La Manzana Del Pecado.

El día después

La mañana se filtraba a través de las cortinas gruesas de la fortaleza, trayendo consigo un aire fresco y el sonido lejano del entrenamiento en el patio. Rosana se despertó más tarde de lo habitual; la conversación con Liam la noche anterior y… el beso con Gael aún la mantenían inquieta.

Sabía que nada había pasado inadvertido. Los bandidos eran muchas cosas, pero ingenuos no. Algo en la manera en que la miraban durante el desayuno le confirmaba que su propuesta de que todos pudieran quedarse a su lado había encendido una chispa peligrosa. Y ahora, ninguno parecía dispuesto a dejar pasar la oportunidad.

Gael.

El segundo asalto

El primero en buscarla fue, naturalmente, Gael. La encontró en la galería, revisando unos pergaminos. Caminó hacia ella con su paso seguro, ese que siempre parecía medir el terreno antes de actuar.

—Anoche no dormí mucho —dijo él, sin preámbulos.

Rosana fingió concentrarse en el pergamino.

—Tal vez deberías descansar más.

—No… —Gael se acercó, inclinándose sobre la mesa—. Prefiero no perder el tiempo.

Ella levantó la mirada, encontrándose con esos ojos oscuros que parecían querer leerla por dentro. Gael extendió la mano y, sin pedir permiso, tomó un mechón suelto de su cabello, enredándolo entre sus dedos antes de soltarlo con suavidad.

—Lo pensé, princesa… y no me importa si los demás quieren lo mismo que yo. No voy a darles ventaja.

Rosana arqueó una ceja, intentando mantener la calma.

—¿Estás insinuando que esto es una competencia?

—No —su voz bajó a un susurro, casi rozando su oído—. Estoy afirmando que es una batalla… y yo no pierdo batallas.

Antes de que ella pudiera replicar, Gael se apartó, dejando tras de sí un leve aroma a cuero y humo… y la clara sensación de que esa “batalla” apenas empezaba.

Nikolai.

El beso robado

El entrenamiento de la tarde fue más intenso de lo habitual. Nikolai, con su habitual precisión y fuerza, parecía exigirle más de lo normal. Rosana estaba empapada de sudor, los músculos tensos, intentando seguir el ritmo.

—Otra vez —ordenó él, corrigiendo su postura con las manos, guiando sus brazos para bloquear un ataque.

Rosana intentó golpear, pero él atrapó su muñeca y la giró con una rapidez que la dejó sin escapatoria. Quedó atrapada contra su pecho, respirando agitada.

—Eres rápida… pero aún dejas espacios abiertos —murmuró cerca de su oído.

—Tal vez —replicó ella, intentando liberarse—, pero aún puedo…

No terminó la frase. Nikolai, en un movimiento tan inesperado como veloz, inclinó el rostro y atrapó sus labios en un beso firme, breve, pero lo bastante intenso para robarle el aliento. Fue apenas un instante, lo justo para que ella lo sintiera, y luego se apartó, sonriendo con un brillo travieso en la mirada.

—Espacios… como ese —dijo, soltándola.

Rosana se quedó inmóvil, intentando procesar lo que acababa de pasar. Nikolai, sin esperar respuesta, volvió a tomar la espada de entrenamiento y dijo:

—Desde el principio, princesa.

Ella no sabía si odiarlo por la osadía o… agradecerle por el impulso que acababa de despertar.

Rurik.

El desayuno peligroso

La mañana siguiente, Rosana se sorprendió al escuchar un golpecito en la puerta de su habitación. Al abrir, encontró a Rurik, sosteniendo una bandeja.

—Pensé que después de tantas reuniones y entrenamientos… te vendría bien algo diferente —dijo, entrando sin esperar invitación.

Sobre la bandeja había pan caliente, queso, y un cuenco con frutas frescas. Rurik dejó todo sobre la mesa y se sentó frente a ella, mirándola con esa calma suya que siempre escondía algo más.

—¿Tú preparaste esto? —preguntó Rosana, tomando una fresa.

—Cada tanto me gusta demostrar que sirvo para algo más que blandir un hacha —respondió él, con una media sonrisa.

Ella mordió la fruta, y el jugo dulce le tiñó los labios. Fue entonces cuando Rurik se inclinó un poco más, quedando peligrosamente cerca.

—¿Rico? —preguntó, su voz más baja de lo normal.

Rosana, atrapada por la intensidad de su mirada, solo pudo asentir.

Rurik sonrió, y antes de que ella pudiera apartarse, se inclinó aún más y rozó sus labios con los suyos, apenas lo suficiente para saborear el rastro de la fruta.

—Definitivamente deliciosa… —susurró, separándose lentamente y volviendo a su asiento como si nada hubiera pasado.

Rosana sintió el corazón acelerado. Ese juego sutil, ese atrevimiento disfrazado de inocencia, era tan peligroso como cualquier arma.

El resto del día, la tensión en el grupo era palpable. Gael la observaba con una mezcla de desafío y orgullo, Nikolai parecía más satisfecho que de costumbre, y Rurik… bueno, su sonrisa tranquila ahora tenía un matiz distinto.

Rosana comprendía que su propuesta había cambiado el equilibrio. Lo que antes era camaradería ahora se mezclaba con algo más intenso, más personal. Y, aunque una parte de ella sabía que aquello podía ser un problema, otra… no podía evitar sentir que cada mirada, cada roce, encendía una llama que no quería apagar.