No Soy La Villana

EINAR

—No le hagas caso, dudo mucho que ella vea lo que yo veo en ti. Además, las cicatrices no definen a una persona, sino lo que hay dentro de su corazón—. Ella quiso alejarse, pero no lo permití, la atraje hacia mí y la abracé. La calidez de su cuerpo y su corazón eran lo único que necesitaba en ese momento.

Ella no dijo nada, al contrario, me correspondió el abrazo y nos quedamos un rato así. Un silencio invadió la habitación por completo, salvo por el sonido de las teclas de las computadoras, la gente hablando y respondiendo llamadas a cada segundo.

El olor de su cabello era refrescante y exquisito a la vez. Su perfume de gardenias era refrescante y reconfortante. Ese olor era relajante y me ayudaba a despejar mi mente y a no volverme loco. Aila era lo único bueno que la vida trajo a mi mundo lleno de oscuridad, miedo y desesperación.

No supe cuánto tiempo estuvimos abrazados, hasta que el teléfono Aila sonó. Rompimos el abrazo y tomó su teléfono, lo respondió.

—¿Qué pasó Rhaegar?—Preguntó.—¿Qué? Le dije que no lo hiciera, además...—Suspiró pesadamente—, no, no, no. No. Lo mejor será que se lo dejemos al contador, y por favor no lo vayas a desesperar como al último. Cállate, y ponte a trabajar—. Se rio por unos segundos, después se puso seria—. Sí, estuvo aquí y estuvo feo, al final se fue humillada y avergonzada, temo que vaya a hacer algo en contra nuestra. Gracias, nos vemos en casa—. Colgó y dejó el teléfono en sobre su escritorio.

—¿Está todo bien?

—Sí, solo era mi hermano hablándome sobre la contabilidad de la empresa, gracias a tu propuesta vamos a poder recuperar el dinero perdido. Te lo agradezco mucho—. Ella sonrió y su sonrisa era adorable y sumamente tierna. Era como ver a una niña adorable con un dulce en la mano.

—Bueno, me retiro. Gracias, por ayudarme con Alicia.

Ella mantuvo su sonrisa.

—No me lo tienes que agradecer, es lo menos que podía hacer luego del gran problema en que nos metió su Padre. Y gracias a ti, la empresa de mi Padre seguirá prosperando. Así que gracias—.

La miré directamente a los ojos y vi un brillo único y especial en ellos, un brillo que hizo que mi esperanza de sentirme normal creciera.

— Sinceramente, las palabras de Alicia me hicieron sentir como si fuera realmente un monstruo. Y hay veces en las que me siento así. Como un monstruo—. Dije mientras caminaba por la oficina de Aila, dando vueltas sin parar.

—Einar...

La interrumpí.

—No digas nada, sé lo que soy y no voy a cambiar eso, para todo aquel que me conoce sabe que soy un monstruo y sinceramente ya no busco demostrar lo contrario—. Ella se acercó dando un paso y luego otro, hasta estar frente a frente.

Me miró, tomó mi rostro con ambas manos y dijo:

—No eres un monstruo, eres un ser humano como todos los que vivimos, respiramos y caminamos en este mundo.

Sus palabras fueron directas y llenas de verdad. Una verdad genuina que me hizo recordar a mi difunta esposa Ylva...

Mi Ylva había dicho esas mismas palabras cuando vio mis cicatrices luego del incendio. Mis heridas estaban en carne viva, ensangrentadas y cubiertas de antiséptico.

Y había dicho esas mismas palabras que ahora Aila me estaba diciendo.

—Gracias Aila, debo irme—. Asintió sin decir una palabra más. Salí de su oficina y mientras caminaba por el pasillo yendo a la salida, oí murmullos de los empleados hablando sobre Aila y sobre mí, pero pronto recordé las palabras de Aila y seguí adelante.

Estaba ya cerca de la salida cuando vi a un joven que se parecía mucho a Aila, es más era idéntico. Ahí supe que su gemelo, a quien vi en el evento de caridad de la familia Württemberg, con la camisa empapada de vino tinto.

Él me vio y me saludó cortésmente, se retiró y un momento se detuvo y entonces dijo:

—Pónganse a trabajar en lugar de estar de chismosos, el próximo que vea o me entere de que está murmurando y diciendo cosas sobre mi hermana. Será mejor que vayan buscando otro empleo—.

Los murmullos pararon y otra vez el silencio se apoderó de todo el lugar.

Salí del edificio que estaba libre de reporteros, después de una semana. Respiré profundo y me subí a mi auto devuelta a casa.