José Augusto pretende ser el Ceo en la empresa de su padre, pero este le puso como condición que debía casarse en un año. De lo contrario otro ocuparía ese lugar.
Así que él buscaba afanosamente una esposa.
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De regreso al trabajo
Augusto y Graciela se preparaban para pasar el último día de su luna de miel.
Esta vez el guía les tenía preparado un paseo por Venecia.
Adán no dejaba de ver a Graciela le parecía realmente encantadora.
Lo disimulaba bastante bien no quería crear problemas entre ella y su esposo.
De todos modos iba junto a ella y a su esposo casi no se les separaba para nada. Augusto estaba molesto por esa situación.
Y así se lo hizo saber varias horas después en cuanto regresaron al hotel.
No tienes por qué enojarte, mi amor, es solamente un compañero de viaje.
Pues será el sereno, pero no me gusta que platiques tanto con él, yo soy tu esposo no él, vienes conmigo.
Ya, mi amor, ya vamos a regresar a nuestro hogar no lo volveremos a ver nunca más.
Está bien, ¿ya tienes lista tus maletas?, porque mañana nos vamos a primera hora.
Sí, ya está todo listo.
Pues vamos a dormirnos porque mañana hay que levantarse temprano.
Pero no pudieron dormir hasta muy entrada la noche.
Lo que no sabían era que Adán también iba a viajar a México porque allá tenía su hogar.
Al día siguiente, muy temprano, iban rumbo al aeropuerto.
Gracias, amor, fue un viaje maravilloso, le dijo Augusto mientras iban en el taxi.
No tienes por qué agradecer, yo también me la pasé genial, en la cara de Graciela se veía todo el amor que le tenía.
En el aeropuerto se encontraron a Adán.
Hola, ¿me vienen siguiendo?, dijo él para romper el hielo.
Claro que no, dijo Augusto no de buen humor.
Tranquilo, amigo, yo voy a Guadalajara.
Graciela iba a decir algo, pero Augusto le hizo la seña de que se callara.
Bueno, amigo, que tenga buen viaje. Augusto se llevó a Graciela casi a rastras.
Al llegar a la salita para registrarse; suéltame, amor, me haces daño.
Perdón, mi amor, pero ese tipo me desespera.
Augusto, Adán solamente quiere platicar ¿que no ves que está muy solo?, dijo Graciela sin ninguna emoción en su cara.
Bueno, amor, no hablemos más de ese tipo, por favor.
Está bien. ¿Eso quiere decir que estás celoso, mi vida?, dijo Graciela muy divertida.
Claro que no ¿por qué habría de estar celoso?
Ya nos están llamando, vamos al avión, Augusto le dio la mano.
Al abordar se llevaron otra sorpresa al ver a Adán sentado en un asiento junto a la ventana.
Graciela tenía el asiento de en medio y Augusto el de la orilla pero de ninguna manera dejó que Graciela se sentara ahí y le intercambió su asiento.
Graciela sonreía por todo lo alto, estaba encantada de los celos de su esposo.
¿De manera que ustedes también van a Guadalajara?, eso sería genial ¿no les parece?
Amigo si gusta permanecer en silencio, por favor. Mi esposa está durmiendo y no quiero que nada perturbe su sueño.
Perdón y así permaneció callado durante todo el viaje.
Augusto ladeó su cabeza hacia Graciela y se durmió en lo que restaba del viaje.
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Guadalajara, Jalisco.
Favor de abrocharse los cinturones. Hemos llegado a nuestro destino y el avión aterrizará.
Augusto llevó a Graciela a su nuevo hogar. Antes de entrar Augusto la cargó.
Ella reía divertida, ¿adónde me llevas, amor?
Bienvenida a tu nueva casa, de hoy en adelante este será nuestro hogar y tú eres la dueña absoluta de todo esto.
La llevó cargada hasta la alcoba nupcial y ahí ya se imaginarán lo que pasó.
Ese día no salieron para nada porque estaban muy ocupados.
Al día siguiente, se presentaron de nuevo a su trabajo.
Julio Páez, el que se había quedado como CEO los recibió muy gustoso.
En hora buena, ¿cómo les fue?, aunque salta a la vista. Se ven radiantes.
Todo bien, ¿novedades?
Sí, dijo Julio.
Enseguida vuelvo, le dijo a Graciela y le dio un beso.
Está bien, mientras veo en que va todo esto.
Julio le pasó algunos papeles.
Todos estos son contratos de compra. Hemos vendido mucho.
Eres muy eficiente. Desde mañana ocuparás el lugar que dejó Heliodoro, y Eleazar se va a quedar contigo.
De acuerdo. Bueno, pues te dejo voy a poner en orden mi oficina.
Más tarde, Graciela y Augusto se estaban preparando para cerrar.
¿Lista, amor?
Sí, ha sido todo por hoy.
Dos días después... Augusto recibió una visita en su despacho.
Hola, veo que te ha ido muy bien, ya hasta eres el CEO.
Lucrecia, ¿qué haces aquí?
Me peleé con mi novio y me mandó al chopo. No tengo a dónde ir. ¿Podrías darme posada en tu casa?, solo serán unos días en lo que busco una casa en renta.
Eso no es posible, me acabo de casar y no creo que a mi esposa le parezca bien.
Uy, ¿no me digas que le temes a tu mujer?
Claro que no, pero no quiero faltarle al respeto.
¿Y si hablas con ella y le explicas?, por favor, no tengo a dónde ir.
¿Dónde estuviste todo este tiempo en que me abandonaste? ¿Te quedaste sin casa, justo ahora?
Mi novio me corrió de la casa, por favor, por el recuerdo de lo que fuimos.
Eso ya es pasado, y no me interesa recordar nada, soy feliz con mi esposa.
Al menos dame trabajo aquí.
Tendrías que empezar desde abajo, aquí todos se ganan su puesto sin excepción. No hay favoritismos.
Está bien, pero al menos dame un adelanto.
Los adelantos se dan a partir del tercer día no podemos arriesgarnos a que dicha persona se desaparezca y ya no pague.
Te voy a prestar un cuarto que tengo al final de esta empresa en el pasillo número 8, al fondo, ahí te quedarás en lo que puedes pagar una renta, pero a mi casa no te puedo llevar lo siento.
Está bien, ya me lo dijiste, pero déjame hacerte una pregunta ¿acaso se te olvidó todo lo que hubo entre nosotros?
Fue algo muy bueno, pero ya pertenece al pasado, solo fueron suspiros de mujer.
Yo de verdad te amo, aún te sigo amando.
Sí, claro, y yo soy Napoleón Bonaparte.
Ve a recursos humanos y diles que te den un uniforme, mañana te presentas a las 9 de la mañana y vas directamente con mi esposa para ver dónde te va a acomodar, ¿ok?
De acuerdo.
Aquí tienes la llave, solamente es el cuarto y un baño.
Pues si no hay de otra.
Es lo que hay, lo tomas o lo dejas.
Está bien, lo tomo.
Y ahora, hazme el favor de retirarte, mi esposa puede sospechar y no quiero que se meta ideas tontas en la cabeza.
Lucrecia salió del despacho, y ni siquiera saludó a Graciela, como si no la hubiera visto.
En cuanto se fue Lucrecia, Graciela entró al despacho de su esposo.
¿Quién era esa mujer que salió de aquí?, duró mucho tiempo contigo.
La estaba entrevistando porque vino a buscar trabajo, pero ya está contratada.