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LA DUQUESA SIN CORAZON

LA DUQUESA SIN CORAZON

Status: Terminada
Genre:Matrimonio contratado / Amor tras matrimonio / Traiciones y engaños / Venganza de la protagonista / Completas
Popularitas:38.9k
Nilai: 4.9
nombre de autor: CINTHIA VANESSA BARROS

En esta historia, se encontrarán con Ángel, una niña que fue abandonada al nacer y creció en una abadía, donde un grupo de religiosas le ofreció amor y cuidado. Sin embargo, a medida que Ángel va creciendo, comienza a sentir un vacío en su interior: el anhelo de tener un padre, como los demás niños que la rodean. A pesar de su deseo, no se atreve a manifestar sus sentimientos por miedo a lastimar a quienes la han criado, y su vida tomará un giro inesperado una noche fatídica.

Una enigmática mujer aparece y le revela a Ángel un oscuro secreto: es una heredera y debe buscar venganza por la muerte de su madre. Así inicia su transformación en la Duquesa Sin Corazón, una niña destinada a cumplir con un legado de venganza que no es suyo. ¿Qué elecciones hará Ángel en su camino? ¿Podrá encontrar su verdadera identidad en medio de la oscuridad que la rodea?

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CAPITULO 16 EL ÚLTIMO ALIENTO DE LA DUQUESA.

CAPITULO 16 EL ÚLTIMO ALIENTO DE LA DUQUESA.

NARRADOR.

Durante diez largos años, Ángel se dedicó a prepararse en silencio. No fue un camino sencillo. Al inicio, la joven sentía que todo lo que era había sido destruido y sustituido: su identidad, su fe, su entorno. La abadía se convirtió en un eco distante, y la imagen de su madre —guardada en ese retrato que atesoraba— se transformó en su mayor motivación.

Ágata era tan fuerte como el acero y solo mostraba calidez cuando consideraba que era necesario. Sin embargo, su presencia constante, las lecciones que impartía, y su manera de ver el mundo con desconfianza y cálculo, moldearon a Ángel, dándole una mente aguda, un espíritu robusto y un corazón que anhelaba justicia.

Recibió educación de tutores destacados, aprendió varios idiomas, la historia del reino y del ducado, tácticas políticas, técnicas de autodefensa discreta, artes, modales, habilidades de oratoria, los códigos de la nobleza y las reglas tácitas de la corte.

Así, se transformó en una dama refinada por fuera, pero en una hábil estratega por dentro.

Con el tiempo, el semblante de su abuela comenzó a desvanecerse.

Mientras que muchos creían que estaba consumida por una enfermedad, solo Ángel sabía que la duquesa en realidad solo estaba fatigada. El peso de los años, la pérdida de su hija, el exilio emocional y la constante preocupación por mantener a su nieta en las sombras, la habían desgastado más que cualquier mal físico.

Un día de otoño, llegó la carta.

Una hoja manuscrita con tinta oscura y una caligrafía impecable:

“El momento se aproxima. Debes venir. No como niña. Como heredera. Tu puesto te espera.”

Ángel comprendió que no había vuelta atrás.

Se despidió de la propiedad donde se había mantenido oculta durante ese tiempo, subió al carruaje con Sor Mari, que seguía a su lado como una madre silenciosa, y se dirigió a la capital desconocida, como una sombra.

Días antes de que se difundiera la noticia del fallecimiento de la duquesa, Ángel ya había llegado.

Se vestía con discreción: en tonos grises, con un sombrero sencillo y un velo que cubría parte de su rostro. Nadie la reconocía. Nadie sabía que la hija de Ángela de Manchester había regresado al corazón del reino.

Esa noche, cuando el reloj marcó la medianoche, Sor Mari la guió hacia la habitación privada de la duquesa.

Las estancias estaban sumidas en penumbra. Las ventanas cerradas, el fuego bajo, y el aire impregnado con el aroma a lavanda y hojas secas. Sobre la amplia cama con dosel, Ágata yacía como una reina en sueños, con la piel pálida y los ojos entrecerrados.

—Abuela… —murmuró Ángel al acercarse.

Los ojos de la duquesa se abrieron con lentitud. No había asombro. Solo una calma sabia.

—Has llegado… —dijo con voz débil pero firme—. Te he estado esperando.

Ángel se arrodilló al lado de la cama y tomó la mano de su abuela.

—¿Por qué me llamaste tan pronto? No estás tan mal. . .  podrías vivir más tiempo.

Ágata esbozó una sonrisa triste.

—He vivido lo suficiente. He hecho lo que necesitaba hacer. Lo demás. . .  es tuyo.

—No estoy lista.

—Sí lo estás. Simplemente aún no lo sabes.

Silencio.

La duquesa inhaló profundamente, sus dedos se entrelazaron con los de su nieta.

—En mi testamento, tú eres la única heredera del ducado. El título, las tierras, los bienes. . .  y los enemigos también.

—¿Y si ellos no me aceptan?

—Tendrán que hacerlo. Las leyes lo permiten. Y si se atreven a enfrentarte, no estarás sola. Mi hermana, la reina, te protegerá. Ya lo he discutido con ella. Su poder político será tu defensa. Usa su apoyo sabiamente. . .  no con arrogancia.

Ángel no pudo contener las lágrimas.

—¿Por qué no me esperas? ¿Por qué no puedes quedarte un poco más?

—Porque si me quedo. . .  no podrás brillar. Mi sombra es demasiado grande. Ha llegado el momento de que dejes de ser “la nieta de” y te conviertas en “la duquesa de Manchester.”

Ángel bajó la mirada. Lloraba en silencio, sintiendo por primera vez el miedo al vacío.

Ágata levantó su rostro con su mano temblorosa y acarició su mejilla.

—Recuerda quién eres.

Hija de Ángela.

Nieta de Ágata.

Sangre de linaje.

Fuerza de voluntad.

Y después de esas palabras, con una expresión tranquila. . .  cerró los ojos por última vez.

Ángel se quedó allí hasta que el fuego en la chimenea se apagó.

El mundo afuera no sabía que acababa de perder a su leona. . .  y ganar a su heredera.

La capital dormía inconsciente del temblor que se acercaba. Porque la hija perdida había regresado.

Y ahora era el momento de reclamar su lugar.

El día que se celebró el funeral de la duquesa Ágata comenzó con un cielo nublado, como si el mismo reino se resistiera a despedirla con luz solar. Las campanas de la catedral resonaron por toda la ciudad, marcando el luto oficial por una de las mujeres más influyentes de su era.

Las calles se abarrotaron de nobles ataviados de negro. Las carrozas, adornadas con banderas grises y doradas, se detuvieron frente a la mansión ducal, donde el cuerpo de Ágata descansaba por última vez, envuelto en un terciopelo oscuro, con las manos cruzadas sobre su pecho y un medallón familiar colgado de su cuello.

Sin embargo, entre todos los presentes, había una figura que captó la atención sin desearlo.

Una joven apareció en silencio, bajando de un carruaje sencillo, vestida con un elegante vestido negro de corte clásico, que llegaba hasta los tobillos, sin ningún adorno. Usaba un sombrero de ala ancha con un velo negro que casi cubría su rostro por completo. Su andar era recto y seguro… demasiado para ser una extraña.

Los murmullos comenzaron de inmediato.

—¿Quién es esa chica?

—¿Por qué la reina la ha recibido con un abrazo?

—¿Una nueva protegida? ¿Es una sobrina?

—No. . . no puede ser…

La reina Adelaida, vestida de luto, pero con la dignidad de una monarca, se acercó entre los nobles y abrazó a la joven con una calidez pública que no se había visto en años.

—Bienvenida, sobrina mía —dijo con voz alta.

No se separó de ella durante la ceremonia.

Ese gesto —sencillo, claro e indiscutible— lo transformó todo.

Douglas, desde su lugar, se puso pálido.

Isabel entrecerró los ojos.

Ambos se dieron cuenta de que algo no estaba bien.

La ceremonia fue solemne. El ataúd de Ágata fue llevado al panteón de la familia Manchester, custodiado por la guardia real, y enterrado junto a los restos de su hija Ángela, tal como ella había solicitado. Los nobles trataban de ocultar su incomodidad. El nombre de la fallecida duquesa todavía causaba temor, y la joven misteriosa a su lado, por muy cubierta que estuviera, comenzaba a levantar sospechas.

Cuando el entierro concluyó y los asistentes volvieron a la mansión para la recepción, Isabel intentó tomar la delantera.

—Nos quedaremos aquí —declaró con una falsa cortesía, deteniéndose en el vestíbulo junto a su hija y algunos sirvientes—. Es lo más lógico, dado que esta propiedad ahora pasará a ser nuestra. Al fin y al cabo…

—No —la interrumpió la reina Adelaida, sin alzar la voz.

Isabel se volvió, sorprendida.

—¿Perdón?

—Esta mansión está bajo custodia real hasta que se lea el testamento. Y como testigo de su firma, yo me quedaré aquí. Ninguna otra persona más.

Isabel endureció la mirada, controlándose.

—¿Que no confías en mí, prima?

—No y puedes irte, no necesito tu compañía.

Las miradas se centraron en ellas. Douglas no tuvo el valor de decir nada. Isabel, conteniendo la sensación de humillación, se dio la vuelta con la cara enrojecida por la ira.

—Esto no terminará aquí —murmuró al pasar—. Veremos cuánto tiempo resistirás con tu actuación. Y se alejó, consciente de que su enojo tendría que postergarse… por el momento.

Una vez que todo quedó en calma, la reina condujo a Ángel al salón privado de su hermana, aún decorado con flores secas y retratos rodeados de luto.

Se pararon frente a la enorme ventana.

—¿Estás preparada para lo que viene? —inquirió Adelaida, sin rodeos.

Ángel se quitó despacio el sombrero, dejando caer el velo. Su cara, ya formada, bella y tranquila, era un reflejo perfecto de Ángela y Ágata al mismo tiempo.

Sus ojos verdes resplandecían con firmeza.

—Definitivamente. He estado preparándome toda mi vida para esto.

Y con esas palabras, la heredera confirmó su regreso.

Ya no era la pequeña de la abadía.

Ahora era la duquesa.

1
Maria Garrido
ojalá no le pase nada a los campesinos.
L.N.A
Que manera más sublime de narrar la primera noche de bodas, de dos almas que se amaron antes de que ellos mismos lo supieran. Simplemente Perfecto!
Liliana Barros
Una hermosa historia de resiliencia y amor. Amé el personaje de Angel y toda su trayectoria hasta encontrar la paz, el amor y la familia. Posees un don especial para narrar y te agradezco mucho por compartir esta historia tan bella. Felicitaciones autora 💐🎁
Liliana Barros
Bueno, él tiene razón 😂😂😂😂
Liliana Barros
Que hermosas palabras de la Reina. Una madre que ama a su hijo más que a los títulos y la hipocresía de clase. Juana por fin puede ver que tiene el apoyo para dar un salto de fé
Liliana Barros
Juana le ganó al conquistador con su rebeldía y renuncia. Espero que el príncipe pueda convencerla que es digna de ser su esposa
Liliana Barros
Un hermoso comienzo luego de tanta tristeza. Un amor que creció de a poco y fue afianzándose hasta lograr su fruto, sus hijos 🥰
Liliana Barros
Que hermoso. Ya casi no tienen piedras en el camino y reciben una noticia maravillosa
Liliana Barros
Son tal para cual 🥰😍😍😍
Liliana Barros
Los idiotas de Avernak solo aceleran su destrucción al seguir los planes de Douglas
Liliana Barros
Juana tiene razón. Nada le asegura que no sea solo un capricho o un interés pasajero
Liliana Barros
Me encanta la personalidad de Ángel. No se volvió fría de corazón, quizás porque recibió amor de las monjas en su infancia. Y ahora puede reconocer lo que siente por su esposo
Liliana Barros
Isabel solo quiere venganza de lo que ella misma propició. Hubiera podido hacer algo antes 😡😡😡
Liliana Barros
La va a tener difícil Louis con Juana. Y va a tener problemas con Angel si no se comporta 😂
Liliana Barros
Jajajajajaja el príncipe fue por otra cachetada. Es masoquista 😂😂😂😂
Liliana Barros
Maldita infeliz hipócrita, como si en algún momento se hubiera preocupado por su única hija. Dejó que sufriera sola con sus pequeñas, el tormento de convivir con un monstruo como Douglas. 😡😡😡😡😡
Liliana Barros
Es coherente que todavía no se demuestren sentimientos porque estos tardan en madurar, prácticamente recién se conocen.
Liliana Barros
Hubiera querido estar ahí para ver la cara de Douglas 😂😂. Me encanta que ellos estén incómodos por la noche de bodas, porque significa que los muros que ambos erigieron, están comenzando a fracturarse.
Liliana Barros
Hermosa escena, delicada y sutil. Ambos encontraron lo que no buscaban. Un sentimiento que nace a pesar de ellos 🥰
Liliana Barros
Está muy bien presentada la personalidad de Ángel. Obvio que no confía en su prometido porque aún no lo conoce. Y a pesar de su molestia, tiene un atisbo de esperanza en él. Molestia que es entendible porque ella no le pidió defenderla.
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