**Saga Vannecelli**
Sandra es una joven encantadora y divertida, apasionada por las carreras ilegales de motocicletas. Es hija adoptiva de Santiago Vannecelli, sublíder de la mafia italiana, y de la empresaria María Romero. Desde los 15 años, Sandra se enamoró de su primo Thyler Vannecelli, y juntos hicieron una promesa: informar a su familia sobre su relación cuando ella cumpriera 17 años. Sin embargo, el gran día llegó y nada salió como esperaban. A partir de ese momento, la vida de Sandra se convierte en un caos, repleto de traiciones, lujuria, odio y amor.
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Capítulo 15 Nuestra apuesta
Sandra Vannecelli
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-Escuché varios golpes en la puerta. Era la voz de Renzo que me pedía- Sandra, abre la puerta, necesitamos hablar. Sé que estás confundida por lo que ocurrió, pero yo puedo...
-Decidí abrir la puerta y le respondí- Entra, Renzo. No quiero que nadie nos escuche.
-Al verlo entrar, me dijo- Sé que me ves como tu primo y que estás confundida por haberte entregado a mí. Sin embargo, mi pitufina, estoy sintiendo cosas por ti. Si tan solo me dieras una oportunidad, te prometo que...
– Lo interrumpo y le digo- Basta, Renzo. Quiero que entiendas que entre nosotros no habrá nada. Lo que ocurrió esa noche fue un gran error del que me arrepiento. Debes comprenderlo de una vez. Por favor, no me hagas las cosas más difíciles. Te pido que te retire.
- Su expresión refleja tristeza y me responde- Lo entiendo, pero no pienso rendirme.
-Lo veo salir de la habitación y cerrar la puerta tras de sí. Suspiro profundamente y me dirijo al closet en busca de ropa para esta noche. Durante toda la tarde me he puesto al día con mis trabajos escolares, y al finalizar, noto en mi reloj que son las nueve de la noche. Decido entrar al baño, tomar una ducha y prepararme.
Recogo mi cabello en una coleta y, al salir de la mansión, la empleada Victoria me observa. Le digo-señora Victoria, en caso de que Caeli inquire por mí o por mis padres, le agradecería que le dijera que me fui a dormir a la casa de una amiga.
-Ella me respondió- Sí, señorita, por favor, cuídese.
-Salí de la mansión y me subí al auto que mi padre me regaló por mi cumpleaños. Me dirigí a la casa de Brayan y Fernando. Al llegar, abrí la puerta y los encontré en la sala. Brayan me dijo- Sandra, casi no llegas; ya son más de las 10. Siempre llegas tarde
BRAYAN
-Le respondí- Solo tardé 5 minutos, qué dramático eres.
-Fernando, acercándose me dice- Te esperaría toda una vida, cariño. Te ves verdaderamente hermosa.
Fernando
-Le sonrío y le respondo-Lo sé, siempre he sido hermosa. Dime algo que no sepa.
-Los tres salimos de la casa y nos dirigimos al vehículo de Fernando. Tras 40 minutos de viaje, llegamos a una bodega a las afueras de la ciudad, donde había una gran multitud de personas. Fernando aparcó el auto y, al bajar, nos dirigimos hacia la entrada. Fernando conversó con uno de los asistentes, lo que nos permitió ingresar. Al observar el lugar, noté que dos hombres estaban peleando en medio de un grupo de espectadores que vitoreaban emocionados. Fernando me tomó de la mano y, al verme emocionada, Brayan me susurró desde detrás- No lo pienses, Sandra, solo venimos a ver y a hacer apuesta.
- Le sonrío y le digo-Tranquilo, solo vengo a divertirme.
- Continuamos caminando hasta quedarnos frente a un hombre que me observa de abajo hacia arriba y comenta- ¿Qué hace esta niña aquí? Fernando, te permito que tú y tu hermano vengan porque me agradan, pero ahora traes a esta niña. No abuses.
- Yo arqueo una ceja y le respondo con una voz irritada-No soy una niña.
- Él sonríe y me dice- Claro que lo eres, apuesto a que no tienes ni 18 años.
-Yo giro los ojos y le digo- Has acertado, pero ya no soy una niña. Si estoy aquí es porque quiero luchar. ¿Podrías decirme cuánto dinero esta en juego por ganar la pelea?'
-Él se ríe a carcajadas. Fernando me mira y, al igual que Brayan, me dice- ¿Qué estás diciendo, Sandra? Estás loca. No puedes pelear. Aquí, las mujeres, al igual que los hombres, son unos salvajes. Si te enfrentas a ellos, terminarás en la clínica. Habíamos acordado que solo haríamos apuestas.
-El hombre, al dejar de reír, me dijo-Hazle caso a tus amigos, esto no es un juego para niños. Por hacerme reír, dejaré que te quedes.
-Yo, sonriendo, le respondí- Apostemos. Puedo ganarle a cualquiera, ¿acaso tienes miedo de apostar con una niña como yo?
-Él se acercó a mí y, con confianza, me dijo- No le tengo miedo a nada ni a nadie. Acepto tu apuesta. Si ganas, te daré 500 euros y te permitiré venir cada vez que quieras. Pero si pierdes, no volverás y me darás 500 euros. ¿Te parece bien?
-Ambos estrechamos las manos. Le digo- Perfecto.
-Él sonríe de lado y suelta mi mano. Observo cómo concluye la pelea; ese hombre llamado Emiliano no deja de mirarme,
EMILIANO
lo cual me resulta incómodo. Decido ignorarlo mientras escucho a Brayan y Fernando pidiéndome que abandone esta locura. Simplemente muevo la cabeza en señal de rechazo.-