Devuélveme A Mi Hija.

La enfermedad de Yaqui rayaba en lo grotesco.

Las pesadillas que tenía cada vez eran más horrorosas.

Dentro de esas pesadillas se pedía castigar a Eugenio, aunque Yaqui todavía no comprendía eso.

Ella no tenía idea de lo que había hecho su esposo. Pero todas las pesadillas que tenía giraban en torno a él. Entonces, algo malo debía de haber en él para que no la dejaran en paz, ni en sus sueños.

Yaqui tenía mucho miedo, por eso se refugiaba mucho en Juanita, su enfermera. Aunque extrañaba mucho a Clara.

De pronto Yaqui despertó, eran las 5 de la mañana.

Juanita acudió al oír los gritos.

¿Qué le pasa señora?, ¿pues no estaba bien? ¿Y ahora por qué grita?

Lo vi ahí, estaba justo a un lado de mi cama.

Mi esposo... está en un ataúd, está mutilado, por favor, ahí. Yaqui le señaló cerca de donde estaba el armario.

Juanita instintivamente volteó hacia donde le señalaba Yaqui, obvio, no había nada. Juanita no la quiso contradecir y trató de calmarla.

Cálmese señora, inmediatamente ordenaré a alguien para que venga a sacar eso.

"Qué raro, si ya le cambié las pastillas, ¿ahora qué es lo que le está pasando?".

Juanita observó todo el lugar y no había, aparentemente, nada raro.

Le dio la pastilla para que durmiera el poco tiempo que faltaba para que amaneciera.

Y de pronto, Juanita observó la mesa que estaba junto a la cama. Vio la jarra con agua hasta menos de la mitad.

"Se tomó casi toda la jarra de agua, pero eso no creo que le haya hecho daño".

"¿Estará recayendo de vuelta?, tendré que hablarle a su doctor para que la vuelva a checar".

Una vez que la dejó dormida regresó a su cuarto, pero ya no pudo seguir durmiendo, se dedicó a investigar en su laptop a ver qué podía encontrar sobre la enfermedad de Yaqui.

Juanita estaba muy concentrada en sus investigaciones, no podía creer todo lo que conlleva esa enfermedad.

Quería ayudar a Yaqui a reponerse, pero desgraciadamente, ella iba de mal en peor.

Cada vez sus desvaríos eran más frecuentes, y la tenían al borde de la locura total.

Incluso, Juanita estaba pensando que lo mejor para ella es internarla, su enfermedad lejos de curarse, se agravaba más. Pero ella no quería decir nada porque no quería que Yaqui se exaltara.

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Perla y Flor se habían levantado muy temprano al día siguiente... Perla se veía muy nerviosa, y Flor se dio cuenta de eso. ¿Qué tienes?, desde hace varias semanas te noto rara.

Es algo muy delicado, prefiero no decir nada.

Sabes que puedes confiar en mí... Flor trató de convencerla para que se desahogara.

Está bien, te voy a decir porque ya no puedo más con esto.

Perla empezó a hablar y le contó lo que había encontrado semanas atrás.

Así como también que eso pertenecía a don Eugenio.

¿Crees que él haya matado a Clara?

No estoy muy segura, pero yo supongo que sí porque encontré las cosas de él en el cuarto donde dormía Clara, además de una colcha que desapareció.

Mira, no vuelvas a repetir esto a nadie. En cuanto tengamos una oportunidad vamos a la policía, debemos de irnos con mucho cuidado.

Esas cosas que tienes no las vayas a tocar por nada del mundo. Y ya, quítate ese pesar de encima.

Perla dio un gran suspiro, en cierto modo se sentía aliviada.

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Una semana después Héctor y Sonia regresaban de su viaje, estaba muy felices aún no sabían lo que se iban a encontrar a regresar a su casa.

Ya quítate ese pendiente, mi amor, ya estamos aquí, ahora tomaremos nuestro auto y nos iremos a casa.

Gracias, amor, lo que pasa es que estoy preocupada porque por más que les llamé no me contestaron.

El auto avanzaba despacio porque había bastante tráfico. Sonia presencia algo, estaba muy ansiosa.

Tranquilízate, mi amor. Me pones nervioso, ya mero llegamos.

Ambos quedaron estupefactos al ver que el lugar donde estaba su casa estaba convertido en cenizas.

¡Dios mío!, pero, ¿qué es esto? ¿Dónde está Alejandra?

Unos de los vecinos que salía a tirar la basura, al verlos se acercó.

Fue una verdadera desgracia, la niña no fue encontrada, pero la policía dijo que murió.

¡Noooo! ¡Mi hija, no!

Héctor sintió que su vida daría un giro de 180°.

Sonia se puso muy histérica... Tú no querías adoptar a Alejandra, nunca le hiciste cariños.

Héctor la vio con pesar, ¿porque dices eso, mi amor? Yo no soy muy dado a esas cosas, pero sí la quería mucho. Es nuestra hija.

Tú no la querías, casi te tuve que obligar para que la adoptáramos. ¿Ya no te acuerdas?

Amor, eso pertenece al pasado, además, no significa nada. Aunque no hubiera sido nuestra hija, no le deseo el mal a nadie.

Perdóname, mi amor. No sé lo que digo. Estoy muy confundida y muy...

Ya no pudo continuar la frase, se agarró a llorar y ya no hubo poder humano que la hiciera tranquilizarse.

Héctor la abrazó, tratando de confortarla... Amor, esto me duele tanto o más que tú.

Iremos con la policía a averiguar lo que pasó.

Héctor contempló la escena antes de volver a subir al auto.

Las lágrimas bañaban su rostro discretamente.

En cambio, Sonia era un mar de lágrimas.

La policía le confirmó lo que le había dicho el vecino.

Mire, la verdad es que el cuerpo de la niña no apareció, se cree también que estaba con la niñera...

Luisa, dijo Sonia. ¿Y dice que no hallaron los cuerpos? ¿Entonces, cabe la posibilidad de que estén vivas? Una esperanza iluminó el rostro de Sonia.

O también que hayan sido calcinadas completamente, dijo el policía matando toda esperanza en ella.

¡Dios mío, no! ¿Y cómo pasó eso?

Bueno, al parecer el fuego fue ocasionado por una veladora que se quedó prendida junto a un santo.

Pero, si nosotros nunca prendíamos una veladora. Yo le decía a mi esposo que veladoras no, porque podría pasar un accidente.

Siento mucho su padecer, señora, pero esa fue la causa, una veladora.

¿Y por qué Luisa prendería una veladora? Ella sabía perfectamente que yo no lo autorizaba.

Señora, ¿está usted tratando de decir que tal vez Luisa provocó ese incendio?

Héctor la veía con asombro, no podía creer que su esposa estuviera culpando a su niñera.

Amor, yo sé que estás muy dolida pero no puedes culpar a nadie, tal vez haya sido un accidente.

Yo no estoy culpando a nadie. Solamente le estoy diciendo a la policía que Luisa sabía muy bien que yo no admitía veladoras en esa casa; se defendió Sonia.

Entonces, si es así, de seguro Luisa se llevó a la niña. Necesitamos que nos dé fotos de ambas para investigar más y buscarlas. Aunque esto no quiere decir que de verdad estén vivas.

Sonia se aferraba a su última esperanza. Tengo algunas fotos en el celular, porque como sabe todo quedó convertido en cenizas.

Está bien, necesita revelarlas y traerlas lo más pronto posible, una semana es mucho tiempo, de seguro ya encontró un buen lugar para esconderse, en caso de que estén vivas.