En Tokio, Shiro, un joven de 18 años, se muda a un pequeño café con un pasado misterioso. Al involucrarse en la vida del café y sus peculiares empleados, incluyendo al enigmático barista Haru, Shiro comienza a descubrir secretos ocultos que desafían su comprensión del amor y la identidad. A medida que desentraña estos misterios, Shiro se enfrenta a sus propios sentimientos reprimidos, aprendiendo que el verdadero desafío es aceptar quién es realmente. En esta emotiva travesía, el mayor secreto que descubre es el que lleva dentro.
NovelToon tiene autorización de 2AO'LBTG para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 11: Ecos de lo Inexplorado
Shiro seguía sintiendo los latidos de su corazón resonar en sus oídos, mientras la realidad volvía a estabilizarse a su alrededor. El frío de la cripta era palpable, pero nada se comparaba con el vacío oscuro que había dejado atrás. Aún así, la sensación de lo que había visto, de lo que su reflejo le había mostrado, no se desvanecía. Había una verdad enterrada, y sabía que sólo había tocado la superficie.
—Shiro —la voz de Haru lo sacó de sus pensamientos—, ¿qué fue lo que pasó ahí abajo? Parecías… perdido.
Shiro lo miró, aún desorientado, pero no completamente seguro de qué debía contar. No podía explicar el abismo, ni la sensación de haber estado tan cerca de algo más profundo dentro de sí mismo. Sin embargo, sabía que no podía cargar solo con lo que acababa de experimentar.
—Vi algo —respondió, todavía jadeante—. O mejor dicho, algo me vio a mí. No era una ilusión… ni una pesadilla. Era como si hubiera otro yo, atrapado en un lugar entre este mundo y… algo más.
Aiko frunció el ceño, sin saber cómo procesar lo que Shiro describía.
—¿Otro tú? —repitió, cruzando los brazos—. Eso suena demasiado extraño, incluso para nosotros. ¿Estás seguro de que no fue solo un efecto de la cripta?
Shiro negó con la cabeza, aunque no con total certeza.
—No. Era algo más real. No sé cómo explicarlo, pero… parecía que sabía cosas sobre mí que ni siquiera yo sé.
Hikaru, que había estado escuchando en silencio, finalmente habló, con un tono más pensativo.
—¿Crees que este lugar, la cripta, la oscuridad… tiene el poder de mostrarte algo que llevas dentro? Como si, de alguna manera, lo que viste fuera una parte de ti que nunca has conocido.
Shiro reflexionó sobre esas palabras. ¿Y si lo que había visto era más que una simple manifestación de las sombras? ¿Podría ser que el lugar estuviera revelando una verdad que siempre había estado oculta en su interior? La idea lo inquietaba, pero también le daba una dirección clara. Ya no se trataba solo del café o los misterios que rodeaban a los Nakamura; ahora, sentía que la clave para resolver todo estaba directamente relacionada con él mismo.
—Es posible —admitió finalmente—. Pero si eso es cierto, entonces hay mucho más por descubrir. Y no solo sobre mí, sino sobre este lugar y lo que está esperando en las sombras.
Haru asintió, visiblemente preocupado, pero determinado.
—De acuerdo. Si esta cripta tiene algo que ver contigo, entonces no podemos detenernos aquí. Necesitamos ir más allá y descubrir qué está intentando mostrarnos. Pero no lo haremos sin prepararnos mejor esta vez.
Aiko miró a Haru, claramente no del todo convencida.
—¿Más allá? —preguntó con incredulidad—. ¿No crees que ya hemos ido lo suficientemente lejos? Shiro casi no regresa de dondequiera que estuvo. ¿Qué te hace pensar que bajar de nuevo será una buena idea?
Haru suspiró, llevándose una mano al mentón.
—No lo sé, Aiko —respondió con franqueza—. Pero sé que no podemos dejar las cosas así. Cada vez que hemos entrado en contacto con la cripta, algo nos ha llamado, algo que parece saber más sobre nosotros de lo que imaginamos. Ignorar eso no nos salvará de los peligros. Solo los postergará.
Aiko parecía a punto de responder, pero Hikaru la interrumpió.
—Estoy de acuerdo con Haru. Esto no terminará hasta que descubramos la verdad. Hemos llegado demasiado lejos como para retroceder ahora.
El ambiente estaba cargado de tensión. Shiro podía sentir que sus amigos estaban tan divididos internamente como él lo estaba. Pero también sabía que el tiempo de indecisión se había acabado. La cripta, el abismo, el reflejo oscuro… todo estaba empujándolos hacia adelante, y no había forma de evitarlo.
—Lo haremos —declaró Shiro, más firme que antes—. Volveremos a bajar, pero esta vez, con más preparación. Y no iremos sin estar listos para enfrentar lo que sea que esté allá abajo… o dentro de nosotros.
Los días siguientes se convirtieron en una mezcla de investigación frenética y preparación. Haru se sumergió de lleno en el libro que había recuperado de la cripta, buscando cualquier pista o símbolo que pudiera ofrecerles una ventaja en su próximo descenso. Mientras tanto, Shiro, Aiko y Hikaru se dedicaron a reforzar su comprensión de los mapas antiguos del café, buscando alguna entrada o pasaje que pudiera haber sido pasado por alto.
El ambiente en el café había cambiado por completo. Las risas suaves y la tranquilidad que una vez llenaban el lugar fueron reemplazadas por una atmósfera de urgencia y ansiedad. Incluso los clientes habituales parecían percibir el cambio, entrando y saliendo con rapidez, como si el café hubiera dejado de ser un refugio para ellos.
Shiro no podía evitar pensar en lo que había visto en el espejo. Cada noche, cuando intentaba dormir, su mente volvía al reflejo de sus ojos brillantes y la sonrisa maliciosa de su doble oscuro. ¿Era realmente él? ¿O era alguna manifestación de lo que la cripta quería que creyera? No tenía respuestas, pero sabía que pronto las obtendría, de una manera u otra.
Finalmente, llegó el día. Con Haru liderando el grupo, bajaron las escaleras hacia la cripta una vez más. Esta vez, el ambiente no era solo de curiosidad. Había una determinación feroz, un entendimiento silencioso de que lo que iban a enfrentar podría cambiarlo todo.
El frío era el mismo, pero algo en la oscuridad había cambiado. Era más pesada, más densa, como si estuviera anticipando su llegada. Shiro apretó la linterna en su mano, decidido a no dejarse llevar por el miedo.
—Manténganse juntos —murmuró Haru, encendiendo la suya también—. No sabemos qué esperar esta vez.
El grupo avanzó, con sus pasos resonando en la piedra húmeda. Al llegar al altar, algo que no habían notado antes brillaba bajo la luz de las linternas. Era un pasadizo oculto, uno que se abría como si hubiera estado esperando ser descubierto.
—Esto no estaba aquí antes… —murmuró Aiko, acercándose con cautela.
—¿Lo abrimos? —preguntó Hikaru, aunque la respuesta era evidente.
Haru asintió en silencio, y juntos, empujaron la pesada piedra que bloqueaba la entrada. Un fuerte crujido resonó en la cripta mientras el pasadizo se revelaba, oscuro e inquietante.
—Aquí es donde empezamos a obtener respuestas —dijo Shiro, dando el primer paso hacia lo desconocido.
Con sus linternas iluminando el camino, el grupo avanzó hacia el nuevo túnel. Cada paso que daban los acercaba más a las sombras, pero esta vez, Shiro no se sentía tan solo. Sabía que algo lo estaba esperando, y aunque no entendía qué, estaba listo para enfrentarlo.
El túnel parecía alargarse interminablemente, como si estuviera doblando el espacio a su alrededor. Pero justo cuando Shiro comenzaba a perder la noción del tiempo, el pasadizo se abrió en una vasta cámara subterránea. Y en el centro de la cámara, bajo una luz tenue que no debería existir en lo profundo de la tierra, se encontraba una figura alta y envuelta en sombras, exactamente como la que había visto en el abismo.
—Te estaba esperando, Shiro —dijo la figura, con una voz que resonaba en toda la cámara—. Es hora de que enfrentes la verdad.