Zach y Dylan llevan una relación bonita y perfecta. En años de Relación, nunca se les ha visto discutiendo y mucho menos separados.
Pero cuando Zach queda embarazado, muchas cosas comienzan a pasar y cambiar todo.
El amor que se tienen, podrá ser fuerte, tanto que lograrán superar todos los obstáculos que la vida les tiene preparados.
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16
— Esto...— tal como hace un rato, entrelazó su mano con la mía, acariciando su vientre junto conmigo— Cada que acaricias mi abdomen pienso que nuestro bebé crece más sano, más fuerte.
— Adoro hacerlo. — besé su cuello.
— Y mí. — suspiró con una sonrisa— Dy...
— Dime.
— ¿A qué te referías hace unos momentos con 'otros planes en mente'? — se volvió ligeramente para mirarme, sus bellos ojos brillando en curiosidad.
— Bueno...— parpadeé.
— Quiero saber. — hizo un puchero.
Sonreí travieso a la vez que rompía el abrazo y le recostaba con cuidado sobre el sofá. Antes de hablar, besé su frente y labios, entreteniéndome un poco más en los últimos.
— No hemos tenido oportunidad de hablar últimamente por nuestras actividades. — murmuré apenas me separé— Pero he pensado mucho respecto a nosotros y lo que no espera en cuanto el bebé nazca.
— ¿Y?
— ¿Y? — bajé la cabeza hasta la altura de su vientre, depositando un beso en ese lugar— Quiero comprar una casa: tuya, de nuestro hijo.
Jugué con el pequeño bultito unos instantes más, esperando respuesta de mi novio, misma que no llegó de inmediato. Al levantar la mirada me encontré con unos ojos brillosos y su rostro sorprendido.
— ¿Jarel ? — musité confundido con su reacción, asustado con los ligeros sollozos que emitía.
— ¿En serio? — cuestionó inocente.
— En serio. — sonreí y sequé una lágrima. Era tan hermoso, hecho todo un mar de sentimentalismo y emoción.
— P— pero tenemos este apartamento.
— Trabajo para darte lo mejor a ti y ahora al bebé, amor. Quiero que nuestro hijo tenga un jardín dónde jugar, un cuarto grande y bien decorado. También deseo que tú puedas desenvolverte libremente sin preocuparte por el espacio.
— Dy...— sonrió, pero sus ojos volvían a humedecerse.
— Se supone que es una buena noticia, entonces ¿Por qué lloras? — sonreí.
— Estúpidas hormonas. — chilló. Me reí al verlo refregarse los ojos con la manga de su suéter.
— Mi precioso... — aparté sus manos y sequé sus lágrimas de un modo más íntimo y profundo: con mis labios.
— Dylan...
— ¿Sí?
— Te amo, mucho.
— Y yo a ti, cielo, pero no tienes por qué llorar.
— Eso es porque estoy emocionado y es tu culpa gigante idiota. — golpeó mi pecho.
— Corrijo entonces: puedes llorar, pero sólo si es de felicidad.
No pude agregar nada más, simplemente me dediqué a degustar esos rosados y finos labios por millonésima vez, disfrutando su humedad y sabor único. Zach respondió de inmediato encadenandome con sus pies alrededor de mis caderas y sus brazos en mi cuello.
— Joven Zach. — mordí su labio inferior manteniéndolo sujeto con mis dientes mientras hablaba— Sigo esperando una respuesta suya.
— ¿Respuesta? — jadeó.
— Le pedí matrimonio hace un mes, y aún no me ha dicho sí o no.
Sonrió contra mis labios.
— No respondí porque la respuesta es obvia.
— ¿Ah si?
— ¿Tú qué crees?
— ¿No? — bromeé.
— ¡Sí! — me besó— ¡Claro que sí! Sí, sí, sí, sí ¡Mil veces si!
— ¿Y ya decidió la fecha? — suspiré entre besos— ¿O la fijará en cuanto nazca nuestro hermoso bebé?
Zach lo pensó por varios instantes, pero al parecer ya tenía su respuesta.
— ¿Crees que me veré muy gordo el próximo mes?
— No lo sé. — sonreí como estúpido ante el significado de aquellas palabras— Pero puedo asegurar que te verás hermoso, como de costumbre.
— Entonces en un mes nos casamos. — estrechó nuestro abrazo.
— Excelente decisión. — susurré antes de volvernos a fundir en un profundo y significativo beso.
[Zach ]
No recuerdo cuándo fue la última vez que me sentí tan mal. Nunca, ni siquiera durante los primeros días del embarazo experimenté semejante malestar. Pensé que al cumplir el tercer mes los síntomas disminuirían, pero no fue así en absoluto, muy por el contrario: aumentaron. Últimamente sentía más fatiga de lo normal, estaba mareado prácticamente todo el día, las náuseas apenas me permitían probar bocado y el dolor cabeza estaba tornándose insoportable al grado de causarme insomnio.
Hoy era uno de esos días.
Apenas puse un pie fuera de la universidad mi martirio comenzó. Bastó que el simple olor de comida recién hecha se filtrara por mis fosas nasales para enviarme directo al inodoro. Vomité el poco alimento que con demasiado esfuerzo fui capaz de concebir la noche anterior, tan desagradable verme en esa situación una vez más. La sensación era espantosa, como estar en un velero en alta mar.
Molesto en parte, la mayoría de mis actividades se veían interrumpidas por mi total incapacidad para realizarlas. Mi tesis estaba sumamente atrasada por las constantes molestias que me aquejaban. De igual forma tenía un sin fin de pendientes por resolver, que por una u otra razón debía posponer. Y empezaba a desesperarme, porque recién empezaba a tener demasiadas fricciones con mi novio por culpa de esa debilidad excesiva. El más mínimo esfuerzo me fatigaba en sobremanera.
— Zach, cariño. —escuché a Dylan llamarme detrás la puerta.
— Vete...—gemí débil, mi voz sonando rota.
— Voy a pasar. —anunció.
Aunque quise negarme, no fui capaz. Estaba tan agotado luego de verter mi estómago que cualquier esfuerzo me robaba el aliento. Una vez que mi novio estuvo dentro me sentí avergonzado, odiaba estar así de expuesto, sintiéndome el ser más frágil sobre el planeta. Su mirada llena de angustia oprimió mi corazón.
— ¿Cómo te sientes? —murmuró suave, hincándose junto a mí.
—Horrible. —sollocé, aquél era mi límite.
— Oh, Zach... —me miró triste, casi con lástima, envolviéndome en un cálido y confortable abrazo.
— Ya no puedo Dylan, es demasiado. —enterré mi rostro en su pecho, aferrándome con fuerza.
— Pronto pasará mi amor. —acarició mi espalda— Ya verás que sí, lo prometo. Pero por favor, no llores, odio verte en este estado, más sabiendo que soy el responsable.
Negué con disimulo, transcurrido determinado tiempo en silencio, Dylan finalmente me tomó en brazos, levantándome con firmeza y suavidad al mismo tiempo, llevándome hasta el taburete del lavamanos en dónde me sentó. Mojó una de las toallas ahí colgadas para luego colocarla sobre la caliente piel de mi rostro, brindando húmedos toquecitos sobre el. De inmediato sentí el contraste de temperaturas, sin embargo, alivió un poco el bochorno. Dylan seguía mirándome con angustia.
— A este paso terminarás deshidratándote, tienes los labios pálidos. —acarició estos— Debemos ir al médico, no es normal que tengas este tipo de ataques.
— No puedo. —suspiré cansado— Pasado mañana tengo mi examen final.
— ¿Qué es más importante, Zach? —replicó— ¿Un examen o la salud de nuestro hijo?
Aquí íbamos de nuevo...
— Dylan, no empieces. —pedí, alejando su mano de mi rostro.
— No me pidas que calle cuando veo que tu salud de apoco está deteriorándose. Es obvio que no puedes con todo, Zach.
— No pienso tener esta conversación de nuevo, Dy. —el tono que usó me irritó en sobremanera.
—— Un embarazo no es una enfermedad. —atajé— Soy totalmente capaz de terminar una carrera aún esperando un bebé. No menosprecies mi capacidad.
— Pero...
Odiaba tener que discutir por lo mismo durante cuarto día consecutivo en esa semana. Dylan estaba poniéndose en un plan sumamente pesado últimamente, lo cual empezaba a sacarme de mis casillas. Sí, estaba sintiéndome mal desde hace ya varios días y entendía su preocupación, pero eso no le daba derecho a prohibirme nada.
— No estoy poniendo en tela de juicio tu capacidad, entiéndelo de una vez por todas. —me miró suplicante.
— Eso es exactamente lo que haces. —espeté.
— Me preocupa tu salud y la del bebé ¿Es muy difícil para ti entender eso?
— No pienso tomar la baja médica, si a eso vas. —alegué con decisión.
— ¡Pero Zach!
— He dicho que no, Dylan. No insistas. Por favor, entiende me. —supliqué— Cuando el bebé nazca no tendré tiempo de nada, quiero terminar mis estudios ahora, cuando aún puedo.
— ¿A cambio de qué? —reclamó— ¿De mal pasarte todos los días sin comer o dormir lo suficiente? Entiendo que la universidad es importante, que tienes metas para tu superación personal, pero no me agrada que expongas al bebé de este modo.
— Sólo unas semanas más. —pedí— Pronto concluirán los exámenes y apenas aprueben mi tesis podré descansar. Lo prometo.
— No te veo bien, Zach y mientras tus actividades afecten el desarrollo de mi hijo, perdón, pero voy a intervenir.
— ¿Mis actividades? —le miré incrédulo.
— Hector dijo que lo ideal para el bebé era tomar un receso temporal de la universidad. Si él dice eso es por algo.
— ¿Sabes qué? —me bajé del taburete— Olvídalo, no entiendes, ni entenderás.
— Zach. —advirtió.
— Dije que no. —ahora estaba realmente cabreado.
— Tienes que entenderme. —insistió— El bebé no puede estar sometido a tanto estrés, puede hacerle daño.
Ese fue mi límite.
— Dylan, ya basta. —estallé— El bebé esto, el bebé lo otro, estoy harto de oír lo mismo todos los días. Yo también existo. —recriminé— Tengo metas, proyectos que he de abandonar para criar a este niño. No eres tú quién ha de renunciar a todo aquello que planeó, no eres tú quién lidia con este horrible malestar, por ende no entiendes. Déjame al menos hacer esto, es todo lo que pido.
— Lo dices como si te pesara.
— Dylan, detente. —pedí, era obvio que estábamos discutiendo y de seguir así, estando yo tan sensible íbamos a terminar diciendo cosas de las que podríamos arrepentirnos.
— Cuando te embarazaste sabías lo que te esperaba. —me recordó— Hasta hace unos meses decías que renunciarías a todo con tal de criar al bebé, que era tu prioridad.
— Y lo haré. —aseguré— Pero quiero terminar la universidad por lo menos, es decir, me encuentro en el último semestre. ¿Por qué dejarla si me falta tan poco?
— No te entiendo. —ahora era él quien lucía molesto. —Si querías estudiar y ejercer ¿Por qué demonios te embarazaste?
— Te recuerdo que en ningún momento lo planeé, fue un accidente.
Muchas gracias autor@, tu historia está genial 🫂