DESPUÉS DE MUCHOS TRAGOS ALEXA Y DAVID TERMINAN CASADOS EN LAS VEGAS ,¿QUE PODRÍA SALIR MAL?
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CAPÍTULO 16
La mañana siguiente llegó con la luz suave del sol colándose a través de las cortinas del salón. Anneliese ya se encontraba en su sillita , jugando con sus juguetes, y el sonido de su risa le daba un tono relajante a la casa, mientras yo me encontraba sentada en la cocina, terminando de lavar los platos que usamos en el desayuno . David está en el salón, ayudando a Laura a organizar algunas cosas para su estadía con nosotros, Lau se iba a quedar conmigo una semana,cosa que agradecí,pues su presencia es fundamental en mi vida,me recarga de una manera impresionante.
La conversación de la noche anterior había dejado una huella, una marca invisible que me rodeaba, un espacio de vulnerabilidad que nunca había estado tan presente.
Anneliese, con su pequeño cabello rubio y sus ojos brillantes, me miró con curiosidad cuando me acerqué a tomarla . La vi extender sus manitas hacia mi rostro. Sonreí al ver su gesto, pero algo dentro de mí se movió, como un recordatorio de que mi rol en su vida, aunque lleno de amor, siempre sería diferente.
—Hola, mi amor,— susurré, recogiendo a Anneliese en mis brazos.
—Mamá,—dijo de nuevo, ahora más claramente, como si quisiera asegurarse de que entendiera que me había reconocido.
Mi corazón dio un vuelco, pero de una manera suave. Como si ella supiera algo que yo aún no podía comprender del todo: que en su mundo, yo era la persona que necesitaba. No importaba si era su madre biológica o no. La conexión que compartíamos era real, profunda y pura. Algo que el tiempo no podría romper.
—Mamá, mamá,— repitió, y en su voz había una dulzura que me hizo olvidar cualquier otra preocupación por un momento.
Laura entró en la cocina justo cuando Anneliese me abrazaba el cuello con fuerza. —Parece que alguien tiene mamitis —comentó Laura con una sonrisa, apoyándose en la puerta. —Es increíble cómo ella te adora.
Sonreí mientras acariciaba el cabello de Anneliese. —Yo también la adoro. No hay un solo momento en el que no quiera tenerla pegada a mi.
Laura asintió, pero vi una sombra pasar por sus ojos. —Sé que te preocupa, Alexandra. Y aunque no lo digas, a veces me da la sensación de que no estás completamente segura de lo que le ofreces.
Respiré hondo, reconociendo el peso de sus palabras. —Es difícil, Lau. A veces siento que no soy suficiente para ella. Hay tantas cosas que quiero darle,y pero siento que no tengo soy capaz de nada.
Laura caminó hacia mí y me puso una mano sobre el hombro. —No tienes que ser perfecta, Alexandra. Ella te quiere tal como eres. Y lo que realmente importa es que le das amor y seguridad. Eso es lo más importante.
Asentí, aunque mi mente seguía llena de dudas. A veces sentía que estaba nadando en un mar de incertidumbre, preguntándome si estaría haciendo lo correcto. Pero Laura, con su pragmatismo, siempre había sido un ancla para mí. Ella veía las cosas con claridad, algo que yo a menudo no podía hacer.
Esa tarde, después de que Laura se encargó de ir a comprar algunas cosas en la casa y David se fue al trabajo, me quedé sola en la casa , observando a Anneliese que estaba jugando tranquilamente con su osito de peluche. El silencio me dio espacio para pensar, y lo que había hablado con David la noche anterior volvió a mi mente, acompañado de una sensación extraña.
En cuanto David llegó de nuevo a casa, me acerqué a él, buscando un respiro. —David… no sé cómo seguir, necesito ayuda.Quiero ser lo que ella necesita, pero a veces siento que no tengo todas las respuestas.
David dejó su abrigo en el perchero y me miró con una calma que siempre me sorprendía. —No necesitas tener todas las respuestas, Alexandra. A veces, lo único que tienes que hacer es estar allí, ser quien eres, sin pretensiones. Anneliese lo sabe. Ella sabe que la amas.
—Y eso es suficiente, ¿verdad?—pregunté, casi sin darme cuenta de que ya lo sabía, pero necesitaba escuchar esas palabras nuevamente.
David asintió, su voz serena. —Eso es todo lo que necesita. Y yo también sé que eres una gran madre para ella.
Aunque mi corazón seguía cargado con las sombras de mi pasado, sus palabras eran un faro de luz. —Gracias, David. A veces, siento que debería estar haciendo más, pero no sé por dónde empezar.
David se inclinó hacia adelante, tomando mi mano con suavidad. —El solo hecho de estar aquí, de amarla y cuidarla, es lo que más importa. No tienes que hacer nada más. Nadie tiene la perfección que tú piensas que necesitas alcanzar.
La mirada en sus ojos me hizo sentir más segura, más anclada a la realidad que me rodeaba. A veces, lo único que necesitaba era ese recordatorio: estar presente era lo que realmente importaba. A veces, el amor era tan sencillo como eso.
La semana había transcurrido con una calma extraña y reconfortante. La presencia de Laura había traído un aire fresco a la casa, y Anneliese, como siempre, era una fuente inagotable de alegría y sorpresas. Pero algo más estaba ocurriendo, algo que no podía evitar sentir: la conexión con David se estaba intensificando.
A menudo, nos encontrábamos mirando en silencio, como si ambos supiéramos lo que el otro necesitaba sin palabras. Había una especie de armonía no verbal entre nosotros, una familiaridad que no existía antes de que nuestras vidas se cruzaran. A veces, esas miradas decían más que cualquier conversación.
Esa tarde, después de que Laura se fuera a conocer un poco la ciudad , David y yo nos quedamos en la casa. Anneliese estaba tomando su siesta en su cuna, lo que nos dejó por fin un respiro. Mientras él preparaba la cena en la cocina, yo me senté en el salón, dejando que los rayos del sol cayeran suavemente sobre mi piel. Sentía que el día estaba marcado por una paz extraña, como si estuviéramos disfrutando de la calma antes de la tormenta.
Me levanté lentamente y caminé hacia la cocina, donde David estaba colocando una sartén sobre el fuego. Cuando me acercó a él, me di cuenta de que algo en su presencia me hacía sentir más segura, más tranquila.
—¿Te puedo ayudar con algo?—pregunté, apoyándome en el marco de la puerta, observando cómo sus manos se movían con destreza.
David giró hacia mí, su rostro iluminado por una sonrisa suave. —Solo me gustaría que te quedaras aquí,acompañandome —dijo con una suavidad en su voz que me hizo sentir mariposas en el estómago.
Sin pensarlo demasiado, me acerqué un paso más. —Eso suena perfecto.
Él dejó la cuchara con la que estaba mezclando los ingredientes y, en un gesto inesperado, tomó mi mano. El simple toque de sus dedos alrededor de los míos me hizo sentir una corriente eléctrica recorrerme el cuerpo. No era la primera vez que nos tocábamos, pero esa vez, algo era diferente.
——Alexandra.—dijo, su mirada fija en la mía, mientras sus dedos comenzaban a trazar pequeños círculos sobre mi palma. —He estado pensando mucho en nosotros. En lo que esto podría significar.
Mi corazón latió un poco más rápido. —Yo también he estado pensando en eso,— respondí, mi voz un poco más baja, como si lo que estábamos compartiendo en ese momento fuera demasiado importante como para hablar de ello en voz alta.
David se acercó un poco más, su aliento cálido cerca de mi oído. —Es raro para mí, Alexandra. Nunca pensé que encontraría a alguien como tú. Su mano pasó por mi rostro, acariciando suavemente mi mejilla. —Tienes una fuerza que nunca he visto en nadie, y no solo eso… eres hermosa, tanto por dentro como por fuera.
Mis mejillas se calentaron ante sus palabras. Había algo en la forma en que me miraba, una ternura que me hacía sentir vulnerable y, a la vez, increíblemente amada.
—David,—susurré, mi voz llena de una emoción contenida. —A veces me siento como si estuviera demasiado rota para que alguien me vea así… completa.
Él levantó su mano y la apoyó suavemente sobre mi rostro, inclinándose un poco más hacia mí. —No estás rota, Alexandra. Solo necesitas tiempo para sanar. Y yo estaré aquí, contigo, para lo que necesites.
Fue en ese momento que nuestras miradas se encontraron con una intensidad tan profunda que todo lo demás desapareció. El ruido de la casa, la cocina, la ciudad fuera de las ventanas… nada de eso existía en ese instante. Solo estábamos él y yo, atrapados en una burbuja de silencio y de deseo.
Sin pensarlo más, me acerqué a él, buscando sus labios. Nuestros besos fueron suaves al principio, como si ambos estuviéramos temerosos de lo que eso pudiera significar, pero pronto se convirtieron en algo más profundo, más urgentes . La calidez de sus manos sobre mi piel y la suavidad de sus labios me hicieron olvidar todas las inseguridades que había acumulado durante años. En ese momento, solo existía el presente, la conexión, el deseo de estar más cerca.
David me levantó con cuidado y me llevó suavemente hasta la mesa, sin dejar de besarme. El roce de su cuerpo contra el mío me hizo sentir como si cada parte de mí hubiera estado esperando por ese momento. A medida que nos detuvimos por un segundo para respirar, me miró fijamente, su aliento entrecortado.
—¿Estás segura de esto?— preguntó, su voz baja, pero llena de una calma decidida. —Porque no quiero que esto sea algo de lo que te arrepientas después, Alexandra.
Mi corazón latía con fuerza, y aunque había una pequeña parte de mí que aún dudaba, sabía que lo que sentía por él no era una simple atracción pasajera. Lo que compartíamos era real, profundo. Y no quería esperar más.
—Sí,— susurré, acercándome para besar sus labios una vez más. —Estoy segura