Nico y Massimo Messina son los herederos del Cártel de Sinaloa y todos los ojos están sobre ellos; los de su familia, sus socios comerciales y sus enemigos. No pueden cometer errores, menos ahora que de ellos depende el negocio familiar.
¿Qué pasaría si dejaran que sus corazones nublen su razón? ¿Qué pasaría si cedieran su control por alguien a quien aman?
Acompáñame a descubrirlos juntos.
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Vas a quererme (+21)
Nico
Arrugo mi ceño mientras observo a Vanity pintar una de las murallas de la sala. Ayer en la noche terminamos de instalar el piso y hoy espero terminar de pintar para mañana instalar las molduras.
Anoche pensé que, después de instalar el piso, podríamos tener un momento para nosotros solos, pero Vanity desapareció antes de que pudiera decir una palabra y hoy está muda.
–¿Hasta cuándo durará este silencio? –pregunto.
Vanity jadea asustada y casi deja caer el rodillo con pintura.
Mierda.
Bajo de la silla y me acerco con cuidado al principio, pero me detengo cuando da un paso hacia atrás.
–Me tienes miedo –quiero preguntar, pero suena como una afirmación.
Acaricia su codo con su mano, manchando la camiseta con el rodillo que sigue en su mano.
–No –susurra tan bajito, que apenas puedo escucharla.
–Tenía que hacerlo, Vanity. Esas personas querían matarte y llevarse a Georgie.
–Lo sé y te lo agradezco –se apresura a decir antes de voltearse para seguir pintando.
Tomo su brazo y la obligo a enfrentarme. Algo se rompe dentro de mí cuando veo el terror en sus preciosos ojos.
Ahora soy yo quien retrocede un paso.
–Sé que quizá no sirva de nada, pero nunca te haría daño. Lo juro.
Sus ojos oscuros bajan la mirada y niega con su cabeza antes de reír con una pizca de desesperación.
–Soy una completa idiota –murmura molesta–. ¿Qué está mal conmigo?
Me atrevo a dar un paso en su dirección y suspiro aliviado cuando no retrocede.
Sujeto su rostro con mi mano, manchando su precioso rostro. –Nada. No hay absolutamente nada malo en ti.
–Sí, claro –masculla poniendo los ojos en blanco–. Aquí todo está mal –agrega apuntándonos–. Esto que siento está mal.
Coloco mi frente en la suya. –¿Qué sientes? ¿Tienes miedo de mí?
Suelta un suspiro con labios temblorosos. –Todo sería más fácil si sintiera miedo, pero por supuesto es más difícil que eso. Quiero tener miedo –declara y puedo sentir como mi pecho se comprime–, porque si lo tuviera sería tan fácil alejarme de ti –susurra antes de pegar su nariz a la mía–. Tan. Tan fácil.
–¿Qué sientes, cariño?
–Siento miedo de mis instintos y de mis deseos. Confié en Mauro, pensé que me quería, que mi corazón estaba a salvo con él, pero no fue así. Luego, confié en George, y ya sabes cómo terminó todo… Y ahora…–calla antes de esconder su rostro en mi cuello.
–¿Ahora qué? –pregunto mientras la abrazo con fuerza.
–Ahora todo me dice que debería salir corriendo, que no puedo confiar en una persona que es capaz de matar a un ser humano, pero…
–¿Pero?
Suspira. –Pero no quiero –admite con voz apagada mientras sus brazos me sostienen con fuerza–. No quiero huir, porque me siento segura contigo, y eso me aterra. No debería confiar en alguien como tú, pero lo hago, y eso no es lo peor.
Tomo su barbilla y la obligo a mirarme. –¿Qué es lo peor?
–Te deseo –susurra–. Sé que debería alejarte, pero quiero sentirte más cerca –agrega colocando su mano sobre mi pecho, en el mismo lugar que mi corazón late desbocado–. ¿Estoy loca?
Enredo mis dedos en su cabello y la beso antes de que cambie de opinión. La beso y me aseguro de amarla en cada movimiento. Me aseguro de demostrarle todo lo que está provocando en mi interior.
–Y está eso –musita en mis labios.
–¿Qué? –pregunto antes de volver a besarla y hundirme en su sabor–. ¿Qué? –insisto entre cada beso.
–La forma en que me besas… Nadie me había besado así antes –admite con voz ronca–. ¿Cómo un simple beso puede transmitir tanto?
Vuelvo a besarla, vertiendo todos los sentimientos que despierta en mí tenerla así, cerca. La beso hasta que ambos estamos sin aliento.
La beso hasta perder la razón y el equilibrio. Nos deslizamos hasta el suelo mientras nos desnudamos el uno al otro con impaciencia y torpeza. El tarro de pintura se da vuelta manchando el piso recién instalado y tiñendo nuestros cuerpos de un beige claro.
–¿Qué transmiten mis besos? –pregunto mientras hundo mi lengua en su delicioso coño–. ¿Qué? –insisto cuando la única respuesta de Vanity son suspiros y gemidos.
Sus dedos se enredan en mi cabello mientras su cadera se despega del piso. Me aferro a sus pechos mientras la follo con mi lengua. Sus gritos son la recompensa que necesitaba escuchar. Son el alivio que pedía mi alma atormentada.
La mujer bajo mi cuerpo se deja ir con un grito silencioso, que me llena de orgullo y amor.
Amo a esta mujer y ya no puedo seguir negándolo.
La amo con cada puta fibra de mi ser.
Subo por su cuerpo dejando besos húmedos hasta llegar a sus turgentes pechos. Los tomo con mi boca, enredando mi lengua en sus puntas y succionando con desesperación, amándola de todas las formas que puedo.
–Nico –susurra con cada succión–. Nico. Nico. Nico. Oh, maldita sea –masculla con desesperación mientras sus uñas se entierran en los músculos de mi espalda–. Me voy a correr –grita con un hilo de voz antes de comenzar a temblar otra vez.
Miro a la mujer más hermosa del mundo dejarse llevar por un orgasmo, que le quita hasta la habilidad de respirar, mientras beso su cuello y me entierro en su cuerpo cálido y suave.
–Oh, sí –mascullo contra su oído cuando su interior me ciñe con fuerza.
Vanity enreda sus dedos en mi cabello y baja mi rostro a su boca, llevándose mi aliento y mi corazón con el roce de sus labios.
Me entierro en su cuerpo lentamente, saboreando hasta el último centímetro de su calor, disfrutando de la forma que su coño me aprieta cada vez con más brío, drenando mi fuerza y alimentando el amor que siento por ella.
–¿Cómo te miro? –vuelvo a preguntarle.
Sus ojos nublados por el deseo se enfocan en los míos por unos segundos.
–Como si pudieras quererme –susurra cuando vuelvo a enterrarme en su cuerpo lentamente–. ¡Nico!
La beso mientras disfruto de su cuerpo, construyendo la hoguera en la que ambos nos quemaremos. Cimentando el camino que transitaremos juntos.
–Mírame –exijo cuando sus ojos se cierran–. Te quiero, Vanity Lance.
Sus ojos se abren, aterrados y excitados más allá de lo humanamente posible.
–¿Qué…?
–Te amo, y no me iré a ninguna parte –juro–. Lo que soy no cambia lo que siento por ti. Nada lo hará.
–¡Nicoooo! –grita cuando termina, arrastrándome con ella.
Mis ojos se cierran y luego caigo sobre su cuerpo, sin fuerza para absolutamente nada.
Los dedos de Vanity en mi nuca me devuelven al ahora.
–¿Qué estamos haciendo? –pregunta.
Levanto mi mirada y le sonrío. –No sé tú, pero yo estoy enamorándote –declaro antes de besar la piel de su cuello.
–Nico –me llama asustada–. No sé si puedo permitirme quererte. No sé si puedo volver a confiar –admite con una sonrisa triste.
Me incorporo sobre mis rodillas, tomo su cintura y la siento sobre mi regazo.
–Lo permitirás, Vanity Lance, porque no me iré a ningún lado –le aseguro con una sonrisa–. Te amo, preciosa, y tendrás que acostumbrarte a la idea.
–Pero... –empieza a protestar.
La callo con un beso rápido antes de hablar: –Vas a quererme –declaro con convicción–. Lo harás y amarás cada segundo que pasemos juntos.
Sonríe y besa mi mandíbula. –Ya amo pasar el tiempo contigo, y mi coño más.
Meto mi dedo en la pintura derramada por el suelo y mancho la punta de su nariz.
–Tu coño ya me ama –murmuro–, pronto lo harás tú. Es una promesa.
Georgie comienza a llorar, reventando nuestra burbuja.
–¡Ico! –grita, sorprendiéndonos a ambos. Siempre que despierta llama a Vanity.
Mi chica sonríe antes de besar la comisura de mis labios. –Creo que ya te ganaste el amor de Georgie.
Sonrío. –Y pronto me ganaré el amor de su madre. Tú espera y verás, mi amor –digo antes de levantarme para ir en busca del pequeño demonio.
Abro la puerta de su habitación y mi pecho se inflama cuando deja de llorar y estira sus manitos hacia mí con desesperación. Lo tomo en mis brazos mientras esconde su rostro en mi cuello, temblando.
–¿Una pesadilla, amigo? –pregunto.
Mi pequeñito asiente antes de abrazar mi cuello con fuerza.
Mientras recibo el amor de Georgie, miro hacia el cielo y ruego que algún día su madre pueda quererme de esta misma manera.
migajera jamás... ahora solo reciba lo q se merece, xq vos vales mucho ...
se cree la última coca del desierto...
es al revés contigo jamás sería feliz...