Talia una mujer de veinticinco años, ha estado profundamente enamorada de Rafael, un compañero trabajo quien desde sus comienzos allí, ha mostrado ser su caballero de brillante armadura, su amor llego a ser tan grande que incluso era demasiado obvia al respecto, llegando a despertar la curiosidad de su mejor amiga Selene, quien también pertenecía a la misma empresa y área de trabajo. Selene, en su condición como amiga de ambos comenzó a ayudarla en su objetivo de poder conquistar al hombre y llegar a declararle su amor. Todo su amor se transformó en un completo dolor, un año después, luego de ver a su amiga Selene de la mano de Rafael, anunciando su noviazgo, dolida y despechada, acepta la invitación de unos amigos a ir a un casino, Ahora para terminar de arruinar su vida, su libertad ya no le pertenecía, luego de esa noche de copas, despertó en una habitación de un hotel marcada por un ALpha.
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Capitulo 16. Sin mentiras
Resignados de no poder entrevistar directamente a la pareja del compromiso, los reporteros comenzaron a tomar declaraciones de todos los empleados de la empresa que quisieran dar su opinión o algún dato que los ayudara crear una noticia solida sobre la futura esposa de Maximiliano Hillcen, de esa forma lograron enterarse de que el nombre de la mujer era Talia, obviamente era una Omega y lo que más llamo la atención de todos fue la edad de la mujer, ya que la pareja se llevaban quince años de diferencia, dándoles así, desaseada tela para cortar, por lo menos hasta el día de la boda.
Siguiendo los consejos de Maximiliano, Talia se mantuvo calmada ignorando las habladurías y comentarios que corrían por todos los pasillos de la empresa, sin llegar a confirmar ningún tipo de rumor que se estuviera cocinando, simplemente todos sabían de la boca de ellos, lo mismo que ya sabían todos, y eso era que iban a contraer matrimonio.
- Talia – la llama Rafael durante la hora del descanso.
- ¿Qué sucede? – le dice volteando a mirarlo
- Pues, quería disculparme contigo por la escena de la mañana – le dice apenado – sé que Selena es quien debería de hacerlo, pero dudo mucho que esas sean sus intenciones en este momento – le dice sonriendo de forma incomoda.
- Tranquilo – le dice Talia sonriendo – he llegado a conocerla más en estas últimas semanas de lo que la había conocido en años – le dice – aprecio mucho que te disculpes en su nombre, se nota que la amas lo suficiente como para preocuparte por su buena imagen – le dice de forma amigable.
- Sí, es cierto que la amo – le dice el hombre – pero también aprecio mucho nuestra amistad y no quiero crear algún roce entre nosotros, espero que podamos llegar a ser nuevamente los buenos amigos que solíamos ser – le dice sonriendo. Esas palabras parecían una clara respuesta a los sentimientos de Talia hacia él, aunque a pesar de que le estaba doliendo escucharlo eludir sus sentimientos de esa forma, también sentía un gran alivio al saber que algún día (cuando logre superarlo), podrían retomar su amistad.
- Sí, yo también espero que pueda ser así nuevamente – le dice sonriendo.
- ¡Talia! – la llama Maximiliano, Rafael y Talia voltean a verlo, el hombre estaba parado frente a la puerta de la oficina – Vamos, tenemos muchas cosas que hacer el día de hoy – le dice extendiéndole la mano.
- Oh, s..si, si ya voy – le dice apresurándose hacia él, luego se detiene a mirar su mano extendida
- ¿Qué haces? – le pregunta al verla allí parada – toma mi mano Talia – le dice haciendo un ademan con la mano para apresurarla a tomarla.
- S..si – le dice tomando su mano
- Bien – voltea a mirar a Rafael – la señorita no vendrá a trabajar por cuestiones con la gerencia – le dice al hombre
- Entendido señor – le dice de forma amable, luego le hace una seña con la mano a Talia para despedirse y desearle suerte.
Caminaron por todo el pasillo tomados de la mano, mientras los empleados que transitaban a su lado, los miraban de forma curiosa, pararon frente al ascensor a esperarlo y luego subieron a la cabina, Talia pensó que una vez adentro podían dejar de estar tomados de la mano, así que intento separarla de la del hombre, pero este la aprieta fuerte impidiendo que pudiera hacerlo.
- S.. Señor, creo que ya no tenemos por qué seguir tomados de las manos – le dice, se suponía que debían fingir ante los otros solamente.
- Maximiliano – le dice mirándola fijamente.
- ¿Disculpe? – le dice sin entender
- Que no me llames señor, mucho menos ahora que estamos comprometidos – le dice aclarándole – de hoy en adelante debes llamarme Maximiliano, sea cual sea el lugar, ¿entendido? – la mira serio
- S..si – le responde, aunque de igual forma siguieron tomados de la mano hasta llegar al estacionamiento.
Caminaron hacia el auto, donde al llegar allí Maximiliano le abrió la puerta a Talia y esta se subió, después él se subió del lado del piloto, encendió el auto y se pusieron en marcha.
- Señor – dice Talia, de inmediato el hombre le lanza una mirada de reprimenda – es decir, Ma..Maximiliano, ¿hacia dónde vamos? – le dice, se sentía un poco incomoda llamándolo por su nombre de forma tan casual, siendo la primera vez que lo hacía.
- Iremos a que escojas y te pruebes algunos vestidos de novia – le dice mirando hacia el frente – también te presentare a la persona dueña de la empresa que estará a cargo de todos los preparativos para la boda, si tienes algún deseo o petición que quieras que se te cumpla es con esa persona a quien te debes dirigir – le dice.
- Muy bien – le dice sin hacer más preguntas.
- Y, ¿Cómo te sientes? – le pregunta Maximiliano tratando de sacarle conversación a la mujer
- Pues, en este momento creo que me siento un poco ansiosa – le dice pensando en la conversación que había tenido con Rafael.
- Ah, ¿sí? – le dice – y, ¿será debido a la boda? – él sabía que las mujeres siempre tendían a emocionarse de más con esa clase de temas.
- No, no es por la boda – le responde encogiéndose de hombros – no es como que nos estemos casando por amor, así que tampoco es algo que me haga mucha ilusión – le dice
- Auch – le responde luego de escuchar las palabras de la mujer – gracias por esas palabras – le dice sonriendo.
- Oh, no, no - le dice apresurada – no mal interprete, no es por usted, le aseguro que usted sería un muy buen partido para cualquier mujer - le dice tratando de aclarar sus palabras
- Pero no soy el hombre con el que querías casarte, ¿es eso? – le dice, aprieta el volante
- Pues, no puedo mentirle – su mirada muestra tristeza – además de que también me siento mal casándome con un hombre el cual no quería hacerlo, y quien además es un libertino, tampoco es que eso sea de gran ayuda – le dice.
- Bueno, pues muchas gracias por lo que me toca – le dice sonriendo – tranquila, no me molesta nada de lo que has dicho, es bueno que seas sincera conmigo y contigo misma – le dice de forma amable.
Luego de media hora de viaje, llegaron a la tienda donde le confeccionarían el vestido de novia, estacionan el auto, bajan de él y entran a la tienda.
- Lamento la demora – les dice Maximiliano a las dos mujeres que se encontraban sentadas en un enorme sofá en medio del vestíbulo de la tienda, ambas se encontraban charlando antes de que este las interrumpiera – tuve demasiado trabajo en la oficina – les dice mientras caminan hacia ella y las dos mujeres se levantan del sofá.
- Lo importante es que ya están aquí – dice una de ella, su porte era elegante, de figura muy femenina, acompañada de un aura que irradiaba belleza y finura.
- Bien, déjenme presentarlas – dice Maximiliano tomando a Talia de la mano para acercarla a las mujeres – Talia ella es Agnes – le dice señalando a la mujer que Talia se había quedado admirando – ella es la dueña de la empresa que se encargara de organizar todo lo de nuestra boda – le dice
- Es un placer – le dice Agnes
- El placer es mío – le responde Talia de igual forma
- Bien, ella es la diseñadora que se encargara de confeccionar el vestido de bodas, Fabiola – le dice y la mujer le sonríe a Talia, quien le responde a su sonrisa.
- Bueno ya que están presentadas, yo debo retirarme – les dice, luego voltea a mirar a Talia – estas en buenas manos – la mujer asiente y antes de irse le da un beso de despedida, dejándola helada, mientras lo veía salir de la tienda.