Obsesiones que matan, enredos irreparables, lascivia, seducción, lujuria y sobre todo la pasión.
La vida la a golpeado de muchas maneras, principalmente con un matrimonio irremediablemente roto, ella, siendo una arquitecta de renombre y una diseñadora famosa, se adentra en el mundo de los negocios.
Creyendo que su vida no mejoraría más, su exesposo quien se desposo nuevamente con su amante, vuelve y pone su mundo de cabeza.
Y cuando todo no podía ser peor, un Coronel, un exnovio de años atrás quien se encuentra comprometido, se reencuentra con dicha mujer que le provoca de nuevo una obsesión que dañara a los que están a su alrededor.
Por eso, nadie sabía que los engaños fueran tan placenteros como lo que despertó en la fría Celine Blackwood y el indomable Coronel Alexander Morgan.
Después de todo, ¿Los amantes lograran tener su final feliz? ¿Podrán los Villanos de esta novela sobrevivir a las adversidades?
Trilogía "Hijos del Engaño"
Enemy to lovers.
Tomo 1
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Capítulo XV
Además, que hay que hacer cuando los sentimientos se involucran en tus acciones.
No tenía la más menor idea de lo que debía o tenía que hacer con la mujer que tenía en frente.
Su comportamiento, su actitud rebelde, es de una nueva mujer que no se dejaría hacer lo que los demás quisieran, antes sus ojos no duraban el verme tan directamente, ahora, sus ojos esmeraldas me desafiaban sin temor.
Yo, Alexander Morgan, quien doblegaba a cualquier mujer, que las tenía suplicando a mis pies, que las tenía con mi v*rga en su boca y la m*maban gustosas, no podía infligir esa misma aura inquebrantable con la nueva versión de Celine Blackwood. Una mujer empoderada y con toda la razón, pues se divorció del imbécil de Mayers, se enfrentó al mundo de los negocios ella sola, renuncio a la milicia aun cuando hicieron lo posible porque no se fuera su mejor soldado, y ahora, era la dueña de las mejores empresas constructoras, diseñadora y todo lo que malditamente ella se propusiera.
Fui educado por mi madre, para no subestimar la fuerza de una mujer, fui guiado por el camino de la paz, por qué mi madre me enseñó que cuando una mujer era provocada de una manera incorrecta esta destruiría a quien sea y cuanta razón tenía, pues ahora estaba sintiendo una destrucción de deseos que me obligaban a romper mi única regla contra Celine Blackwood, no besarla.
—Quien demonios te crees para traerme a este lugar
Sus jodidos labios se movieron, sus jodidas palabras me estaban calentando más de lo que hubiera querido. Todo en ella tenía una influencia sobre mi cuerpo que me era inexplicable de decir, solo deseaba una sola cosa y era, besarla, robar esos labios, probar esos labios y hacer que se corriera con un solo beso.
Si, la fantasía de volver a ver como se corre era una, maravillosa fantasía, pues nada se comparaba cuando Celine Blackwood se encontraba caliente.
—¿Por demonios te sigue mirando así?
Estaba entorpecido, mis palabras eran de reclamo, no soporte el ver la cara de bobo de Mayers, cuando esta mujer delante de mí se dignó a salir como toda una diva. ¡Carajo! Su ceño se frunció de una manera tan provocativa que me hizo pasar saliva, de nuevo, sus brazos se cruzaron resaltando aquellos pechos que casi salían volando del escote de su vestido negro ceñido.
Era la tentación en persona, sus piernas largas, su vientre plano, su cintura fina y delgada, su cabellera larga, que provocó la más dulce escena en mi cabeza de empuñar ese cabello marrón mientras la embestía desde atrás contra ese escritorio.
—Por favor, no finjas que te importa, porque no te creo nada de las estupideces que dices...
Intentaste pasar por mi lado hacia la puerta y yo me interpuse, y no sé cómo diablos lo hice, si lo que quería es que te fueras, para tratar el presente dolor palpitante en mis pantalones, tus ojos me vieron con odio, y como culparse de verme así, si cuando fue el momento te dañe, te insulte, te hice sentir tan miserablemente pequeña y solo te abandone en nuestra abrupta ruptura.
Eso aun ni me lo perdona mi madre, me detesta, solo me dirige la palabra tan solo unos minutos cuando antes, eran horas.
—¿Qué? ¿Por qué me retienes aquí? Es que no logras comprender que no deseo verte, que no deseo estar contigo a más de un kilómetro
—Y yo, deseo todo lo contrario
Dije dando un paso hacia ella, haciendo que su pecho chocará con mi torso, creí que se alejaría, pero no lo hizo, gire mi cabeza en un gesto por retener la sonrisa que casi escapa de mis labios, ¡demonios!, su cuerpo anhelaba mi cercanía, deseaba nuestro contacto aun si ella se negaba a hacerlo, mire desde mi altura privilegiada sus ojos esmeraldas, en como sus labios se entre abrieron, en como sus pupilas se dilataron al igual que las mías al sentir las hormonas que expulsaba con lascivia.
—Basta, ninguno de los dos quiere esto, no deseo involucrarme en una travesía cuando tú estás comprometido y te casaras dentro de nueve meses, fui clara con tu prometida, de que tú y yo, no tenemos nada de que discutir, así que, quítate de mi camino y déjame salir
Ese condenado gesto, que hacías cuando estabas molesta comenzaba a extrañarlo.
—El sentimiento es mutuo Blackwood —Que demonios estaba diciendo, cuando un tiempo atrás dije que la quiero tan cerca— Cuando intento vivir mi visa en paz, apareces de la nada, frustrando mis planes
—Pues entonces, deja de provocar estos encuentros molestos que no sirven de nada...
La tomé por el cuello y empuje con fuerza su cuerpo hasta impactar con unos de los estantes, el choque le robo el aliento provocando que un jadeo saliera alterando más mis sentidos. Iba a hablarlar, demonios, iba a decir algo, pero todo se fue a la mierda, me miró fulminante ante la cercanía que una vez más fui yo quien la provocó, su perfume a fresas me golpeo en el rostro y saboree su sabor, mi vista se perdió en la piel desnuda de su cuello, clavícula y esos senos tan redondos, firmes, que me invitaban a hundirme en ellos.
—Y tú, deja de provocarme...
Fue lo único cuerdo que pude decir antes de soltarla y retroceder un paso dejándola libre, pude apreciar la marca de mis manos en su piel blanca, el presente odio en su mirada. Me estaba condenando, lo sé, lo sé por qué esa mirada detestable quería asesinarme y enterrarme a casi cinco metros bajo tierra. La vi agacharse para tomar su bolso y abrigo y se volvió hacia mí sin siquiera tocarme para caminar hacia la puerta.
Escuche el azote de la puerta cuando se fue, ella se fue, pero esta horrible tensión aún permanecía en las cuatro paredes de mi oficina, su olor aún permanecía impregnado en mis narices provocando a la bestia que se escondía en mis pantalones, me desplome sobre la silla y quise tocarme, estimularme, pero no pude, no pude porque soy un maldito pervertido masoquista que disfruto del palpitante dolor de mi virilidad.