Eliza, una noble empobrecida, está desesperada por pagar sus deudas cuando recibe una oferta inesperada: convertirse en espía para Lady Marguerite en el ducado del Duque Richard. Sin embargo, su misión toma un giro inesperado cuando el duque, consciente de las amenazas que rodean a sus hijos, le propone un matrimonio por contrato para proteger a su familia. Eliza acepta, consciente de que su vida se complicará enormemente.
Tras la muerte del duque, Eliza se convierte en la tutora legal de Thomas y Anne, y asume el título de Duquesa de Gotha. Pero su posición es amenazada por Alexander, el hijo mayor del duque, un hombre frío y calculador respaldado por la poderosa familia de su difunta madre. Alexander de Ghota.
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Capitulo 16
Eliza se sentía perdida y desesperada tras la noticia del secuestro de Thomas. Mientras revisaba su habitación en busca de alguna pista o consuelo, encontró una pequeña bolsa de monedas de oro bajo su almohada. Al abrirla, sintió un escalofrío recorrer su espalda: eran monedas de la condesa. Un recordatorio, una deuda o una amenaza, no estaba segura, pero el mensaje era claro. La condesa quería que Eliza pagara por su traición.
Eliza examinó las monedas, recordando la frialdad en los ojos de Lady Marguerite. Se sentó en el borde de su cama, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. La amenaza de la condesa era clara, pero su mayor preocupación era Thomas.
De repente, un bullicio en el patio llamó su atención. Eliza salió corriendo y encontró a Alexander hablando seriamente con el capitán de los caballeros, desplegando un mapa de la zona sobre una mesa.
Por primera vez, Alexander parecía ser alguien digno de respeto. Sin perder tiempo, Eliza se acercó a él. —¿Qué has descubierto? —preguntó, tratando de mantener la calma.
Alexander levantó la vista y la miró con una mezcla de desafío —Tenemos algunas pistas sobre el posible paradero de Thomas. No tengo tiempo para tus sentimentalismos, Eliza. Si quieres ayudar, hazlo rápido y no te interpongas.
Eliza ignoró su tono y miró el mapa. —Haré lo que sea necesario para traer a Thomas de vuelta. Solo dime qué debo hacer.
Sofía también se acercó, lista para cualquier acción necesaria. —Estoy a su disposición, mi señora. No dejaremos piedra sin remover hasta encontrarlo.
Alexander suspiró, frustrado pero consciente de que necesitaba toda la ayuda posible. —Bien, necesitamos cubrir estas áreas —dijo señalando en el mapa—. Nos dividiremos en grupos para buscar. Sofía, tú y Eliza cubran el bosque al oeste. Yo y el capitán cubriremos las áreas al norte.
Eliza asintió con determinación. A pesar de sus diferencias, sabían que salvar a Thomas era lo más importante. Alexander dio instrucciones rápidas y precisas al capitán, mostrando una autoridad que Eliza no había visto antes.
—Hay varias áreas donde podrían estar escondiéndose —dijo Alexander, señalando en el mapa—. Nos dividiremos en grupos para cubrir más terreno. Necesitamos actuar rápido.
Eliza y Sofía asintieron, y los caballeros se prepararon para la búsqueda. Mientras se organizaban, Eliza no pudo evitar notar la seriedad en los ojos de Alexander. A pesar de su frialdad, parecía genuinamente preocupado por Thomas.
—Alexander —dijo Eliza en un tono más suave—, sé que hemos tenido nuestras diferencias, pero agradezco tu ayuda en esto. Thomas es importante para ambos.
Alexander la miró por un momento, su expresión indescifrable. —Solo quiero lo mejor para este ducado, Eliza. Y eso incluye a Thomas. Pero no te equivoques, nuestras diferencias aún existen.
Eliza asintió, sabiendo que esta tregua era frágil. Se giró hacia Sofía, que ya estaba preparada para partir.
—Vamos, Sofía. No hay tiempo que perder.
Sofía asintió firmemente. —Vamos a traer a Thomas de vuelta.
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En una oscura y fría habitación, Thomas yacía inconsciente en un rincón, sus manos atadas con gruesas cuerdas. La condesa, con una sonrisa siniestra, lo observaba desde una silla cercana. Su ambición no conocía límites, y ahora tenía la carta ganadora en sus manos.
—Perfecto, mi querido Thomas. Eres la clave para obtener lo que siempre he deseado —dijo con voz suave, aunque cargada de malicia.
Un sirviente se acercó con reverencia. —Mi señora, ¿qué desea que hagamos con el niño?
La condesa se levantó y se acercó a Thomas, acariciando su cabello con una suavidad perturbadora. —Nada por ahora. Enviaremos un mensaje a esa impostora, Eliza.
El sirviente asintió, retrocediendo rápidamente. La condesa volvió a su asiento, disfrutando del momento.
—Eliza pensó que podía traicionarme y quedarse con todo. Pronto descubrirá lo equivocada que estaba —murmuró para sí misma, sus ojos brillando con una crueldad fría.
Thomas comenzó a moverse, despertando lentamente. Al abrir los ojos, su mirada se llenó de miedo al ver a la condesa. —¿Dónde estoy? ¿Qué quieres de mí?
La condesa sonrió con dulzura fingida. —No temas, querido. Solo eres una pieza en el juego. Pronto estarás de vuelta con tu familia. Solo tengo que arreglar algunos asuntos con tu madre.
Thomas intentó liberarse de las cuerdas, pero estaba demasiado débil. —Mi madre no...
La condesa soltó una carcajada. —Eso está por verse. Ahora, descansa. Tendrás un largo camino de regreso a casa.
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De vuelta en el ducado, Eliza y Sofía avanzaban por el bosque, buscando cualquier señal de Thomas. La preocupación y el miedo eran palpables, pero ambas mujeres estaban determinadas a encontrarlo.
—¿Ves algo? —preguntó Eliza, su voz cargada de ansiedad.
Sofía negó con la cabeza. —No aún, mi señora.
Eliza asintió, sus pensamientos volviendo a las monedas de oro en su habitación. Sabía que la condesa estaba detrás de todo esto, y no se detendría ante nada para destruirla.
Después de horas de búsqueda sin éxito, regresaron al castillo para reunirse con Alexander y los demás. En el patio, Alexander discutía con el capitán de los caballeros, claramente frustrado.
—¡Necesitamos más hombres en el área del río! —gritaba Alexander—. No podemos permitirnos perder más tiempo.
Eliza se acercó, su rostro mostrando la misma determinación. —¿Alguna noticia?
Alexander negó con la cabeza, su expresión endurecida. —Nada aún. Pero no dejaremos de buscar.
—Entonces sigamos buscando —dijo Eliza firmemente—. No nos detendremos hasta encontrarlo.
La noche cayó, y con ella, la desesperación creció. Pero Eliza sabía que no podía rendirse. Con Sofía y Alexander a su lado, continuaría luchando para traer a Thomas de vuelta y proteger a su familia del peligroso juego de poder de la condesa.