Fernanda Salas, es una joven llena de optimismo, amante de la lectura y de la vida. Para ella no hay problema que no tenga solución, incluso cuando las cosas van mal en su vida, ella siempre mantiene una sonrisa.
Sin embargo, cuando es despedida de cada uno de los trabajos a los que aplica, ella no puede seguir siendo optimista, más cuando llega a la conclusion que la razón detras de sus despidos es el extremadamente guapo y frío CEO Max Hidalgo.
Fernanda deduce que aquel hombre guapo y rico quiere mantener una relación de sumisión con ella, tal como la de esos CEOs despiadados de las novelas webs.
Pero, ¿ella estará en lo correcto?, ¿será que sus desafortunados encuentros se deben a algún plan malévolo o solo serán casualidades del destino?
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Fernanda: Muchas gracias
— Fer, no mentiste cuando dijiste que tu jefe parecía un príncipe. Es tan bello — susurró Angélica en mi oído haciendo que me pregunte si alguna vez compararé a Max Hidalgo con algo que no sea el anticristo.
Solté una risa nerviosa, luego tomé una respiración profunda.
Llegamos hace unos minutos al hospital. Después de escuchar las palabras de Max, salí del auto sintiéndome ligera.
Cuando llegamos a la habitación de Angélica, ella sonrió dulcemente, sin embargo, en cuanto vio que no llegaba sola, sino con un galán de novela, la sonrisa desdentada que adornaba sus labios retrocedió por completo, sus ojos vivaces se mostraron cohibidos.
Angélica se mostraba algo tímida ante la mirada de Max, sus ojos redondos miran hacia cualquier otro lado, excepto el hombre alto y varonil que estaba delante de nosotras.
Negué con la cabeza mientras sentía que mi corazón se ablandaba de amor por la apariencia de mi hermana.
— Tu hermana tenía razón, ella dijo que parecías una princesa, por lo que veo no mintió. Eres muy bonita — mencionó mi jefe con una expresión nunca antes vista en su rostro, había una suavidad en su mirada muy diferente a su habitual expresión taciturna y llena de frialdad.
— Ella también me habló mucho de usted, me pregunto de qué cuento de hada salió. Mi hermana dijo que usted era sumamente hermoso como un Dios griego, pero creo que es mucho mejor…
Rápidamente, le tapé la boca a Angélica cuando escuché lo que dijo, a pesar de que la leche ya había sido derramada. Mi acción no iba a hacer que el tiempo retrocediera hasta el momento exacto en el que mi adorable y tierna hermana menor habló.
— Yo no dije eso. — negué con vergüenza —. No lo dije, tal vez escuchaste mal.
— Pero, tú claramente dijiste que él era tan guapo… — trató de explicar Angélica, pero le di una mirada de que se callara, la cual ella entendió muy bien.
— No lo hice.
Cielos, ahora veo que la imprudencia viene de la familia. Ni siquiera sabía qué decir para que Max no piense que soy una pervertida que está codiciosa, sé su belleza. Ya que las palabras de Angélica sonaron tan extrañas.
— Entonces eso quiere decir que me considera feo y que todos esos halagos que me ha dicho a lo largo de estos días solo eran su forma de hacer que me agradara — comentó Max con dureza.
Mis manos empezaron a sudar por los nervios. Baje la cabeza mientras buscaba una forma de salir de este lío sin que me vea como una persona extraña delante de los ojos de Max. Pero por lo visto eso era algo imposible, ya que desde el primer día en que nos conocimos la impresión que él tenía de mí nunca fue la mejor de todas.
Contemplé a Angélica en busca de ayuda Pero ella solo me miró con confusión como si no supiera que sus palabras cavaron un gran pozo para mí.
— Jajaja — solo cuando escuché el sonido de la risa de Max supe que me había tomado el pelo.
— Eso no fue gracioso — dije entre pucheros.
— Ahora sabes lo que se siente cuando se burlan de ti.
— No es justo.
— Fernanda, de igual manera gracias por considerarme hermoso. No sabía que mi belleza te había dejado tan cegada — dijo con una ligera sonrisa.
Al notar la forma en la que me trató de “tú” y no de “usted” decidí dejar la formalidad. Además, no estábamos en horas de trabajo, por lo que bien podía tratarlo como un amigo.
— Ya no me molestes. — dije mientras tocaba el cabello de mi hermana.
— ¿Dije algo malo, Fer? — me preguntó Angélica entre susurros — No dijiste que decir que alguien es hermoso haría que su vida mejore y que todo se vea más brillante, por eso lo hice. ¿No te metiste en algún problema por mi causa?
— No, no te preocupes, es más, ¿cómo te sientes?
— Muy bien, hay un nuevo doctor, muy lindo, dijo que iba a tratar al dragón para que me deje en paz. Dijo que él podía hacerlo, pero que iba a doler un poco, que confiara en él.
Me sentí un poco confundida ante sus palabras. ¿Por qué yo no sabía de este nuevo doctor? ¿Cuándo llegó?
— Así que ya llegó el nuevo investigador — comentó Max haciendo que cayera en cuenta de que él tenía que ver con este giro de los acontecimientos.
Guardé un suspiro mientras tocaba la cabeza de mi hermana. Pronto ella se quedó dormida. Al notar esto salí de la habitación junto a Max.
— Gracias — le dije con la voz rota— No entiendo la razón por la que me estás ayudando, pero estoy muy agradecida.
— Hay cosas que no tienen razón de ser. Pero si te soy sincero, en realidad estoy haciendo esto por mi propio deseo egoísta.
Lo miré confundida en espera de una explicación. Él colocó las manos en sus bolsillos y me miró fijamente. La forma en la que sus ojos me observaban hicieron que mi corazón latiera rápido. Me di una cachetada mental para hacer que mi tonta, yo enamoradiza, ponga los pies en la tierra y dejé de ilusionarse.
Pero, Dios, cuando este hombre magnífico me miraba de esta manera tan intensa como si mis ojos se quedarán atrapados en la luz de los suyos.
— En el pasado conocí a una persona a la que me hubiera gustado ayudar, estar a su lado como lo estoy haciendo contigo. Pero debido a mis propios prejuicios y el qué dirán de los demás, no lo hice. Por lo que estoy solo reparando mis errores al ayudarte.
¡Oh! ¿Así que era algo así como un premio de consolación? ¿Una sustituta?
Si eso no se sintió como un gran balde de agua fría no sé qué más lo haría. Había un mundo de emociones en mi interior. Pero al final, no era como si Max y yo fuéramos algo para cuestionar sus acciones. Solo debía sonreír en agradecimiento por qué él se había cruzado en mi vida, ya que gracias a esa culpa que cargaba en su alma es que ahora mi situación había mejorado. No tenía que sentirme herida. Pero lo hacía.
«Reacciona, Fernanda. No eres Cenicienta y él no es tu príncipe azul. Además, el que se supone que te gusta es Andrew porque estás perdiendo la cabeza por este tipo»
— Muchas gracias de todas maneras — dije con una sonrisa más falsa que la de un payaso de circo.