El Lobo Y La Bruja De Fuego

El aire nocturno se había vuelto más denso, la atmósfera estaba cargada de una tensión palpable. El bosque, que antes había estado en calma, parecía ahora estar en un estado de alerta, como si las mismas sombras se hubieran levantado con un propósito. El rugir de los árboles que se balanceaban bajo la fuerza del viento se mezclaba con los ecos de los pasos apresurados de los cazadores del Consejo de Hechiceros.

Darian, el alfa de la manada, caminaba a la cabeza, su mirada fija en el horizonte, donde las últimas huellas de Kael y Selene se desvanecían como una corriente de humo entre las ruinas del bosque. Su respiración era pesada, casi como si cada exhalación tratara de liberar la furia contenida en su pecho. La furia por no haber atrapado a los dos fugitivos aún.

A su lado, los soldados del Consejo se movían con agilidad, sus botas de cuero apenas haciendo ruido en el suelo cubierto de hojas y ramas secas. Entre ellos, una mujer de cabello oscuro y ojos vidriosos, vestida con una capa negra que reflejaba la luz de la luna, revisaba un pequeño compás encantado, pero no encontraba nada. El poder que emanaba del objeto parecía dispersarse sin lograr enfocar su rastro. Cada vez que se detenía, fruncía el ceño con más frustración, como si una niebla mágica se estuviera interponiendo entre ella y el objetivo.

Darian se detuvo en seco, mirando a la bruja con desdén.

—¿Qué pasa, Trina? —su voz retumbó, grave y cortante, como un eco de amenaza. La forma en que la llamaba estaba teñida de burla—. ¿No puedes hacer tu maldito trabajo? ¡Rastrea!

La bruja, Trina, levantó la vista, su rostro marcado por la tensión, pero lo único que pudo ofrecerle fue una mirada vacía de excusa.

—Las huellas desaparecieron aquí. Algo está interfiriendo con mi magia. No puedo… —su voz tembló por un segundo, pero se recuperó rápidamente. La brisa agitó su capa, revelando un destello de pánico en su mirada.

Darian la observó por un largo momento, la furia y la decepción pesando en su rostro. Su mandíbula se apretó, y sin previo aviso, dio un paso al frente. Los demás se apartaron instintivamente, sabían que cuando el alfa estaba así, nadie quería estar cerca de su furia.

—¡Eres una bruja inútil! —gritó, la furia evidente en su voz. La misma furia que se desbordaba de su ser, el mismo rencor que lo hacía impacientarse. El viento soplaba con más fuerza, y el eco de su grito se perdió entre los árboles—. No has sido capaz de rastrear ni siquiera una sombra de ellos. ¿Por qué diablos los seguimos?

Trina no dijo nada, pero su cuerpo se tensó ante la reprimenda. No era el primer enojo de Darian, pero la dureza de su voz, ese filo de ira, la hacía sentirse diminuta. En su interior, sentía el peso de la derrota, de no haber sido capaz de captar el rastro de la bruja y el lobo.

Pero antes de que pudiera responder, el aire se cargó de una energía oscura. Una presencia poderosa se hizo notar en el mismo instante en que un resplandor brillante emergió de la oscuridad. Eliot, emergió de las sombras con una postura erguida. Su túnica azul centelleaba con runas activadas, su varita apuntando directamente a Darian.

El brillo de su varita se intensificó en segundos, y una ola de energía puramente mágica, caliente y abrasadora, se lanzó hacia Darian, alcanzándolo en un parpadeo. La explosión de calor lo envolvió por completo, una onda de fuego arcano que le quemó la piel, dejando marcas rojas y furiosas en su cuello y su brazo.

Darian gruñó, apretando los dientes mientras su piel se cocía bajo el hechizo. La fuerza del ataque lo derrapó hacia atrás, y los otros miembros de la manada se pusieron a la defensiva, listos para atacar, pero Darian levantó la mano, indicando que se detuvieran. Su rostro estaba contorsionado por el dolor, pero sus ojos brillaban con una furia feroz que nunca lo abandonaba.

—¡¿Qué demonios haces?! —rugió, su cuerpo todavía cubriéndose de la magia abrasadora que lo había alcanzado.

Eliot lo miró fijamente, sus ojos llenos de calma pero con una clara advertencia.

—Te aconsejo que no pongas en peligro a mis compañeros, Darian. Esta búsqueda es inútil sin ellos, y te has excedido. —Su voz era suave, controlada, pero cada palabra parecía pesar como una sentencia—. No te metas con ellos. No me importa quién seas ni qué poder tengas.

El alfa, furioso y quemado, desvió la mirada, su cuerpo aún temblando de la ira contenida. Su respiración seguía agitada por el ardor del hechizo, pero en su rostro se reflejaba un destello de comprensión. El mago había dejado claro su punto.

—Tienes razón. —La voz de Darian sonó más baja, casi como si estuviera recobrando su compostura. Aunque el fuego no se apagaba completamente, la mirada decidida de Eliot había desviado momentáneamente su furia.

Con un suspiro profundo, Darian dejó escapar un rugido bajo, como si luchara por mantener el control sobre su manada y sobre sí mismo.

Su poder antes obtenido no le estaba funcionando.

Las llamas que lo envolvían parecían desaparecer de su cuerpo, aunque las cicatrices seguían marcando su piel. Miró a Trina, quien aún se mantenía allí, desorientada por el caos de lo sucedido.

—Vamos a buscar a esa maldita bruja y su lobo —ordenó, sus ojos ahora completamente enfocados en el objetivo. Ya no había lugar para más excusas ni derrotas—. Pero lo haremos de una manera más… inteligente. Eliot, cuida a tus hechiceros y asegúrate de que no perdamos el rastro. Trina, intenta de nuevo. Si no logras encontrar nada esta vez, no te volveré a necesitar.

La bruja asintió rápidamente, la humillación todavía ardiendo en su pecho, pero sabía que lo mejor que podía hacer era colaborar. El alfa había hablado, y en su mundo, eso era ley.

Eliot, que no dejaba de observar a Darian, bajó finalmente la varita, pero sus ojos seguían fijados en él, con una advertencia silenciosa.

—No te olvides de lo que te dije, Darian. Este es tu último aviso.

Darian, con una última mirada de furia y orgullo, hizo un gesto con la mano para que el grupo avanzara. Los árboles que los rodeaban susurraban en el viento, como si el bosque mismo presenciara la batalla de poder que se desataba entre las fuerzas de la oscuridad y la magia.

La caza continuaba.