Amor Infinito

Tras el viaje hacia su nuevo hogar, Kirian llegó al palacio de sus padres biológicos con el corazón rebosante de alegría y nostalgia. Acompañada por su madre y padre, recorrió los majestuosos pasillos, maravillándose ante cada detalle. Al llegar a la habitación que había sido su cuarto de niña, Kirian quedó sin palabras: el lugar estaba intacto, como si el tiempo se hubiera detenido desde el día de su desaparición. Las paredes eran de un suave color marfil, decoradas con delicados detalles dorados y motivos florales, mientras un ventanal alto dejaba entrar la luz que iluminaba cada rincón de la habitación, haciendo brillar los objetos que habían sido parte de su infancia. Al fondo, un pequeño baúl de madera guardaba juguetes y recuerdos, y sobre una cómoda había un retrato de ella, apenas una bebé, que sus padres habían conservado con amor.

Al salir de su cuarto, se dirigió a las habitaciones de su madre adoptiva, Sara, y de sus hermanitos, ubicadas en la planta baja del palacio. Sus habitaciones, aunque sencillas en comparación con la suya, eran acogedoras y llenas de luz, con muebles de madera clara y un ambiente cálido. Kirian sintió cómo su corazón se llenaba de gratitud al ver que sus padres biológicos habían recibido a la familia que la cuidó con tanto cariño y dedicación. Los ojos de sus hermanos pequeños brillaban de emoción, y Sara la abrazó, recordándole que siempre sería su hija, sin importar la grandeza de los lugares que ahora habitaba.

Sin embargo, aunque estaba rodeada de su familia y de amor, Kirian no podía evitar sentir un vacío. La ausencia de Klaus ensombrecía su felicidad. Sus padres, conscientes de sus sentimientos, decidieron organizar una gran celebración en honor a su regreso, esperando que Klaus pronto llegara para formalizar su compromiso con su amada princesa.

Justicia y Despedidas en el Reino de Klaus

Mientras tanto, en el reino de Klaus, el joven príncipe regresaba decidido a hacer justicia. Con el dolor aún fresco por la traición de Inga, la mujer que había sido su amante y confidente, pidió la pena máxima en su contra. Capturada y llevada ante la corte, Inga no negó sus acciones. Miró a Klaus, y en un tono entre la súplica y la locura, confesó haber introducido a la serpiente en su cama, afirmando que si él no podía ser suyo, tampoco lo sería de nadie más. En su última mirada, sus ojos reflejaban un amor enfermizo, desgarrado por los celos. Klaus sintió el peso de la situación y, aunque con un profundo dolor en el corazón, ordenó que se aplicara el castigo, confiando en que la justicia le traería la paz que tanto necesitaba.

Liberado de ese último obstáculo, Klaus comenzó su viaje hacia el reino de Kirian, lleno de esperanza y con una nueva fe. Durante el trayecto, oró a Dios, pidiendo bendición para el matrimonio que pronto uniría sus vidas y esperando que su amor fuera siempre guiado y protegido.

La Fiesta de Compromiso y Un Encuentro Inesperado

A su llegada al palacio, el ambiente era festivo. Las banderas ondeaban, las luces colgaban desde las torres y el aire estaba impregnado de música y alegría. En los jardines, un espléndido estanque reflejaba el cielo, mientras los invitados se paseaban por el lugar, disfrutando de la belleza de los jardines, que parecían un trozo de paraíso. Kirian, radiante, acompañaba a Klaus, y ambos caminaban entre la multitud, recibiendo sonrisas y felicitaciones de los asistentes. Aquella noche, la felicidad parecía envolver cada rincón del palacio.

En medio de la celebración, junto al estanque, se encontraba la mejor amiga de Kirian, vestida con un delicado vestido azul cielo que resaltaba sus ojos de un azul profundo. Sintiendo que aquella fiesta no era su lugar, decidió apartarse un poco, buscando un espacio de tranquilidad. Mientras contemplaba las aguas del estanque, un hombre de aspecto frágil y elegante, con un porte noble pero marcado por una salud debilitada, se sentó a su lado.

—¿Cuánto tiempo llevas aquí? —preguntó el joven con una suave sonrisa—. ¿Te gustaría algo de compañía, aunque sea de alguien tan débil como yo?

La joven, sorprendida por la calidez en la voz de aquel extraño, se volteó para mirarlo. Sus ojos grises, claros y transparentes, le devolvieron la mirada, y en ese instante, ella sintió que algo en su corazón se encendía. En aquellos ojos, veía una tristeza antigua, una soledad profunda que se entrelazaba con una necesidad silenciosa de afecto y cariño.

Ambos quedaron en silencio, y mientras sus miradas se encontraban, los primeros fuegos artificiales iluminaron el cielo, celebrando el regreso de Kirian. La luz de los destellos multicolores se reflejaba en sus ojos, y, como si fuera la señal que ambos esperaban, él tomó suavemente su mano, y ella se dejó envolver por el calor y la seguridad de aquel simple gesto. Sin necesidad de palabras, se abrazaron en un instante de consuelo y esperanza, encontrando en el otro la compañía que sus almas ansiaban.

El Compromiso Sellado

Mientras tanto, en el salón real, Kirian y Klaus protagonizaban un momento que quedaría grabado en la memoria de todos los presentes. Klaus, arrodillado ante ella, sostenía una pequeña caja de terciopelo que guardaba un hermoso anillo de compromiso. Los aplausos y las sonrisas llenaban la sala cuando él, con una mirada llena de amor y respeto, deslizó el anillo en el dedo de Kirian. Ella, emocionada, entrelazó sus manos con las de él, y ambos compartieron una mirada que expresaba la promesa de un futuro juntos.

Los padres de Kirian, llenos de alegría, los rodearon junto con sus invitados, brindando y celebrando la unión de sus hijos. Sin embargo, en el reino de Klaus, la noticia de la ceremonia de compromiso causaba malestar entre sus padres, quienes no habían sido invitados al evento. A lo lejos, en su palacio, murmuraban entre ellos, resentidos por el desaire de su hijo y lamentando que Klaus no hubiera hecho de este compromiso un acuerdo de conveniencia.

Antes de partir hacia el reino de Kirian, Klaus había dejado claro que no aceptaría la ambición y las intrigas de sus padres en su relación con Kirian. Recordaba la intensa discusión que había tenido con ellos, quienes no veían en su compromiso más que una oportunidad para fortalecer sus alianzas y ganar beneficios. Pero Klaus, con el corazón firme y la convicción de hacer respetar a la mujer que amaba, se enfrentó a ellos. Decidió renunciar al trono si era necesario y permanecer al lado de Kirian, lejos de las influencias de sus padres y las presiones de la corona.

Un Amor Inquebrantable

Esa noche, bajo la luz de las estrellas, Klaus y Kirian, tomados de la mano, contemplaban el futuro que tanto habían soñado. Sabían que las dificultades aún podrían surgir, pero la fe que ambos compartían en Dios y el amor que los unía eran una fuerza que no temía a los obstáculos. Klaus se inclinó hacia Kirian y, en un susurro, le prometió que su vida juntos sería un reflejo de todo lo que ambos habían deseado, una vida llena de amor, lealtad y paz.

Mientras los fuegos artificiales pintaban el cielo nocturno y la música de la celebración llenaba el aire, los dos amantes comprendieron que finalmente habían encontrado su destino en el otro. Por primera vez, se sentían completos y seguros, sabiendo que su historia apenas comenzaba, y que, a partir de ese momento, nada podría separarlos.