A veces, el amor llega justo cuando uno ha dejado de esperarlo.
Después de una historia marcada por el engaño y la humillación, Ángela ha aprendido a sobrevivir entre silencios y rutinas. En el elegante hotel donde trabaja, todo parece tener un orden perfecto… hasta que conoce a David Silva, un futbolista reconocido que esconde tras su sonrisa el vacío de una vida que perdió sentido.
Ella busca olvidar.
Él intenta no rendirse.
Y en medio del ruido del mundo, descubren un espacio solo suyo, donde el tiempo se detiene y los corazones se atreven a sentir otra vez.
Pero no todos los amores son bienvenidos.
Entre la diferencia de edades, los juicios y los secretos, su historia se convierte en un susurro prohibido que amenaza con romperles el alma.
Porque hay amores que nacen donde no deberían…
NovelToon tiene autorización de Angela Cardona para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
¿un amigo?
Había pasado ya un mes desde aquella conversación en la que sus miradas se cruzaron con más verdad que palabras. En ese tiempo, David y Ángela habían mantenido un contacto constante. Mensajes cada mañana, conversaciones que se extendían hasta la madrugada, y un par de cenas en las que, entre risas y silencios, se fueron conociendo un poco más. No era un romance formal ni algo que hubieran definido, pero entre ellos había una conexión que crecía sin pedir permiso.
David, por su parte, había retomado su rutina con fuerza. Compartió días enteros con sus hijos, volvió a firmar contrato con Fuerza Azul y asistió a entrevistas, premiaciones y compromisos con los patrocinadores. En medio de todo, cada pausa o momento libre lo usaba para escribirle a Ángela. Sus mensajes eran atentos, llenos de interés genuino, pero también dejaban entrever una ternura que solo ella lograba despertar en él.
Ángela, en cambio, llevaba su vida con más calma. El hotel había bajado su ritmo tras el cierre de la temporada futbolera, y eso le permitió dedicar más tiempo a sus hijos y a su familia. Sus días transcurrían entre el trabajo, los juegos con los niños, las charlas con su hermana y los mensajes que recibía de David, que con el tiempo se volvieron parte de su rutina más esperada. Salieron un par de veces a cenar; en una de esas noches, entre luces tenues y copas medio vacías, volvieron a besarse. Fue un beso distinto, más tranquilo, pero con la misma intensidad de aquel primero. Ninguno de los dos sabía a dónde los llevaría todo aquello, pero ambos disfrutaban el proceso de descubrirlo.
El amanecer de aquel domingo llegó con una luz suave que se filtraba por la ventana de Ángela. Se levantó temprano, como siempre, y preparó el desayuno para sus hijos. Entre risas y pequeños juegos, la mañana se fue llenando de vida. En casa reinaba la armonía. Como era costumbre los domingos, Maty —su sobrino— tenía partido con su escuela de fútbol, y la familia entera planeaba acompañarlo para apoyarlo en su sueño.
Ángela se vistió con ropa cómoda, ayudó a los niños a arreglarse y esperó la llegada de su cuñado, que pasaría por ellos en su camioneta. En cuanto subieron, el ambiente se llenó de risas, bromas y consejos para Maty, que escuchaba con una sonrisa nerviosa mientras todos intentaban animarlo antes del partido.
A la misma hora, en otro punto de la ciudad, David también despertaba. Pasó la mañana jugando con sus hijos, desayunaron juntos y rieron como hacía tiempo no lo hacían. Al final, los llevó al apartamento de Diana, su ex pareja. Ella lo recibió con amabilidad y le pidió que se quedara un rato, pero David, con tacto, se excusó. “Tengo un par de cosas que hacer”, dijo con una sonrisa leve antes de marcharse.
Una vez solo, subió a su lujosa camioneta, puso música suave y, mientras el semáforo marcaba rojo, tomó el celular. Escribió:
“Hola hermosa, ¿cómo estás? Te invito a almorzar con tus hijos. Quiero conocerlos, no sé si te parezca bien. Tranquila, como amigos. Sé que estarás con ellos, y eso lo respeto.”
En el carro familiar, Ángela y los suyos iban entre carcajadas y comentarios sobre el partido. De pronto, sonó su notificación. Miró la pantalla, y al ver el nombre de David, una sonrisa discreta se dibujó en su rostro. Abrió el mensaje y respondió:
“Hola, buenas tardes. Ya muy bien, gracias. ¿Y tú, cómo estás? ¿Cómo te fue con tus hijos? David, lo siento, ya tengo planes hoy. Le prometí a mi sobrino que iríamos a ver su partido, no puedo.”
David leyó el mensaje mientras avanzaba por la avenida. Sus labios se curvaron en una sonrisa, y sus dedos teclearon rápido:
“Me alegra que estés bien, hermosa. Bien, tuvimos una linda noche de juegos de mesa, pizza y películas. Ya los dejé donde su mamá. Ah, ya tienes planes, lo entiendo… aunque quería verte. ¿Sería muy atrevido de mi parte pedirte ir a ese partido? Digo, una buena oportunidad para conocer a tu familia.”
El corazón de Ángela dio un pequeño salto. Lo leyó dos veces antes de contestar:
“¿En serio, David? ¿Quieres eso? Va a estar toda mi familia… ¿estás seguro?”
Él no dudó:
“Muy seguro. Digo, si no hay ningún problema.”
Ella respiró profundo antes de escribir:
“Pues no sé cómo decirles que David Silva va a estar compartiendo con nosotros, jajaja. Está bien, les voy a preguntar si se puede entrar una persona más y te confirmo, ¿te parece?”
“Dale, hermosa. Te espero”, respondió él.
Con una mezcla de nervios y ternura, Ángela miró a su familia y dijo:
—Familia… ¿les puedo preguntar algo?
Su hermana Claudia, sin sospechar nada, respondió con una sonrisa:
—Claro, di pues.
—¿Creen que pueda entrar una persona más a ver el partido de Maty? Es que… quiero presentarles a un amigo.
El carro estalló en risas y comentarios. La sorprendieron, pero también se alegraron. Hacía más de un año que no la veían así, con esa emoción en los ojos.
—Claro que sí, hermanita —contestó Claudia divertida—. El partido es en campo abierto, puede entrar quien quiera. Pero dime, ¿quién es el dichoso amigo?
—Ya lo conocerán —dijo Ángela riendo—. Pásame la ubicación para enviársela.
A los pocos segundos, le escribió a David:
“Listo, no hay problema. Dijeron que sí podías ir. Te paso la ubicación. Jajaja, ya no hay marcha atrás, vas a conocer a mi familia.”
“Perfecto, hermosa. Estoy a unos 40 minutos. Y tranquila, seré muy respetuoso. Me pone feliz ser parte de tu vida y conocerlos. Solo dime, ¿les dijiste quién soy?”
“Gracias por ser tan lindo conmigo. No, no les dije. Será sorpresa”, escribió ella, sonriendo.
“No tienes que agradecer. Tú inspiras eso y mucho más —respondió él, con tono juguetón—. Vale, hermosa, sorpresa será. Nos vemos en un rato.”
Ángela soltó un suspiro profundo, entre emoción y nervios, mientras el carro avanzaba rumbo al coliseo. Su corazón latía distinto, como si presintiera que aquel domingo no sería uno más.
Su apoyo me motiva muchísimo a seguir escribiendo y avanzando con esta historia. ¡Gracias de corazón por acompañarme en este camino! ✨