizo.
Isabella: el señor Lombardi está al explotar y eso no es bueno. Esa bruja ha tocado una fibra sensible. Señora el pasado está donde pertenece, en el pasado y no use a otra para lograr lo que usted no pudo. Cómo bien dijo Alberto, lo aguantas en silencio o sales por esa puerta.
Rosalin: ¿cómo te atreves?😡 ¿quién te cres que eres?.
Isabella: la nueva señora de esta casa y si me atrevo es porque puedo.
Alberto: Ha impedido que hable de más preso de la ira. No puedo evitar sonreír, está sacando las garras mas rápido de lo que creí.
Rosalin: ¿no vas a decirle nada?.
Alberto: ¿por qué debería?🤷, tiene todo mi apoyo. Lo que ella diga, eso es lo que se hará. Hago seña a uno de los sirvientes, que han estado detrás de puertas y paredes sin perderse el chisme y cuando se acerca. Saca las pertenecías de Rosalin de mi habitación y colócalas en cualquier otro lugar.
Rosalin: ¡Alberto!, mi paciencia esta llegando a su límite. ¿Vas a seguir adelante con este absurdo?.
Alberto: ¿tú que crees?, cuando has visto que yo Alberto Lombardi me retracte de una decisión que haya tomado.
Rosalin: bien, si esto es lo que quieres, después no te arrepientas.
Alberto: se marcha echando fuego.
Isabella: vamos a su habitación, debe descansar, no es bueno para su salud que se exalte.
Alberto: una vez ya en la habitación, cierro la puerta con seguro.
Isabella: acuéstese, le administrare los medicamentos.
Alberto: en un momento ha sacado tantas cosas del bolso que traía, que no sé como es que cupo todo.
Isabella: coloco el suero con los medicamentos. ¿Y ahora qué?.
Alberto: toma mi portafolio y saca la laptop.
Isabella: hago lo que me pide y la coloco en sus piernas, para que no se mueva de lugar.
Alberto: creo que es hora de usar lo que preparó Connor.
Isabella: ¿y de que se trata?.
Alberto: una pequeña broma para darle sazón a la situación. Y hacer más creíble nuestra historia. Aunque te recomiendo que saques los audífonos, será un momento incómodo para nosotros.
Isabella: ¿incómodo?
Alberto: sí, ves esas bocinas. Señalo el equipo que está cerca de la puerta y que mandé a poner con este propósito.
Isabella: si
Alberto: están vinculadas a la computadora.
Isabella miraba aún sin entender, pero esa duda desapareció en cuanto se reprodujo en los altavoces el audio seleccionado. Sus mejillas estaban al rojo vivo por la vergüenza. Alberto solo reía ante su reacción, pues lo que se escuchaba era una grabación de dos personas teniendo sexo y por el volumen podía escucharse afuera y esa era su intención.
Alberto: ya no puedo más de la risa. Le digo que se coloque los audífonos y que mire la pantalla conmigo. Estamos viendo las cámaras que estaban por toda la casa.
Los sonidos que salían de la habitación, hacían eco en la silenciosa mansión y como broma de Connor, los actores en ese audio gemían los nombres de quiénes se suponen, estaban teniendo esa intensa rutina de placer. A través de las cámaras los observadores que estaban atentos a las reacciones de todos en la casa, no hacían mas que reír, pues las opiniones variaban mucho. Las mucamas se molestaban por esa falta de tacto antes los que trabajaban ahí. Los sirvientes alababan al dueño de la casa, pues según ellos estaba muy en forma para su edad. Ya había pasado un tiempo y los gemidos de esa mujer aún se escuchan fuera de la habitación. Adrián acababa de llegar y se encontraba con el espectáculo en su hora más culminante y no sabía dónde esconderse de la vergüenza o ¿envidia?. Había visto las fotos de Isabella junto a su padre y esa mujer había llamado su atención.