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Carrera Contra La Mafia

Carrera Contra La Mafia

Status: En proceso
Genre:Traiciones y engaños / Atracción entre enemigos / Polos opuestos enfrentados / Triángulo amoroso
Popularitas:608
Nilai: 5
nombre de autor: Edgar Romero

El sueño de Marcela Smith es convertirse en campeona de Fórmula Uno, sin embargo deberá lidiar contra una mafia de apuestas ilegales, sin escrúpulos, capaz de asesinar con tal de consumar sus pérfidos planes de obtener dinero fácil y que no querrán verla convertida en la mejor del mundo. Marcela enfrentará todo tipo de riesgos y será perseguida por los sicarios vinculados a esa mafia para evitar que cristalice sus ilusiones de ser la reina de las pistas. Paralelamente, Marcela enfrentará los celos de los otros pilotos, sobre todo del astro mundial Jeremy Brown quien intentará evitar que ella le gane y demuestra que es mejor que él, desatándose toda suerte de enfrentamientos dentro y fuera de los autódromos. Marcela no solo rivalizará con mafias y pilotos celosos de su pericia, sino lidiará hasta con su propio novio, que se opone a que ella se convierta en piloto. Y además se suscitará un peculiar triángulo amoroso en el que Marcela no sabrá a quién elegir par a compartir su corazón. Mucho amor, romance, acción, aventura, riesgo, peligros, misterios, crímenes sin resolver, mafias y desventuras se suman en ésta novela fácil de leer que atrapará al lector de principio a fin. ¿Logrará Marcela cumplir su sueño?

NovelToon tiene autorización de Edgar Romero para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 8

  -Tenemos apostado mucho dinero en Jeff Gooldrich, quiero que sea el campeón de la Fórmula Dos-

  -No creo que pueda, Rudolph Wolf le lleva mucha ventaja, la única forma para que Gooldrich se proclame campeón, es que Wolf llegue último o no participe en el Gran Premio de Jordania o que Harrison finalice cuarto o quinto, distanciado de Jeff. Es imposible, los números no le favorecen-

  -Entonces asegúrate que Wolf llegue último, es muy sencillo. Harrison tampoco debe llegar a la meta.  Gooldrich será el campeón y las casas de apuestas ilegales nos pagarán muchos millones de dólares. Ya está todo arreglado, fríamente calculado je je je-

  -Es que no lo entiendes, no hay manera que Wolf pierda, es mejor piloto que Harrison o que Gooldrich, él ganará a ojos cerrados-

  -Tú eres el que no lo entiende. Goodlrich será el campeón. Ya hemos hablado con las casas de apuestas ilegales en línea, los números son fantásticos. Asegúrate que ni Wolf ni Harrison crucen la sentencia, nada más-

*****

  A mi  enamorado  Rub Adamec no le gustaba que yo fuera piloto.  Nos conocíamos desde el colegio, lo compartíamos todo y la pasábamos de maravillas jugando, ayudándonos en la tarea, compartiendo juguetes, álbumes de pegatinas, videos de música y juegos electrónicos. Él vivía cerca de la casa y era divertido y distendido. Mis padres lo adoraban porque era noble y les ayudaba siempre en la carpintería o la costura porque era hábil y aprendía rápido. Su padre eras albañil y él le enseñó muchas cosas. Todo lo arreglaba con proverbial magia. Cuando ya fuimos jóvenes,  mamá insistía para que Rub fuera mi novio. -Es apuesto y bueno, hija-, me entusiasmaba. A mí me gustaba, también, y mucho. Rub era alto, macizo como un roble, había desarrollado mucho sus bíceps y músculos y eso lo hacía un hombre deseable e irresistible. A mí me encendía los fuegos, porque era bastante atractivo y guapo. Todas las chicas del barrio lo pretendían, sin embargo Rub me prefería a mí, je je je.

   Como es obvio, nos hicimos enamorados. Estábamos destinados el uno para el otro y a mí me encantaba su buen humor y sus ambiciones de convertirse en ingeniero de sistemas. -Es la profesión del siglo XXI-, me decía acaramelado de mis labios. Él, además, trabajaba, desde jovenzuelo, como corredor de bolsa y le iba de maravillas. Su padre invertía en muchos rubros y le enseñó todos los secretos del arte de las finanzas. Rub tenía su propio capital y pagaba sus estudios en la universidad. ¡¡¡Era el hombre perfecto para toda chica!!!

   -Yo quiero ser piloto de Fórmula Uno-, le decía entonces,  confesándole mis sueños, y él renegaba y se enfurecía mucho. -Eso es muy peligroso, no quiero que corras a grandes velocidades y te estrelles-, me reclamaba, pero yo no lo hacía caso. Cuando entré a correr en Fórmula Cuatro, Rub me amenazó con dejarme para siempre. Él no sabía manejar, no tenía carro y odiaba la velocidad. Le asustaba en realidad.

   -Debes elegir entre los bólidos y yo-, me amenazó, además.

   Rub se había convertido entonces en parte importante de mi vida, un soporte esencial. Las cosas no iban bien en la familia, mi padre no conseguía trabajos en madera y mamá no siempre recibía encargos de costura. Mi enamorado, entonces, me daba dinero, nos compraba abarrotes, frutas y medicinas, se encargó de los pagos de luz, el agua, el internet y el cable de televisión. Sin él, la hubiéramos visto realmente malas.

   Mi primea vez fue con él,  por supuesto. Y eso ocurrió exactamente el día que cumplí 20 años. Fue mi regalo de cumpleaños, je je je. Fuimos a bailar a una discoteca, celebrando la ocasión, y yo estaba demasiado hermosa, con una minifalda jean súper corta y una blusa muy pegadita que resaltaba mis pechos como grandes colinas, encandilándolo por completo. Mis cabellos resbalaban como cascadas sobre mis hombros y mi carita estaba iluminada de fulgores. Rub no se resistió a tanto encanto y no solo me besó engolosinado y eufórico, rendido y prendado en extremo, que terminamos haciendo el amor en un hotel muy cerca de nuestras casas, en un paraje escondido entre las sombras de grandes árboles y de pocas luces.

   Rub se tornó en una fiera hambrienta, en realidad. Me devoró como si fuera su presa, dejándome sin aliento. Me besó obnubilado del rojo intenso de mis labios y se embriagó con el vino de mis besos, volviéndose aún más eufórico. Me arranchó literalmente la blusa, haciendo volar los botones y luego me arrancó el sostén desesperado y enloquecido, dejando ms pechos al aire, flotando como globos, palpitando al mismo compás de mi corazón eufórico, y aquello fue una postal erótica y maravillosa que empalagó a Rub, lo sedujo y lo volvió, literalmente, loco, loco, loco de emoción.

  La misma suerte que la blusa corrió mi minifalda jean. Rub rompió la cremallera y me arranchó el calzón dejándome a su entera merced. Yo deliraba entre sus brazos, ardiendo en llamas, cautivada a su ímpetu, sollozando ante su virilidad, eclipsada, con los ojos cerrados, meneando la cabeza, gimiendo y sollozando, convertida en  juguete de mi enamorado, mientras él conquistaba todos mis rincones con sus besos y caricias, tatuando con sus deseos hasta el último pedacito de mi adorable anatomía.

  No dejó rincón de mis sinuosas curvas, deliciosas quebradas firmes redondees y vastos valles sin la impronta de su ansias. Lo conquistó todo y llegó hasta los parajes más distantes de mi geografía, poniendo bandera de su vehemencia hasta el último rincón de mi ser, llevándome a la inconsciencia, haciéndome sentir la mujer más sexy y sensual del mundo, disfrutando de su masculinidad, hundida en su gran pecho enorme como una meseta llena de vellos que me despeinaban y desataban mis cristalinas cascadas. Sus manos ásperas y toscas me hacían sentir en un viaje por el espacio rodeada de muchas estrellas fulgurando con sus luces de colores y no dejaba de gemir, mientras el fuego chisporroteaba por todos mis poros.

   Rub inició la conquista de mis abismos convertido en un caudaloso y tórrido río que arrasó con mis defensas. Me encantó ese dolor intenso, pasional y febril y aullé convertida en una mujer lobo, mientras él avanzaba hacia mis fronteras más distantes, llegando hasta parajes que me eran inhóspitos y desconocidos. Yo quería que lo hiciera fuerte, cada vez más fuerte porque me encantaba ese martilleo tan sensual y erótico que él sometía a mis intimidades y abismos. Yo me arranchaba los pelos eufórica y le mordía los brazos iracunda en tanto él llegaba hasta las mismas fronteras de mi sensualidad absoluta.

   Cuando Rub alcanzó el clímax quedé eclipsada, sumergida en la emoción de ser suya, abanicando mis ojos, balbuceando y echando mucho humo hasta de mis orejas. Me derrumbé a las almohadas obnubilada, duchada en sudor, abanicando mis ojos, completamente excitada, con miles de descargas eléctricas remeciéndome, sintiéndome la  mujer más sensual del mundo.

   Nuestro amor, entonces, se hizo grande. Los dos estábamos muy enamorados. Hacíamos el amor en forma continua y  la pasábamos de maravillas bajo los edredones. Pero a él no le gustaba que yo corriera en el kartismo. -Los autos son muy peligrosos, no me gusta que estés desafiando las pistas, corriendo a gran velocidad-, protestaba molesto.

  Él siempre intentó disuadirme que fuera piloto, pero yo jamás le hice caso.

1
Mary Mejía
que tan ruin es ese tal Irons del que tiene que cuidarse Marcela y la escuderia rayo azul
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