Siempre he pensado que el hombre que nace malo, nunca en su vida vuelve a recuperar la bondad de su corazón, nadie se hace malo porque quiere, la vida, la sociedad y el mundo te obligan.
Pero que haces si a tu vida llega una persona que no te teme y que cambia el rumbo de tus pensamientos.
Soy Jarek y necesito una madre para mi hijo, no importa lo que tenga que hacer para conseguirla.
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Capítulo 17: La señora de la casa
Dalila no salía de su rabia, Demetrio estaba totalmente incomunicado y Jarek no le contestaba ni las llamadas ni los mensajes.
Cynthia se convirtió en su única compañía, era la única que podía acercarse a Jarek y no perdería la oportunidad para obtener información y recuperar el control.
En la Mansión Ortega…
Jacob mostraba una mejoría cada vez más sorprendente: su color natural regresaba poco a poco, las fiebres disminuían y hasta se atrevía a pedir que lo llevaran más seguido al jardín a jugar con su tía.
Esa mejoría era la luz que Alma tanto había esperado, y también el motivo por el que todos en la casa respiraban con un poco más de alivio.
Victoria se había ganado la confianza del niño. Pasaba horas a su lado, cuidando cada detalle, desde sus medicamentos hasta su alimentación. Jacob, reía con ella, y ese sonido llenaba de vida las paredes de la mansión. Jarek se dedicaba a observarlos desde la distancia.
Pero la calma rara vez dura.
Una tarde, cuando Victoria estaba con Paulina y Alma en el jardín, se encontró con la figura inesperada de Cinthya entrando al parqueadero de los autos.
La joven, impecablemente vestida, con una sonrisa fingida en los labios, se movía como si conociera cada rincón de la casa.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Victoria, con una firmeza que sorprendió incluso a los guardias que vigilaban la entrada.
Cinthya arqueó una ceja, altiva.
—Soy amiga de la familia. Solo quería saber cómo estaba Jacob… ¿O acaso hay problema con que me preocupe?
Victoria la observó con calma, sin dar un paso atrás.
—El problema es que no eres bienvenida.
La tensión llenó el aire. Cinthya dio un paso hacia ella, como midiendo terreno.
—¿Quién eres tú para decidirlo?
Victoria no titubeó.
—Soy la esposa de Jarek, y esta es mi casa. Todo lo que sucede aquí pasa por mí primero. Y mientras yo esté, nadie que ponga en riesgo la paz de mi familia cruzará por esa puerta.
El murmullo de los sirvientes alrededor se detuvo. Todos miraban la escena con atención contenida. Victoria no alzó la voz, pero cada palabra salió con más fuerza de la que ella esperaba.
Cinthya, sorprendida por la seguridad con la que hablaba la mujer a la que había menospreciado, intentó recomponerse.
—No hace falta ser tan hostil, querida. Solo quiero ayudar a Jarek, tu sabes que entre él y yo hay algo especial.
Victoria avanzó hasta quedar frente a frente con ella.
—Ayuda es lo que menos necesitamos de ti. Todos estamos bien, y lo último que quiero es recibir la visita de alguien que solo trae veneno en sus palabras. Y querida entre Jarek y tú no hay nada especial.
El silencio fue brutal. Cinthya apretó la mandíbula, dispuesta a replicar, pero en ese instante la voz profunda de Jarek retumbó desde la puerta.
—Victoria tiene razón— dijo con seguridad.
Todos miraron hacia él. Jarek salía hacia el jardín con calma, con la mirada oscura que lo caracterizaba clavada en Cinthya.
—Mi esposa habla en nombre de esta familia. Si dice que no eres bienvenida, no lo eres.
Las palabras fueron un golpe seco. Cinthya, herida en su orgullo, no tuvo más remedio que dar media vuelta. Antes de salir, lanzó a Victoria una mirada de odio disfrazado de sonrisa.
Victoria le sostuvo la mirada sin pestañear. No había duda: que aquella casa ya tenía dueña, y era ella.
Cuando Cinthya abandono el lugar, Jarek se acercó lentamente. Victoria lo miró, todavía con el pulso acelerado.
—No tenías por qué reaccionar así —dijo él en voz baja—, pero… me gustó.
Victoria bajó la mirada, aun temblando de la tensión.
—No voy a permitir que nadie perturbe la paz de mi familia.
Jarek sonrió apenas, esa sonrisa rara y peligrosa que pocas veces se le escapaba.
—Y yo no voy a permitir que nadie cuestione quién eres en esta casa.
Por primera vez, Victoria sintió que no estaba sola en aquella lucha. Y aunque Cinthya se había marchado derrotada, sabía que no se detendría tan fácilmente y que intentaría regresar.