En un mundo donde la bruma cubría los valles y las montañas se alzaban como gigantes dormidos, la Edad Media se desplegaba en un tapiz de misterio y magia. Caballeros con armaduras relucientes y doncellas con vestidos de seda se movían entre sombras y luces, mientras seres mágicos acechaban en los rincones más oscuros.
Dragones con escamas que brillaban como el oro y ojos que ardían como el fuego, volaban por los cielos, dejando tras de sí estelas de humo y leyendas de terror.
En este mundo de magia y maravilla, una heroína emerge para enfrentar el mal y salvar el reino. Una joven con un corazón valiente y un espíritu indomable, que se embarca en una épica aventura para descubrir sus propios poderes.
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Odio Este Lugar
NARRADOR
Adaria pasó el resto de la tarde junto a la cama de su madre, velando por sus sueños, mientras bordaba unas margaritas en una funda que iría en la cuna del bebé. Su madre dormía plácidamente cuando Sara entró en completo silencio a la habitación.
—Princesa, bajé a cenar, yo la cuidaré— Sara tomó su lugar y siguió bordando donde la princesa lo dejó.
Con cuidado Adaria bajo las escaleras de piedra tallada y camino entre las habitaciones para llegar al gran salón de la mansión Black una mesa en medio de la habitación tan larga que llegaba de un extremo de la casa hasta el otro lado adornada con comida a montones llamativa a cualquiera que estuviera hambriento
Lord Black estaba en la cabecera, a su derecha estaba su esposa y junto a ella todos sus hijos varones, en total tenía siete hijos y ninguna hija. Mi padre estaba sentado a la izquierda del Lord, mis hermanos estaban a su lado. Uno creería que el rey, donde sea que esté, debería estar en la cabecera, pero nosotros no somos así, por lo menos no con amigos de la familia.
ADARIA
—Princesa Adaria, nos complace verla con nosotros, por favor, tome asiento.— Leidy Black hizo que todos voltearan a ver. Mi padre y mis hermanos se pusieron de pie y me reverenciaron cuando me acercaba a una silla vacía. Mis hermanos se desplazaron a un lugar dejando un asiento vacío al lado de mi padre.
El rey corrió la silla para mí ayudándome a sentar en ella, luego ellos volvieron a sentarse y siguieron con sus pláticas. Frente a mí estaba Maximus al igual que la vez en el castillo dorado, sus ojos estaban fijos en mí como si estuviera asechando a su presa.
—¿Princesa Adaria cómo se encuentra su madre? Aún no pude ir a visitarla— Lilian Black preguntaba por mi madre, antes eran grandes amigas, pero las discusiones las habían distanciado un poco
—Se encuentra bien gracias a sus atenciones hacia ella, Leidy Black, gracias por preguntar—. Nuestras miradas y el tono sarcástico en el que hablamos ambas dejó bien en claro que ninguna de las dos estábamos felices de vernos.
—Pasaré a verla por la mañana — dijo volviéndose a su plato.
—Estará encantada de recibirla —. Mi sarcasmo no pasó por desapercibido y mi enojo llamó más la atención de todos quienes hacían que sus ojos bailaran entre ella y yo. Ambas nos regalamos una sonrisa falsa y volvimos a comer lo que había en nuestros platos sin dirigirnos ninguna otra palabra
—Si sigues frunciendo el ceño, de esa manera te volverás fea— Remiro susurró a mi oído.
—¿Cómo quieres que no lo haga si a donde mire está ella?—mi— mi desprecio se notaba en mi boca. Un gruñido sonó desde el otro lado de la mesa, pero se detuvo. Apenas miré hacia el frente, todos comían.
— Suficiente, ambos coman— mi padre nos regañó a ambos.
La cena terminó con unas ricas tartas de manzana Sara le había dicho que fueron repartidas por toda la ciudad incluso llevaron a los pueblos vecinos por soldados del rey .me despedí de todos y agradecí por la comida Sara ya estaba en su alcoba igual que mi padre camine por la casa un poco aún seguía enojada por mi interacción con Leidy Black aunque a mí no me hizo nada directamente a mi madre la lastimó mucho fue en el pasado, pero nadie lastima a mi madre
Salí al jardín afuera, helaba, pero yo no lo sentía. Gracias a la sangre de mi padre podemos calentarnos a voluntad, solo Remiro y yo podemos hacerlo. Aun en mis otros hermanos no se despertó este poder.
Caminaba en la fría noche cuando un ruido llamó mi atención hacia el bosque a mi izquierda era oscuro, pero dentro de esa oscuridad dos orbes amarillos resaltaron como las llamas del fuego vi como esos orbes subían cada vez más casi llegando a la copa del árbol baje mi mirada al suelo tratando de pensar que solo es una ilusión de mi mente
—Adaria, es tarde ve a tu habitación — Félix hizo que gritara del miedo con mi corazón a mil le di un pequeño empujón al pasar a su lado y camine apurada hacia el castillo al ver por encima de mi hombro lo vi viendo hacia el bosque con la mano sobre el mango de su espada se rio y comenzó a caminar hacia mí.
Entrando, Félix se quitó su gruesa capa y me siguió hasta las escaleras donde me tomó del brazo
—¿Qué crees que hacías ahí afuera?— frente a frente se veía muy enojado
—No quiero estar aquí, quiero volver a casa— traté de suplicar, pero Félix no era el tipo que fuera blando
—No, no irás a ningún lado, te quedarás aquí hasta que ames este lugar— se dio vuelta para salir por la puerta, pero se detuvo en seco al oírme
—Jamás amararé este lugar, prefiero morir antes que quedarme aquí— me di la vuelta para no oír lo su respuesta y subí rápido las escaleras, casi corriendo entre en mi habitación. Mi declaración fue definitiva. Así tenga que morir, no me quedaré tanto aquí, odio este lugar
NARRADOR
Félix vio la figura de su hermana desaparecer en la cima de la escalera, iba a avanzar hacia ella para detenerla, pero alguien lo tomó del brazo.
—Deja, no tiene cabeza ahora para lidiar con nuestros dramas. Toda su atención esta puesta totalmente en vuestra madre — Tirón era uno de los más sensatos de los hermanos de Adaria
—Sí, eso es cierto, pero debe entender que su vida cambiará al cumplir otro año desde que nació. Dejará de ser una niña, ahora será una mujer y actitudes como la de la cana no se pueden tolerar, no de la princesa. —Tirón tomó a su hermano de los hombros riéndose
—Ven, vamos a beber algo— los hermanos salieron juntos abrazados el uno al otro riéndose por las cosas que harán.