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El Fin Justifica Los Medios

El Fin Justifica Los Medios

Status: Terminada
Genre:Romance / Completas / Arrogante / Amor-odio / Duque
Popularitas:57.4k
Nilai: 5
nombre de autor: Arane

Lisel, la perspicaz hija del Marqués Luton, enfrenta una encrucijada de vida o muerte tras el súbito coma de su padre. En medio de la vorágine, su madrastra, cuyas ambiciones desmedidas la empujan a usurpar el poder, trama despiadadamente contra ella. En un giro alarmante, Lisel se entera de un complot para casarla con el Príncipe Heredero de Castelar, un hombre cuya oscura fama lo precede por haber asesinado a sus anteriores amantes.

Desesperada, Lisel escapa a los sombríos suburbios de la ciudad, hasta el notorio Callejón del Hambre, un santuario de excesos y libertad. Allí, en un acto de audacia, se entrega a una noche de abandono con un enigmático desconocido, un hombre cuya frialdad solo es superada por su arrogancia. Lo que Lisel cree un encuentro efímero y sin ataduras se convierte en algo más cuando él reaparece, amenazando con descarrilar sus cuidadosos planes.

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Capítulo 18. Impulsivo

Con los brazos fuertemente sujetos por los soldados, Lisel sentía que apenas rozaba el suelo. La transportaban con tanta facilidad que casi parecía flotar en el aire, un espectáculo surrealista en medio del denso bosque.

A medida que se alejaban de la zona de cacería y se adentraban en partes más remotas y silenciosas del bosque, Lisel entendía cada vez más que la situación era peligrosa.

Finalmente, llegaron a una pequeña cabaña que, a primera vista, se veía antigua pero extrañamente limpia.

La estructura de madera estaba desgastada por el tiempo, pero no había signos de abandono total.

Al empujarla dentro, Lisel notó la ausencia de ventanas, lo que aumentaba la sensación de aislamiento. La única fuente de luz era una vela solitaria colocada en el suelo, cuya llama temblorosa proyectaba sombras danzantes en las paredes desnudas.

La habitación contenía poco más que una cama rústica con un colchón que parecía haber visto días mejores.

El aire estaba impregnado de un olor a madera y cera, mezclado con el tenue aroma de la naturaleza circundante que se colaba a través de las grietas.

Lisel se dio cuenta de que este lugar estaba preparado con un propósito específico, y lastimosamente, podía discernir cuál.

La puerta se cerró con un estruendo detrás de Lisel, dejándola sola en la semioscuridad de la cabaña. Acto seguido, el sonido metálico y contundente de varios cerrojos deslizándose en su lugar resonó desde el otro lado de la puerta.

Cada clic de los cerrojos al encajar en su posición era un recordatorio palpable de su confinamiento.

La realidad de su situación se volvió más tangible y aterradora con esos sonidos, dejándola con una sensación de aislamiento y vulnerabilidad en aquel espacio sombrío y desconocido.

Lisel se encontraba en una encrucijada de emociones y decisiones. La presión del momento aceleraba los latidos de su corazón.

El terror inicial, impulsado por la certeza de que el príncipe heredero pronto haría su aparición, había inundado su ser. Pero en un respiro profundo y determinante, logró serenarse.

Su vida había sido un torbellino constante de peligros y amenazas; no se rendiría ahora.

Con una mezcla de valentía y resolución, analizó la habitación en busca de alguna salida, una grieta o debilidad que pudiera aprovechar. Pero su búsqueda fue en vano. El lugar estaba meticulosamente sellado, sin rastro de esperanza de escape.

Con su espalda dolorida contra la pared, la mente de Lisel trabajó a toda velocidad, tejiendo y descartando escenarios, hasta que una idea audaz y desesperada tomó forma.

Recordó el pequeño frasco que llevaba en el bolsillo de su vestimenta, el brebaje que Lucas, el hermano de Deysi, había preparado para ella.

Con mano temblorosa, sacó el frasco, observando su contenido verde oscuro con una mezcla de miedo y determinación.

Las implicaciones de lo que estaba a punto de hacer eran enormes y llenas de incertidumbre. No había garantías de que su plan funcionara, pero era su única oportunidad.

Cerrando los ojos con fuerza, descorchó el tarro con decisión, susurrando una plegaria silenciosa.

Elevando el tarro tembloroso a sus labios, Lisel murmuró con voz apenas audible: "Por favor, Deysi, ayúdame después de esto", antes de acercar el contenido a sus labios entreabiertos.

En aquel momento crítico, cuando Lisel estaba lista para enfrentar el amargo sabor de la desesperación contenida en el brebaje, un golpe inesperado hizo volar el frasco de sus manos, esparciendo su contenido por el suelo desgastado de la cabaña.

Paralizada por el shock, se negó inicialmente a levantar la mirada, temiendo encontrarse con los ojos maliciosos del príncipe.

Sin embargo, la voz que escuchó no pertenecía al heredero al trono, sino a una presencia ya demasiado conocida.

—¿Qué haces? ¿Pensabas suicidarte?

La voz de Alaric, cargada de un tono de seriedad usual, escondía un borde de furia que Lisel no pudo ignorar.

Al mirar hacia arriba, se encontró con los intensos ojos grises del duque, convirtiéndose en el blanco de su ira contenida.

—¿Qué? ¿A ti qué te importa? ¡Eres tan molesto! —exclamó Lisel.

La frustración y la ira inundaron sus palabras.

Alaric, otra vez, interponiéndose en su camino.

A pesar de que debía sentir alivio por no estar frente al príncipe, la rabia por la pérdida del brebaje la consumía.

—¿Por qué siempre tienes que fastidiarme? ¿Qué he hecho para que me odies tanto y desees mi desgracia? ¡No te metas en mis asuntos! ¿Tienes idea de lo difícil que fue conseguir ese brebaje?

Lisel lo encaró con una mezcla de desesperación y rencor.

—Creo que me hago una idea —respondió Alaric con una calma desafiante, aunque su mirada no perdía intensidad.

En ese instante, Lisel recordó que Alaric había sido partícipe, al menos parcialmente, en la dificultosa obtención de uno de los ingredientes.

—Entonces, ¿por qué? —Lisel preguntó, su voz temblorosa revelando cómo la ira cedía paso a la desolación.

—Di lo que quieras, me decepciona la gente que se rinde —replicó Alaric, su tono impasible.

La furia volvió a tomar control de Lisel.

—¡No iba a suicidarme, idiota! ¡Solo iba a fingir mi muerte!

Por primera vez, Lisel observó una genuina perplejidad en los ojos del duque.

No pudo evitar sentir una punzada de satisfacción por haberlo sorprendido ella a él por una vez.

—Ese líquido... —comenzó a explicar— paraliza el cuerpo por 24 horas. Las Lágrimas de Selene ralentizan el corazón hasta casi detenerlo. Pero mezcladas con Rhodiola Rosea y Eleuterococo, proporcionan la adrenalina necesaria para mantener el cuerpo vivo. A simple vista, parecería muerta, pero después de un día, despertaría.

—La Marquesa nunca me daría sepultura en el panteón de los Luton.

Continuó Lisel, su voz ahora cargada de un tono amargo.

—No me considera digna de tal honor. Seguro me enviaría a Whitestone, la tierra fría del norte de mi madre. Afirmaría que lo quería y esparciría rumores para que los nobles hablaran de la joven de la familia Luton que, sabiendo que no es digna, ni siquiera quería ser enterrada en el mausoleo familiar. Sería su último acto de desdén hacia mí, su forma de borrar mi presencia de la familia Luton por completo.

—Habría despertado justo al llegar —las palabras de Lisel se derramaban como un río desbordado con lágrimas bordeando sus ojos.

—Y entonces Deysi... ella habría estado allí para ayudarme. Podría haber despertado en el norte, en un lugar para escapar del país.

Sus palabras se entrecortaban por la emoción.

—Ese brebaje... es tremendamente difícil de conseguir, y era mi única oportunidad. ¡Ahora todo está arruinado por tu culpa!

Exclamó finalmente, dejando que la frustración y la desesperanza tiñeran cada una de sus palabras.

Alaric, que había permanecido en silencio, escuchando atentamente su plan, tomó la palabra.

—No parece un plan muy seguro... es impulsivo —dijo Alaric, su voz calmada contrastaba con la creciente frustración de Lisel.

—¡Impulsivo! —exclamó Lisel, su voz vibrante de desafío y un toque irónico.

—¿Oh, tú crees? No me había dado cuenta.

—Ja.

Una breve risa escapó de Alaric, aunque su expresión se mantenía seria.

Lisel lo miró directamente, su expresión mezclaba firmeza con un atisbo de desespero.

—Lucharé contra todo lo que se interponga. A veces, sé que mis acciones pueden parecer impulsivas y hasta absurdas.

Alaric, con su habitual seriedad, asintió ligeramente, reconociendo su estupidez.

—Como aquella noche —continuó Lisel, con una voz más reflexiva, reviviendo un momento compartido con él.

—Aunque pueda parecer lo contrario, siempre evalúo todas las opciones y trato de sacar el máximo provecho de cada situación.

Alaric se encontró contemplando los ojos verdes y firmes de Lisel.

Un pensamiento involuntario se abrió paso en su mente: la posibilidad de perderse en esos ojos durante mucho tiempo.

Una parte de él, sorprendentemente, ansiaba verlos así siempre, llenos de vida y desafío. Ese deseo se afianzaba, desafiando sus convicciones previas de que ella era un mero elemento estratégico en un plan más amplio.

La intensidad de su mirada lo perturbaba, provocando una lucha interna entre lo que sentía y lo que creía deber sentir.

—Fingir mi muerte es la mejor salida que tengo —continuó Lisel.

—Habría preferido simular un accidente de carruaje en un día lluvioso, nada sospechoso. Quizás cerca de un acantilado. ¡Uy, eso sería perfecto! —gritaba Lisel, con un tono infantil de entusiasmo.

—Tiraría el carruaje al mar y ni siquiera tendría que preocuparme por fingir la muerte con mi cuerpo, ya que todos pensarían que se perdió en el agua. ¡Un plan excelente!

Su voz se tornó melancólica al concluir, una mezcla de deseo y resignación coloreando sus palabras.

—Pero esas oportunidades son raras. Y en la capital, ¡casi nunca llueve!

La declaración soñadora de Lisel, aun en una situación tan desesperada, no dejó de sorprender a Alaric.

Su forma de hablar de fingir un accidente de carruaje con tanta ilusión en sus ojos verdes. Como si se tratara de un sueño fantástico. Le resultó inesperadamente conmovedora.

Alaric se encontró observándola, capturado por la mezcla de desesperación e ingenuidad en su mirada. Por un momento, pensó que le recordaba la imagen de una niña pequeña, llena de entusiasmo, describiendo el regalo de sus sueños.

Al percibir un sentimiento desconocido, Alaric se esforzó por alejar cualquier emoción no deseada, concentrándose en su propósito.

—¿Sabes por qué el príncipe Teodor no entrega los cuerpos de sus víctimas hasta el día siguiente? —preguntó con una seriedad que helaba la sangre.

Lisel lo miró, sus ojos se abrieron ampliamente, impactada al darse cuenta de que Alaric también conocía los asesinatos del Príncipe Heredero.

—Porque disfruta teniéndolos consigo hasta el amanecer, follandose los cadáveres —la voz de Alaric era fría y su expresión se oscureció.

—Es su obra hasta el último momento posible.

En la pequeña cabaña, la tenue luz de la vela proyectaba sombras que oscurecían la mitad del semblante del duque, dándole un aire oscuro y amenazador.

La penumbra que cubría parcialmente su rostro creaba una atmósfera inquietante.

Lisel observó fijamente esos ojos grises, ahora oscurecidos por la semipenumbra, que en ese momento parecían más fríos y despiadados que nunca.

El contraste entre la oscuridad de su expresión y las palabras escalofriantes que pronunciaba infundía terror en ella.

La calma con la que Alaric describía las atrocidades del príncipe heredero emanaba un miedo dentro de Lisel. Originado tanto por sus afirmaciones como por la imperturbable frialdad de la figura que tenía frente a ella.

En la reducida y sombría cabaña, Lisel cayó de rodillas, abrumada por la revelación de Alaric.

El duque no le había dado ninguna prueba, pero ella estaba convencida de que lo que decía era cierto.

Lejos de terminar, el duque aún tenía más para atormentarla.

Sin perder la vista de ella. Alaric se acercó lentamente. Arrodillando una de sus largas piernas en el suelo y colocando la otra semiflexionada.

Su postura, junto con el hecho de su gran altura, hacía que, aunque estuviera semiarrodillado, estuviera aún muy por encima de ella. Así que inclinó ligeramente el torso para acercarse a ella, que mantenía la cabeza casi rozando el suelo.

Apoyo uno de sus brazos casualmente sobre la pierna semiflexionada, el otro que quedaba libre, se dirigió directo al rostro de Lisel.

Con un movimiento abrupto, Alaric agarró su barbilla con fuerza, obligándola a levantar la cabeza y enfrentar su mirada.

—Dime, Lisel —la voz del duque era fría y cortante.

—¿Qué crees que hubiera pasado contigo y tu plan?

1
Sandra Robles
estoy totalmente emocionada ame está historia gracias Autora,por regalarnos tan maravillosa obra!!
Sandra Robles
ahora sí, pensé un montón de veces que estaba embarazada y no era así /Facepalm/
Sandra Robles
si pero está quiere al duque
Sandra Robles
ahora porque se fue, pensé que IVA a quedarce a ayudarlo hasta conseguir la victoria
Sandra Robles
bien de algo sirvió que le salven la vida
Sandra Robles
no que triste la única persona que lo conocía tal cual es
Sandra Robles
jajaja los sorprendieron a todos ,me imagino sus caras /Facepalm//Facepalm/
Sandra Robles
jajaj luc pone en riesgo su vida siguiendola ,si lo ve el duque tan cerca de licet
Sandra Robles
que no vaya a quedarse con luc,yo quiero que vuelva con el duque, hacen una hermosa pareja
Sandra Robles
pobre duque no solo está lejos de licel , si no con la guerra a medio perder
Sandra Robles
perdió la batalla el duque,está perdidamente enamorado
Sandra Robles
vieja zorra
Sandra Robles
más sufrimiento para ella ,no se da cuenta que está enamorada del duque
Sandra Robles
vieja malvada , siempre deseando el mal hasta a su propio hijo
Sandra Robles
y el no piensa hacer algo definitivo para que la dejen en paz ,solo piensa en sus planes y ella sigue en peligro /Frown/
Valentina Diaz
Es la perra de tu madre que anda jodiendo!
Sandra Robles
otra vez a aguantar a estos abusadores, pobre lisel
Sandra Robles
volverá al martirio de los acosadores, el principe y el hermano
Sandra Robles
loco desquiciado, no para de matar personas
Sandra Robles
ese duque es muy duro con ella siempre negandole todo
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