En una pequeña ciudad dominada por las tradiciones, Helena se enfrenta a un futuro incierto cuando su padre es acusado injustamente de un crimen que no cometió. Desesperada por limpiar su nombre, acude a Iván del Castillo, un juez implacable y frío, conocido por su estricta adherencia a la ley. Sin embargo, lo que comienza como una simple búsqueda de justicia, rápidamente se convierte en un intenso enfrentamiento emocional cuando Iván, marcado por un oscuro pasado, se siente atraído por la apasionada Helena.
A medida que ambos luchan con sus propios demonios y los misterios que rodean el caso, Helena e Iván descubren que la verdad no solo pondrá a prueba sus convicciones, sino también sus corazones. En un mundo donde la justicia y el amor parecen estar en conflicto, ¿podrán encontrar el equilibrio antes de que sea demasiado tarde?
NovelToon tiene autorización de Lina Garizao para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capitulo 10
Helena se encontraba frente a la ventana de su pequeño apartamento, la mirada perdida en el horizonte mientras las lágrimas amenazaban con brotar. A pesar de su lucha incansable, sentía que el mundo a su alrededor se desmoronaba. Su padre languidecía en prisión, acusado injustamente, y cada día que pasaba era un recordatorio de su fracaso. Pero el dolor que más la atormentaba era algo que no podía admitir ni siquiera ante sí misma: la creciente confusión sobre ván.
Desde el primer momento en que cruzó miradas con él, supo que algo en su interior cambiaría. Lo que comenzó como una relación puramente profesional, una lucha por demostrar la inocencia de su padre, se había transformado en algo más profundo y peligroso.El juez Iván del Castillo, con su frialdad y su inexpugnable sentido de la justicia, ahora despertaba en ella emociones que no podía controlar.
Helena se dio la vuelta, su respiración agitada. ¿Cómo podía seguir luchando por la verdad cuando sentía que también estaba perdiendo el control sobre sí misma? Cada vez que Iván dictaba una decisión que no favorecía su causa, el resentimiento la invadía. Y sin embargo, cada vez que estaban juntos, había una conexión que ninguno de los dos podía negar.
Caminó hacia su escritorio, donde reposaban desordenados los documentos del caso de su padre. Había descubierto una nueva pista, pero Iván se negaba a tomarla en serio. Su compromiso con la ley era implacable, y eso la hacía cuestionar si algún día lograría convencerlo de que el sistema estaba equivocado. ¿Cómo podía luchar contra alguien que representaba todo lo que ella detestaba y, al mismo tiempo, desearlo tan profundamente?
—Papá... lo siento tanto —susurró, mientras sostenía una foto de él entre sus manos—. Te estoy perdiendo, y ni siquiera sé si puedo salvarme a mí misma en este proceso.
En el fondo, Helena sabía que debía elegir entre dos caminos imposibles: seguir amando a Iván o continuar con la lucha por la libertad de su padre sin que sus emociones la destruyeran. Pero lo que no sabía era que el destino se empeñaba en entrelazar esos dos caminos, llevándola a tomar decisiones que podrían cambiar su vida para siempre.
Elena estaba sentada en la sala, mirando los documentos judiciales esparcidos por la mesa. El informe del perito forense, las declaraciones contradictorias de los testigos, y la última decisión del juez Iván del Castillo, todo se mezclaba en su mente como un torbellino de incertidumbre. Su padre seguía preso, y cada día parecía una condena más para su esperanza.
—Esto no es justicia —murmuró entre dientes, cerrando con fuerza un expediente—. No puedo seguir viendo cómo él sufre mientras el sistema le da la espalda.
Pero, al pensar en el juez, su rabia se diluía. Iván, con su mirada penetrante y esa barrera emocional que mantenía erguida ante ella, representaba un obstáculo, pero también algo más. Cada vez que sus ojos se encontraban, el tiempo parecía detenerse. Había algo entre ellos, algo que ninguno de los dos estaba dispuesto a admitir.
Sin embargo, Helena no podía permitirse sentir. No cuando su padre la necesitaba. No cuando la justicia se estaba inclinando en contra de la verdad. "Debo concentrarme", se recordó a sí misma mientras recogía los papeles, "tengo que mantenerme firme".
De repente, su teléfono vibró. Un mensaje entrante iluminó la pantalla. Era un número desconocido, pero el contenido la dejó paralizada:
"Tienes razón. Hay más en este caso de lo que parece. Te lo demostraré."
¿Iván?
El corazón de Helena se aceleró. El mensaje no llevaba firma, pero algo en su instinto le decía que era él. Si el juez estaba dispuesto a hablar con ella fuera de los tribunales, significaba que también dudaba. Tal vez, en el fondo, él también veía las fallas en el sistema.
Con un suspiro profundo, Helena guardó el teléfono en su bolsillo. No podía confiar en nadie, no hasta que la verdad saliera a la luz. Sin embargo, por primera vez en semanas, un rayo de esperanza brilló en medio de la oscuridad.
Helena caminaba por las calles frías del centro, con los documentos del caso apretados contra su pecho. El viento nocturno azotaba su rostro, pero ella apenas lo sentía. Su mente estaba atrapada entre dos mundos: el del deber hacia su padre y el del deseo confuso que Iván despertaba en ella. ¿Cómo podía su corazón traicionarla de esa manera?
De repente, un coche se detuvo frente a ella, iluminándola con sus faros. Las puertas se abrieron y de entre las sombras apareció Iván, su expresión tan dura como siempre, pero sus ojos... Sus ojos revelaban una tormenta interna.
—Helena —dijo con voz contenida, mientras daba un paso hacia ella—. No debería estar aquí. Sabes que este encuentro está mal, que va en contra de todo lo que represento.
Helena apretó los labios, temblando no por el frío, sino por la tensión entre ambos.
—Tú lo sabes tan bien como yo, Iván —respondió ella, sin retroceder—. Hay algo más en este caso, algo que no quieres admitir. ¿Por qué me enviaste ese mensaje? ¿Por qué estás aquí?
Iván guardó silencio por un momento, luchando consigo mismo. Había pasado años construyendo su carrera, su reputación como el juez frío e implacable. Pero **Helena**... Helena lo estaba haciendo cuestionar todo.
—Porque... —murmuró, su mirada atrapada en la de ella—. Porque no puedo seguir ignorando lo que siento. Ni por el caso ni por ti.
Helena sintió su corazón latir con fuerza, pero antes de que pudiera responder, Iván se dio la vuelta, rompiendo el momento.
—Mañana, en el juicio... todo será decidido. Solo asegúrate de estar preparada.
Y sin más, se alejó en la oscuridad, dejándola con más preguntas que respuestas. ¿Podía confiar en él? ¿O la atracción entre ambos la llevaría a perder más de lo que ya había sacrificado?