Me Casé Con El CEO Enmascarado Y Discapacitado

DUSTIN MONDRAGÓN

Quería quedarme un poco más.

Llamé a Joss para que me ayudara a llegar al auto. Me sentía más que enamorado, tenía un poco de esperanzas con ella, Pero también el miedo de que solo fuera ese impulso de curiosidad y cuando me viera sin máscara y sin ropa, porque un hombre en silla de ruedas no tiene atractivo, o por lo menos eso siento yo.

Llegué a la mansión. Mi padre estaba sentado en la sala con la familia López, estaban ambos señores y su hija Fátima.

— No me avisaste que saldrías. Ya sabes que no me gustan las noticias de ti.

— Tenía algo urgente que resolver.

— Ven, acércate. Ella es tu futura esposa, Fátima López, y sus padres están aquí para el acuerdo prenupcial. Ella está dispuesta a darte un heredero.

— Me disculpan señores, Pero yo no me quiero casar porque ya tengo una esposa.

Los señores miraron a mi papá.

— ¿Cuál esposa? Deja de mentir. Ese matrimonio nunca se inscribió, jamás estuviste casado.

— Ya te había dicho que no quiero más teatro barato. No voy a discutir contigo más de este tema. Mil disculpas, señores y a la señorita Fátima, Pero no quiero casarme.

Me fui al ascensor. Este era el colmo. Mi padre se quedó conversando con ellos. Subí a mi cuarto.

Mis pensamientos y sentimientos están con Elena. No creo que pueda amar a otra mujer. Después de mucho tiempo, siento algo por alguien.

Me quité la máscara y me miré en el espejo. ¿Por qué no me sometí a la cirugía plástica? ¿Por qué me di por vencido tan fácilmente? En ese momento sentía que mi vida había llegado a su fin, siempre fui un joven muy activo y carismático. Amaba la vida. Me creía todo un casanova. Siempre había mujeres alrededor mío. Pero cuando pasó ese accidente, hasta mi propio padre se avergonzó de mí.

Me sentí vacío. Lloré. Me deprimí. Quise morir. Nadie vino a consolarme.

Mi padre entró a mi cuarto sin tocar.

— No me vuelvas a hacer este desaire. Ella quiere casarse contigo y lo mejor es que no le importa tu condición.

—Sal de mi cuarto. No me voy a casar con nadie. Ahora entiendo a mi mamá— sentí su mano en mi cara.

— Eres un mal agradecido. He hecho tanto por ti y ahora pagas así. Vamos a ver quién no se casa. Buenas noches, hijo— salió tirando la puerta con fuerza.

ELENA COEN

Diablo que hice. ¿Por qué lo besé? Pero no me desagradó. Vino a mi memoria un recuerdo o un sueño, realmente no sé, él en mi cuarto anterior y yo le hice eso. ¿Realmente pasó? O fue un sueño.

Revisé mi celular, no había mensaje de él. Son las diez de la noche. Me fui a la cama, pero era algo inquietante, más de curiosidad que de amor.

Le marqué. Empecé a comerme las uñas.

— Quiero que vengas a mi apartamento.

— ¿A esta hora? ¿Estás segura? — quedé en silencio un par de minutos sin colgar la llamada, tampoco Dustin decía algo.

Sentí dudas.

— No sé si estoy segura, pero quiero verte. Yo sé que te fuiste hace un rato pero… No sé que estoy pensando. Descansa— le colgué.

Me puse una pijama ligera y me metí a la cama. No debería estar haciendo estupideces. No debo ilusionar a Dustin si no estoy segura.

No podía dormir, así que me puse a jugar en mi celular. Eran las 11 de la noche.

Tocaron la puerta.

¿Será que vino? Pero le dije que descansará. Eso era que no viniera.

Me levanté y fui a abrir la puerta. Dustin estaba afuera con el chófer.

— Me recoges mañana Joss. Espera mi mensaje.

— Muy bien joven. Tenga un buen descanso— el chófer se retiró.

¿Qué acaba de hacer Dustin?

Lo miré. Me miró de arriba a abajo. Recordé que andaba en pijama, Pero sin ropa interior.

— Me vas a tener aquí afuera. La noche es fría.

— Pero te dije que no estaba segura y prácticamente te dije buenas noches.

— Ya le dije a Joss que se fuera. Sabes que él está fuera de servicio y aun así lo molesté para venir, dejando a su esposa sola en la cama.

—Entra. Voy a cambiarme.

— Pensé que me recibías así.

— Estoy confundida. No sé que es lo que quiero, Pero quiero saber.

Me acerqué a él y lo besé.

Quería descubrir ese sentimiento y estar clara.

DUSTIN MONDRAGÓN

Sus labios son tan suaves como un malvaviscos. Ella me gusta. A ella la amo. Puse mi mano en su cabello y la deslicé hasta llegar a sus mejillas. Comí sus labios.

— Yo estoy enamorado de ti, Elena. Siento que por ti puedo todo— le susurré en su oído.

Ella estaba toda ruborizada, se veía tan linda. Parecía una muñequita de porcelana, su piel tan blanca. Mis pensamientos fueron más allá.

— Vamos a la cama antes de que me arrepienta.

Ella me guió. Me pasé de la silla de ruedas a la cama, que no era tan grande, pero era justo para nosotros, para ese momento.

Ella se ahorcajó en mí.

— Quiero quitarla, Pero no lo haré.

Se acercó y nos fundimos en un beso apasionado. Ella se quitó la pijama. Me quité la camisa. Ella bajó mi pantalón y mi ropa interior. Ella miraba y no entendía su mirada, me sentí un poco mal. Tal vez no era algo que deseaba ver.

Elena se sentó en mi amigo, me besó, mis manos acariciaron sus sen0s. Ella se movía a un ritmo suave. Nuestros alientos eran uno. Ella terminó abrazándome y yo mordiendo su hombro.

— Esa vez no fue un sueño. Ahora estoy segura— me lo decía con su voz entrecortada.

— Fue un sueño para mí. Elena me gustas mucho— acaricié sus mejillas.

Ella se acostó a un lado.

— Yo sabía que no era un sueño. Perdí mi virginidad contigo— sus ojos se humedecieron.

Siendo honesto no la entendía.

— ¿Te arrepientes? — le pregunté.

— ¿Cómo llegaste ahí?

— Tu padre negoció conmigo. Y yo solo te saqué y llevé a tu cuarto. Y me sorprendí un poco esa vez, estoy consciente de que fue por la influencia de la droga — Tapé mi cara con mi mano.

Quedamos en silencio. Ella se vistió. Yo hice lo mismo. Se acostó viendo el techo.

— Creo que me gustas — me miró.

Me sentí feliz de escuchar eso de sus labios. Levanté mi brazo y la acerqué a mi pecho. Le di un beso en su cabeza

— No digamos más. Solo quedemonos así. Me siento feliz.