René y Antón, podría decirse que nacieron uno para el otro. pero por decisiones personales, se separaron por un corto periodo de tiempo, el la amo desde que ella estaba dentro del vientre de su madre, es solo que nunca lo dijo ante todos y ella lo amo y sin dudarlo se lo dijo en cuanto lo descubrió, ambos hicieron promesas, pero el fue el primero en romperla, por lo que ella decidió hacer lo mismo, ¿sera que en verdad su destino siempre fue amarse?
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CAPÍTULO 18
RENÉ.
No puedo creer que mi papá no quiera darme un auto de alta velocidad. Quiere darme el auto más lento del mundo. Pero al menos tengo a Juanjo, quien sí puede tener buenos autos y me dejará conducir el suyo, aunque no sé cuál es.
Pero me dijo que es mejor que el que se compró Antón, un Koenigsegg Agera RS 447. Y si es mejor, seguro que con las modificaciones que de seguro le hará Juanjo, será imparable. Ya muero por conducirlo.
Aunque el de Antón no sería nada malo para conducirlo, aunque seguro que el muy idiota no me dejaría porque podría chocar o algo así. Eso es lo que no me gusta de él. Es igual a mi padre y al resto de la familia. Creen que soy frágil y que no podría manejar un auto de alta velocidad.
Pero debo encontrar la forma de tener mi propio auto. Por lo menos hoy obtendré toda la información de lo que hizo Antón todo este tiempo en Rusia. Mi hermana Blanca me lo dirá sin saberlo. Ella habla mucho cuando comemos y como la novedad es que Antón regresó, seguro me cuenta todo.
Aunque me tarde un poco más de lo normal cocinando, pues cuando hablaba con Juanjo me quemé un poco la mano, pero eso se me pasará. Hoy le preparé a Blanca un pollo relleno con verduras, ensalada y puré de papas, un jugo de naranjas y pastel de chocolate. Si Blanca no me cuenta todo después de haber cocinado tanto, la sancionaré.
Cuando terminé de cocinar, dejé todo listo y esperé un momento para luego ir a tomar una ducha. Cuando estaba en el baño, escuché la puerta y como Blanca me escribió que ya venía para acá y con mucha hambre, no me preocupé, supuse que era ella.
Después de una ducha, me cambié, peiné mi cabello y salí descalza a la sala para ver a mi hermana, pero quedé de piedra cuando no solamente los ojos azules de mi hermana me observaron, sino también los hermosos ojos grises de Antón.
—Hola, princesa. Antón vino a saludarme y se quedará a comer con nosotras. Me imagino que cocinaste suficiente para los tres —informa Blanca y de mis labios no salía ninguna palabra, simplemente asentí.
—Perfecto, vayamos al comedor —Blanca arrastró a Antón al comedor y yo fui a la cocina por la comida. Lo llevé todo a la mesa y me senté, pero para mi mala suerte, Antón está frente a mí y no deja de mirarme.
—Espero les guste —comenté y comencé a servir.
—Tu cocina es espectacular. Si a este tonto no le gusta, yo me lo comeré todo —responde Blanca y Antón simplemente la mira sin expresión en el rostro. ¿Cuándo se volvió tan poco expresivo? ¿Qué pensará? No pude evitar mirarlo fijamente mientras pensaba en ello.
Él me miró fijamente a los ojos, pero ya no soy la niña que él dejó hace tres años sola y con inseguridades. Ante él, no él me miró fijamente y yo le sostuve la mirada, no la aparté nunca. Él tiene que saber que no soy la misma de hace casi tres años.
—Antón, ¿y tus amigos cuándo llegan? —preguntó Blanca, causando que él aparte sus ojos de los míos.
—Estarán aquí la noche antes de la graduación con mi abuelo —responde Antón y comienza a comer. En sus ojos pude ver la sorpresa, pero se contuvo de decir algo o de elogiarme.
Cuando él se fue, mi abuela Rocío recién me enseñaba a cocinar y lo poco que él alcanzó a probar no era nada comparado con todo lo que sé ahora.
—Está bueno —comenta Antón tomando un poco de jugo.
—Está riquísimo, hermanita, por eso amo que vengas a verme —dice Blanca.
—Eres una interesada, creí que te gustaba que viniera porque soy tu hermana favorita —comento haciendo un pequeño puchero y después ambas reímos.
Antón nos miraba y sonreía como siempre, así que borré mi sonrisa y lo miré seriamente. Luego, como supuse, Blanca comenzó a hablar de todo lo que hacía Antón en Rusia, o más bien, lo hacía hablar a él. Yo hacía como si no escuchara nada y escribía en mi teléfono, pero la verdad es que sí escuché todo.
Pero lo más importante que escuché es que no tiene novia, solamente tiene tres amigos que vendrán para la graduación a conocer a la familia de Antón. Sé que son dos hermanos y una hermana, no sé qué tan cercana sea su relación con Antón, pero deben tener mucha confianza si viajarán tanto para conocer a la familia.
Yo me limité a comer y a escucharlos a ellos hablar. Resulta que Antón lo único que hizo desde que llegó a Rusia fue trabajar y estudiar, y fue justo en la universidad donde conoció a dos de sus amigos, quienes le presentaron a su hermano mayor.
Es interesante porque, aunque recién termina su carrera, Antón ya tiene un nombre hecho en Rusia y es reconocido junto a sus amigos. Me alegra por él, pero significa que no hay posibilidad de que él se quede, pues debe volver para hacerse cargo de sus negocios.
Me quedé pensativa con respecto a eso y dejé de escucharlos a los dos por un momento, hasta que Blanca me sacó de mis pensamientos.
—Rene —llamó Blanca.
—¿Qué pasa? —pregunté.
—Anton ya se va, ¿qué, tu novio te trae por las nubes? —bromeó Blanca y vi a Anton tensar sus músculos.
—No, yo pensaba en algunas cosas que faltan para la graduación, nada más —respondí.
—Yo me retiro ya, nos vemos Blanca —Antón le dio un beso en la mejilla a Blanca para despedirse y luego rodeó la mesa para hacer lo mismo conmigo —Sigues siendo la niña de ojos verdes más hermosa del mundo —susurró Antón en mi oído y dejó un rápido beso en mi mejilla.
Cada vello de mi cuerpo se erizó ante su contacto. Agradezco que Blanca fuera a acompañarlos a la puerta, pues si me colocaba de pie seguro me caigo. Pero no voy a demostrarle que lo causa en mí, no va a ser tan fácil.
No voy a correr a sus brazos solamente por algunas palabras bonitas y por un beso en la mejilla. Eso jamás. Le va a costar que lo perdone, si es que quiere que lo haga.