La vida de Kitten siempre estuvo llena de dolor y humillaciones, condenada a vivir como una esclava en la casa del alfa. Ella era presa de las burlas de los cuatrillizos, hijos del alfa. Su único consuelo era que pronto tendría a su loba y con ello quizás encontraría a su mate.
Pero el destino se ensaña con ella cuando descubre que no solo tiene un mate, tiene cuatro y son aquellos que han hecho de su vida un infierno. Ante esto, Kitten teme aceptarlos por todo el dolor que le han hecho pasar, mientras que ellos buscan redimirse y ganarse su afecto, aunque sus personalidades arrogantes hacen difícil esta tarea.
¿Podrán los cuatro conseguir el perdón de Kitten y borrar todo el sufrimiento por el que la hicieron pasar?
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16. Cumpleaños Feliz
Era un día nublado cuando Sam se interpuso en su camino hacia la parada del autobús. Sam, que siempre parecía tener una sonrisa de medio lado, la miró de reojo.
— Sube — Ordenó.
Kattie siempre sumisa sin hacer preguntas obedeció.
— ¿Lista para otro dia en la escuela? — dijo Sam, con un tono que mezcla desdén y diversión.
— Sí — murmuró Kattie, tratando de ocultar su nerviosismo.
El viaje hacia el colegio estuvo lleno de comentarios mordaces por parte de Sam. Él se dedicaba a hacerle preguntas capciosas, lanzando bromas sobre cómo los otros la trataban.
— Seguro que vas a ser la última en ser elegida para cualquier grupo —dijo Sam, con una sonrisa burlona
— ¿No te molesta que te hagan sentir menos?.
Kattie apretó los dientes, tratando de ignorarlo.
Cuando llegaron al colegio, Sam se detuvo frente a la entrada principal. Las otras chicas estaban reunidas en el patio, y algunas miraron a Kattie con curiosidad.
Sam, sabiendo que Kattie tenía que enfrentarse a la realidad del lugar, se dirigió a ella con una actitud provocativa.
— ¿Ves esas chicas, allá? — dijo Sam, señalando a un grupo de chicas populares — Me pregunto cuánto tiempo tardarás en caerles bien. Tal vez nunca.
Kattie intentó ignorar el comentario, pero el resentimiento y el enojo se acumulaban en su interior. Sam, al ver su creciente frustración, continuó con su provocación.
— Vamos, ¿qué puedes hacer si te dicen algo? — preguntó Sam, con un tono que mezclaba la burla y el desafio.
Kattie, finalmente, no pudo contenerse más. Sus mejillas se sonrojaron de rabia y, con los ojos llenos de lágrimas de furia, se volvió hacia Sam.
— ¿Sabes qué? ¡Ya estoy harta de tus comentarios! ¡No todo el mundo es como tú! — gritó, con su voz resonando en el aire. — ¿Crees que me importa lo que piensen esas chicas? ¡Solo quiero que me dejen en paz! ¡Y tú no eres diferente!.
Sam la miró sorprendido por la explosión de rabia. Kattie, al ver su propia reacción, se dio cuenta de lo que había hecho. Su enojo se desbordó, pero Sam en vez de castigarla, la observaba con una mezcla de sorpresa y algo que parecía orgullo.
Sin decir nada más, Sam la miró un momento más y luego se volvió para irse. Kattie quedó sola en la entrada del colegio, su corazón aún latía con fuerza. Había sentido una mezcla de alivio y frustración.
Sam había salido dejándola pensativa y confundida. ¿Por qué Sam no la castigó?¿Por qué parecía orgulloso de su arrebato?¿La castigaría cuando regresará a casa?.
Pero nada de eso sucedió, Sam no la castigó o molestó, pasaron unos días de relativa tranquilidad. Hasta que el patrón se repitió.
El recuerdo se desvaneció, y Kattie miró a Sam con una mezcla de gratitud y escepticismo.
— Recuerdo — dijo, con una voz más suave. Fue el principio de todo.
Sam asintió, satisfecho de que ella le respondiera.
— Esa fue la primera vez que te defendiste. Entonces decidí que si esa era la única manera de sacar tu fuerza interior, entonces haría lo que fuera necesario… Ahora veo que no era la forma. Ahora es cuando puedo ver el daño que te causé y te pido perdón. — Dijo Sam, mientras una lágrima traicionera se escapaba por su mejilla derecha. — Lo siento cachorra, no pude encontrar la forma de hacerlo bien. — terminó de decir con la voz quebrada.
Kattie lo miró con una mezcla de sorpresa y vulnerabilidad. La sinceridad en los ojos de Sam era evidente, y el dolor que él mostraba era palpable.
Su loba aullaba en su interior. Aunque no justificaba ni borraba todo lo vivido, sentía un leve consuelo. No podía ser hipócrita; debía reconocer que esos momentos en los que ella explotaba, luego se sentía más ligera, como si parte del peso que cargaba se desvaneciera.
No pudo evitar levantar la mano y con el pulgar limpiarle esa lágrima que se le había escapado. Quería abrazarlo y consolarlo, pero aún no sentía la confianza de hacerlo.
Tomando una respiración profunda y, con una voz suave pero firme, respondió:
— Gracias por ser honesto, Sam. Esto significa mucho para mí. — continuó diciendo .
Sam asintió, sabiendo que este era el primer paso en su camino a la redención. Con un último vistazo de apoyo, salió de la habitación, dejando a Kattie reflexionando sobre su conversación.
Luego de unos minutos, los cuatrillizos volvieron a ingresar a la habitación:
— Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz…
Cantaron los cuatro al unísono, Alex cargaba el pastel de cumpleaños, mientras cada uno de los cuatrillizos llevaba un obsequio en sus manos.
El pastel de Kattie era una modesta tarta de dos capas con glaseado blanco. Estaba decorado con pequeñas flores de colores pastel y llevaba un simple mensaje en la parte superior que decía "Feliz Cumpleaños, Kattie". La decoración modesta pero encantadora del pastel reflejaba el esfuerzo que habían puesto en elegirlo.
Kattie los observó con una mezcla de sorpresa y emoción mientras ellos entonaban la canción de cumpleaños. Alex, con una sonrisa cálida, acercó el pastel con las velas encendidas hacia Kattie y dijo con voz suave:
— Pide un deseo y sopla las velas —
Kattie, con los ojos llenos de lágrimas por la emoción, miró el pastel y con un suspiro profundo, cerró los ojos y formuló su deseo antes de soplar las velas con delicadeza. Su deseo era simple pero profundo: deseaba encontrar la paz y la fuerza para perdonar, para dejar atrás el dolor del pasado y abrir su corazón a un futuro que se veía prometedor.
Ian, observando la escena con una expresión llena de ternura, se acercó con un paquete grande en sus manos.
— Estos son para ti — dijo Ian, entregándole el regalo con una sonrisa sincera.
Ella lo miró, sorprendida y conmovida, hace once años que no tenía un pastel o recibía regalos.
— ¿Para mí? — preguntó, tomando el paquete con cuidado.
—Sí, queremos que sepas cuánto significas para nosotros. —dijo Alex, sonriendo.
Ian le entregó una caja meticulosamente elegida con artículos prácticos y personalizados: productos de cuidado personal de alta calidad, una manta suave para las noches frías que llevaba un diseño que a Kattie le encantaba, y una selección de libros de sus autores favoritos. Cada detalle en la caja había sido seleccionado con la intención de hacerla sentir especial y cuidada.
Axel, le ofreció un elegante teléfono móvil y una notebook. Sabía que Kattie no tenía ninguna de esas cosas, había elegido estos regalos con cuidado para que pudiera mantenerse en contacto tanto con ellos, como con sus amigas.
Sam, le regaló un hermoso vestido de seda en tono negro. El conjunto venía con accesorios coordinados: un collar delicado con piedras a juego y unos tacones a juego, de color plata. Todo estaba pensado para que Kattie pudiera lucir espléndida en su día especial.
Por último, Alex quien no había podido traer el regalo en sus manos, salió y volvió a entrar.
Siempre atento y meticuloso, le entregó un sobre con una sonrisa enigmática. Kattie abrió el sobre y encontró una tarjeta de regalo para un retiro de spa de lujo. Incluía masajes, tratamientos faciales, baños termales y acceso a todas las instalaciones durante un fin de semana completo. Además, Alex había agregado una nota personal:
"Querida Kattie, sé que has pasado por mucho y mereces un descanso. Espero que disfrutes de este tiempo para relajarte y cuidar de ti misma. Con cariño, Alex.”
Kattie, conmovida por la atención y el cariño detrás de cada regalo, sintió una oleada de gratitud y emoción. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero esta vez, eran lágrimas de alegría.
— No sé qué decir — dijo Kattie con la voz entrecortada — Gracias. Todo esto es hermoso.
Esos regalos y ese pastel no borraban lo que habían vivido, pero para Kattie quien desde hace once años no recibía un regalo o le cantaban el feliz cumpleaños, ese detalle era muy significativo.
Los cuatrillizos sonrieron, contentos de ver la reacción sincera de su Luna.
— Kattie no queremos precionarte, pero en una hora empezará la celebración y la Ceremonia de transición de Alfa. Nos gustaría que asistas como nuestra compañera — Terminó de decir Ian.