En una sociedad donde los alfas dominan en todos los aspectos, dos poderosas familias están en una lucha constante por el control económico y político de la nación. Sus herederos, Leonhard y Viktor, son ambos alfas reconocidos, cada uno con su propio imperio y legado, decididos a mantener sus territorios y el honor de su linaje intacto. Sin embargo, un repentino acuerdo entre ambas familias los obliga a un matrimonio de conveniencia, poniendo a prueba sus límites, ambiciones y emociones.
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Capítulo 17: Juegos de Estrategia
Los días que siguieron al evento benéfico fueron un vaivén de agendas apretadas y reuniones estratégicas entre las familias Blackwood e Ivanov. Aunque públicamente la noticia del compromiso había sido bien recibida, las tensiones internas seguían latentes. Leonhard y Viktor, obligados a trabajar juntos, se encontraban en un terreno peligroso donde las palabras eran tan afiladas como cuchillas, y las miradas decían más de lo que ambos estaban dispuestos a admitir.
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Leonhard estaba sentado en su oficina, revisando los últimos documentos relacionados con un proyecto conjunto entre las empresas de sus familias. El plan, una ambiciosa expansión en Europa, requería de la aprobación y cooperación de ambas partes. A pesar de lo tedioso del proceso, Leonhard era meticuloso en cada detalle. Sabía que cualquier error podría ser usado en su contra, y si había algo que no soportaba, era perder el control.
Una llamada interrumpió su concentración. Contestó sin levantar la vista de los papeles.
—¿Qué ocurre? —preguntó, su tono directo y frío.
La voz de su asistente resonó al otro lado de la línea. —Señor Blackwood, el señor Ivanov ha llegado para la reunión de hoy. Está esperando en la sala principal.
Leonhard dejó escapar un suspiro imperceptible antes de responder. —Dile que estaré allí en cinco minutos.
Colgó, ajustó su corbata y se levantó de su asiento. No le molestaba trabajar con Viktor, pero cada interacción con él era un recordatorio constante de las diferencias que los separaban. Donde Leonhard era metódico y calculador, Viktor parecía disfrutar desafiando las normas y jugando con fuego.
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Cuando entró en la sala de reuniones, encontró a Viktor sentado con una pierna cruzada sobre la otra, revisando su teléfono como si no tuviera una preocupación en el mundo. Vestía un traje oscuro que resaltaba su elegancia natural, y su expresión relajada contrastaba con la tensión que llenaba el ambiente.
—Llegas justo a tiempo, Leonhard —dijo Viktor sin levantar la vista del teléfono—. Estaba a punto de pensar que te habías olvidado de mí.
Leonhard cerró la puerta con calma antes de sentarse frente a él. —Estoy aquí. Vamos al punto. Tenemos mucho que discutir.
Viktor dejó su teléfono sobre la mesa y lo miró con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. —Siempre tan práctico. ¿Nunca te cansas de seguir las reglas al pie de la letra?
—Alguien tiene que mantener esto en orden —respondió Leonhard con frialdad—. Y claramente no eres tú.
La sonrisa de Viktor se amplió. Disfrutaba provocarlo, y más aún porque Leonhard rara vez perdía la compostura, lo que hacía cada pequeño destello de frustración aún más satisfactorio.
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La reunión comenzó con una revisión de los términos del proyecto. A medida que discutían, las diferencias en sus enfoques quedaron más claras. Leonhard proponía estrategias basadas en datos y análisis detallados, mientras que Viktor sugería métodos más arriesgados, pero potencialmente más lucrativos.
—No puedes esperar resultados sólidos si todo lo basas en conjeturas —dijo Leonhard, señalando uno de los gráficos en la pantalla.
—Y tú no puedes avanzar si te aferras tanto al manual —replicó Viktor, inclinándose hacia él con un brillo desafiante en los ojos—. A veces, hay que arriesgarse para ganar.
—No cuando los riesgos afectan a cientos de empleados y millones de dólares —respondió Leonhard, sin ceder terreno.
La tensión entre ellos creció con cada intercambio, y aunque ambos mantuvieron un tono profesional, el aire se llenó de una electricidad que ninguno podía ignorar.
Finalmente, tras horas de discusión, llegaron a un acuerdo. No porque estuvieran de acuerdo en todo, sino porque ambos sabían cuándo ceder lo suficiente para avanzar.
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Al terminar la reunión, Viktor se levantó primero, ajustándose el reloj mientras miraba a Leonhard.
—Admito que eres bueno en esto, Leonhard. Demasiado rígido para mi gusto, pero eficiente.
Leonhard lo miró con una ceja ligeramente arqueada. —¿Eso fue un cumplido?
—Tal vez —dijo Viktor con una sonrisa enigmática antes de salir de la sala.
Leonhard observó cómo se iba, sintiendo una mezcla de irritación y algo más que no quería admitir. Había algo en la forma en que Viktor manejaba las cosas que, aunque le sacaba de quicio, también lo intrigaba.
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Más tarde, esa noche, Leonhard regresó a su apartamento, esperando encontrar algo de tranquilidad después de un día agotador. Sin embargo, sus pensamientos seguían regresando a Viktor. La forma en que sonreía, cómo desafiaba cada uno de sus argumentos, y la intensidad en su mirada cuando defendía sus ideas.
Leonhard negó con la cabeza, intentando disipar esos pensamientos. No tenía tiempo para distracciones, y menos para alguien como Viktor Ivanov, cuya mera presencia era un desafío constante.
Mientras tanto, Viktor, en su propia residencia, se encontraba en una situación similar. Sentado en su sala con una copa de vino en la mano, repasaba los eventos del día. Aunque disfrutaba provocar a Leonhard, no podía negar que el otro alfa lo impresionaba. Había algo en su determinación y autocontrol que lo hacía diferente de los demás. Viktor estaba acostumbrado a dominar cada interacción, pero con Leonhard, sentía que cada movimiento era parte de un juego mucho más complicado.
—Maldito seas, Blackwood —murmuró Viktor, dejando la copa sobre la mesa—. Siempre logras meterte bajo mi piel.
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Ambos hombres, separados por kilómetros pero unidos por la tensión que compartían, sabían que este era solo el verdadero comienzo de todo. El proyecto que compartían los obligaría a pasar más tiempo juntos, y cada interacción sería un nuevo campo de batalla donde las emociones reprimidas y los deseos ocultos amenazaban con salir a la luz. Aunque ninguno estaba dispuesto a admitirlo, ambos esperaban con ansias el próximo enfrentamiento, conscientes de que, en el fondo, sus juegos de estrategia eran mucho más que simples negocios.
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