—Divorciémonos.
La voz de Alessio Albrecht cortó el silencio como un bisturí, precisa y sin emociones. Ni siquiera se dignó a mirar al hombre que había sido su esposo durante ocho largos años. Frente a él, Enzo Volkov entrecerró los ojos, cruzándose de brazos con frialdad.
—¿Quieres separarte mi ahora?
Ocho años atrás, Alessio, quien no era el verdadero villano. Solo era un hombre que despertó atrapado en el cuerpo del antagonista de una novela BL escrita por su compañera de oficina. En ese mundo ficticio, su personaje era cruel, obsesivo y dispuesto a cualquier cosa para separar al protagonista de su verdadero amor.
Se enamoró de Enzo Volkov y lo obligo a comprometerse y contraer matrimonio con él. Finalmente, después de 8 años, su amor no fue correspondido, Y así, un día, harto del eco de su propia culpa y su amor no fue correspondido, solicitó el divorcio.
Un día sucedió un accidente. Un segundo de descuido. Un camión. Y entonces, la segunda oportunidad.
NovelToon tiene autorización de Alexa_san❣ para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
16
Alessio aún no lograba asimilar lo que acababa de escuchar. Su cuerpo se tensó aún más cuando sintió una caricia inesperada en su mejilla. La mano de Enzo, tibia y firme, se deslizaba con una delicadeza impropia de todo lo que él representaba. Alessio lo miró de reojo, su respiración un poco agitada. Su mente era un torbellino de pensamientos.
¿De verdad Enzo planeaba casarse con él? ¿Ese mismo Enzo que lo rechazó durante ocho años?
La ira y la incredulidad se apoderaron de su pecho. Apretó los labios y frunció el ceño con fuerza antes de apartar bruscamente la mano de Enzo.
—No seas loco, tú me odias —espetó, con una mezcla de dolor y rabia en su voz.
Enzo, en lugar de molestarse, bajó la mirada hacia su mano ahora vacía, como si analizara la situación desde un ángulo que solo él comprendía. Luego alzó la vista y preguntó con voz calmada:
—¿Yo?
Alessio bufó con frustración.
—¡Sí! —gritó sin poder evitarlo—. ¡Tú me odias!
Pero Enzo no se inmutó. En lugar de defenderse o negarlo, inclinó apenas la cabeza, curioso, como si examinara una grieta en un cristal.
—¿Cuándo dije que te odiaba?
Alessio abrió la boca, dispuesto a responder, pero fue interrumpido antes de que pudiera decir algo.
—¿Has intentado conocerme de verdad? Dijiste que te gustaba por mi apariencia.
El silencio cayó de golpe. Alessio sintió cómo su respiración se detenía un segundo.
Eso…
Eso lo había dicho.
Un recuerdo enterrado emergió con nitidez: la primera vez que le confesó a Enzo sus sentimientos, nervioso, tembloroso, buscando la manera de llamar su atención. Cuando Enzo le preguntó qué le gustaba de él, su respuesta fue vacía, superficial. "Tu tipo es justo mi ideal. Alto, fuerte, ojos bonitos… me gustas desde que te vi."
Y aunque en ese entonces no lo pensó demasiado, Enzo sí lo hizo. Lo suficiente para grabarlo en su memoria.
Porque al principio, eso era todo. Solo una atracción física. Alessio buscaba a alguien perfecto, alguien que encajara con su lista de deseos. Alto, con el cabello oscuro como la noche, ojos color miel que a veces parecían dorados, mandíbula definida y un cuerpo trabajado… Enzo cumplía cada una de esas casillas.
Y por eso usó su posición, su ventaja como “antagonista”, para obligarlo al compromiso. Porque estaba convencido de que lo amaba… pero no era amor. No al principio.
Pero luego de que se casaran…
Las cosas cambiaron.
Se había enamorado con el tiempo, después, cuando ya estaban casados. Cuando lo vio dormir con el ceño fruncido. Cómo tomaba su taza de té. O la manera en que callaba cuando estaba molesto. Sus silencios, sus rarezas, sus gestos. Todo eso comenzó a importarle más que cualquier apariencia. Se enamoró de todos esos momentos pequeños. Irónicos, porque el amor llegó después de tenerlo.
Pero ahora… mirando los ojos de Enzo, su expresión confundida, Alessio sintió una punzada amarga.
Todo había sido unilateral. Un espejismo alimentado por su obsesión.
—No estamos destinados a estar juntos —murmuró, casi sin darse cuenta de que lo decía en voz alta.
Y por primera vez desde que se reencontraron… Enzo no sonrió.
Alessio suspiró largo y pesado, como si con ese simple acto pudiera sacarse de encima el torbellino de emociones que lo sofocaban. Apoyó la frente contra el volante del auto, cerrando los ojos un momento antes de girarse apenas para mirar a Enzo.
—Además… no te gusté lo suficiente como para que te casaras conmigo —dijo con una voz apagada, casi resignada.
Enzo no respondió. El silencio que cayó fue espeso, casi incómodo. Pero Alessio lo conocía. Sabía que ese silencio no era por duda, sino porque estaba procesando sus palabras con esa calma irritante que siempre lo caracterizó.
Aprovechando el momento, Alessio continuó, más sereno pero con el corazón encogiéndosele en el pecho:
—Es mejor terminar esto aquí.
Al decirlo, sintió como si una cadena invisible se rompiera dentro de él. Una parte dolía… pero otra se sintió libre, liberada de ese lazo que llevaba años arrastrando.
Sin embargo, la tranquilidad duró apenas segundos.
—No puedo hacer eso —soltó Enzo de pronto, con una voz suave pero firme.
Alessio se enderezó en el asiento, frunciendo el ceño con molestia. Lo miró con dureza, como si no pudiera creer lo que escuchaba. ¿Por qué seguía diciendo tonterías? ¿Quería confundirlo más de lo que ya estaba?
Y entonces lo soltó, sin filtros, sin contenerse.
—Entonces dime… ¿Puedes besarme? ¡No! ¡No puedes!
Su voz tembló, no de miedo, sino de una rabia contenida por años.
—Además… ni siquiera sé si podría convivir con un delta del que solo quizás se registre el matrimonio y ya —añadió con amargura.
Las palabras pesaban como plomo. Le pesaban a él, porque conocía la verdad detrás de ellas.
Recordaba ese matrimonio.
Esa fachada.
Uniones frías, vacías.
Fotos cuidadosamente preparadas, apariciones públicas llenas de sonrisas falsas.
Y en casa…
Silencios.
Silencios que eran cuchillos.
No hubo amor. Nunca fue mutuo.
Y Alessio, que alguna vez soñó con que ese teatro se convirtiera en realidad, terminó hundido en una tristeza muda, que solo ahora, con esta segunda oportunidad en la línea del tiempo, comprendía del todo.
No,se dijo a sí mismo. Esta vez no repetiré esa historia. Esta vez viviré diferente.
Estaba convencido de que Enzo solo decía todo eso por impulso. Por las emociones intensas que desbordaban el momento. Por celos. Por orgullo. Porque antes de la regresión… Enzo nunca lo besó. Ni una sola vez. Eso lo decía todo.
Pero ese recuerdo, junto con sus pensamientos, se desvaneció de la mente de Alessio cuando Enzo, que había guardado silencio todo ese tiempo, de pronto alzó la mano y lo sujetó suavemente del cuello, atrayéndolo hacia él. Alessio abrió los ojos, sorprendido, justo antes de que sus labios se encontraran.
Por años había imaginado cómo sería ese momento. Había pensado que, si alguna vez pasaba, sería delicado… quizás incluso tierno. Pero la realidad lo desbordó. El beso no fue tímido ni vacilante, sino intenso, abrumador. El calor de Enzo lo envolvió, su proximidad lo hacía imposible de ignorar.
Sintió cómo la lengua caliente del contrario se deslizaba en su cavidad bucal. La lengua de Enzo era gruesa y caliente. El solo hecho de que entrara hizo que su boca se llenara. Al mismo tiempo, la lengua se enredó y frotó con la de Alessio. Su mente quedó en blanco y un pequeño gemido escapó de su boca
—Agh
Al contrario de su apariencia, Enzo fue agresivo sosteniéndolo por las mejillas con ambas manos y lo siguió besando agresivamente. Su lengua recorría la boca de Alessio chupando cada centímetro, desde los dientes hasta la base de su lengua.
Aunque Alessio había besado a muchas personas en su vida pasada, antes de transmigrar, nunca lo habían besado así, tan desesperado y brusco.
Trató de recuperar el aliento, de separarse un poco, pero Enzo no cedía fácilmente. Su cuerpo se inclinó, cubriéndolo parcialmente en el asiento del conductor. El ambiente del auto, ya de por sí reducido, se volvió opresivo, cargado de emociones reprimidas y feromonas que comenzaban a saturar el aire.
—Agh… espera… Enzo… detente… —murmuró Alessio, finalmente, con la voz entrecortada mientras apoyaba una mano contra su pecho, intentando poner una barrera entre ellos.
Sus palabras flotaron en el silencio denso. El aliento de ambos se mezclaba en el aire cargado, y por un segundo, lo único que Alessio pudo sentir fue ese corazón que, por tanto tiempo, pensó que nunca podría alcanzar.
Y aun así… ahora que lo tenía tan cerca, todo le parecía más confuso que nunca.
Los ojos de Enzo, normalmente de un tono miel cálido, ahora estaban oscurecidos, brillantes por un deseo que no se molestaba en ocultar. Alessio lo empujaba con dificultad, y, por un instante, hubo un respiro. Sus labios por fin se separaron. Enzo exhaló con fuerza, como si hubiera contenido el aire demasiado tiempo, y ese suspiro, cargado de hambre, provocó un escalofrío involuntario en el cuerpo de Alessio.
—¡Detente, quítate! —intentó decir con firmeza, pero no alcanzó a terminar la frase. Enzo volvió a apoderarse de su boca con un beso profundo, violento y demandante. Esta vez no hubo espacio para respirar, no hubo tregua. Alessio sintió cómo se le cortaba el aire, su pecho se agitaba con urgencia, y golpeó el pecho de Enzo con las manos abiertas, exigiendo espacio.
Finalmente, cuando se separaron, Alessio jadeaba, buscando aire con desesperación. Su cuerpo temblaba ligeramente. La saliva resbalaba por su barbilla, pero ni siquiera tenía fuerzas para limpiarla. Su mente trataba de comprender qué acababa de suceder… qué significaba todo eso.
Enzo lo miraba fijamente, su respiración también agitada, su mirada afilada como la de un cazador que había probado sangre por primera vez.
—Haaah… haaah… ¿Ya terminaste? —espetó Alessio con voz quebrada, aun sin poder mirarlo del todo a los ojos.
—¿Qué? —respondió Enzo, pero su atención no estaba en las palabras. Sus ojos se centraron en los labios entreabiertos de Alessio, como si aún lo llamaran. Con movimientos pausados, casi cuidadosos, Enzo tocó su barbilla, limpiando los restos de saliva con sus dedos. Su sonrisa fue ladina, peligrosa.
—No tengo la intención de ser un esposo de papel para ti —susurró, y sus labios se acercaron de nuevo, rozando la comisura de los de Alessio en un gesto inesperadamente tierno.
El contacto leve, casi reverente, contrastó con la intensidad anterior. Fue un roce tan suave, pero tan intencional, que hizo que un escalofrío descendiera por la espalda de Alessio. Su cuerpo tembló y sus ojos se cerraron por reflejo.
De pronto, el sonido agudo e insistente de un teléfono rompió el silencio.
—Riiing… Riiing… Riiing…
Ambos se sobresaltaron, separándose como si el timbre fuera una alarma que los despertara de un trance. Alessio parpadeó, aún desorientado, mientras el sonido seguía llenando el interior del auto. Él sabía que no era su teléfono —siempre lo mantenía en silencio cuando trabajaba. Así que solo podía ser uno: el de Enzo.
Alessio desvió la mirada hacia el abrigo de Enzo y murmuró con voz baja, algo tensa.
—Debe ser importante. Contesta.
Enzo lo miró, dudando, como si el simple acto de tomar esa llamada significara romper algo invisible entre ellos. Abrió la boca para refutar, pero Alessio no le dio la oportunidad.
—Es ruidoso —insistió sin mirarlo—. Contesta.
Enzo vaciló unos segundos más, luego, en silencio, sacó el celular del bolsillo de su abrigo. Tan pronto como vio el nombre en la pantalla, su rostro cambió. Su expresión se endureció como si una máscara hubiera descendido sobre él, y sin decir una palabra más, abrió la puerta y bajó del auto.
El golpe sordo de la puerta al cerrarse dejó un eco incómodo en el pecho de Alessio.
Suspiró profundamente y se recostó contra el respaldo, como si su cuerpo, de pronto, recordara el peso del momento. Su mano subió con lentitud hasta sus labios, los tocó con la yema de los dedos. Aún sentía un leve cosquilleo, un calor sutil donde Enzo lo había besado. Sus dedos temblaron un poco.
"Esto realmente está pasando…", pensó.
Pero no supo si esa certeza lo aliviaba o lo asustaba más.
Volvió la cabeza hacia la ventana. A través del cristal vio a Enzo hablando, con la espalda recta, una mano en el bolsillo, y la otra sosteniendo el teléfono. Su postura era tensa, distante. Parecía el Enzo de antes. El que le daba la espalda.
Una punzada de inseguridad cruzó por el pecho de Alessio. Apretó el volante con ambas manos. ¿Qué debía hacer ahora? ¿Esperar? ¿Pretender que todo estaba bien?
Pasó ambas manos por su cabello, y su respiración se hizo más agitada. No quería volver a repetir su historia. No otra vez. Impulsivamente, como quien se lanza antes de pensar, giró la llave.
El motor rugió y, sin mirar atrás, Alessio pisó el acelerador.
Al final… terminó huyendo.
Otra vez.
la pregunta es el es el de la novela cundo hizo que se separen o era el hermano original el que hizo que se separen ?