Volverá... y los que la hicieron sufrir lloraran
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21 - MUJERES
El inalcanzable Eduardo Gómez sonriéndole al teléfono ¡Nunca imaginé vivir para ver este momento!
En una cabina apartada de una discoteca de lujo, se hallaban dos hombres bebiendo y conversando. Sobre la desordenada mesa, había varios cadáveres de botellas de alcohol: vino, champán, whisky. Todo de marcas ridículamente caras. Lo mejor de lo mejor.
- Decime, amigo. ¿A quién le escribís que te hace sonreír tan estúpidamente al teléfono?
Eduardo borró la sonrisa de su cara y se guardó el móvil en el bolsillo.
- Callate, imbécil. Tomá en silencio si no podés decir cosas coherentes.
El abogado levantó las manos en señal de rendición.
- Está bien. Está bien. No hablo más. Pero tenés que admitir el hecho de que es raro.
El empresario bebió otro trago de su whisky y se puso a meditar. La verdad que sí, era raro. Desde que apareció esa chica todo se había vuelto extraño en su vida.
- Decime, vos que sos un galán.
- Preguntá, no más. De las mujeres, lo sé todo.
Ramiro se acomodó en el asiento para prestar más atención a la conversación. Estaba un poco achispado por el alcohol, pero no tanto como para no darse cuenta de que este era un momento histórico: ¡El Gran Eduardo le iba a pedir consejo sobre alguna mujer!
- ¿Qué pasa cuando una mujer no quiere que la vean con vos? No quiere que la lleves al trabajo, que preguntes por ella. Es más: no quiere que los demás sepan que la conocés, siquiera.
El abogado se sorprendió tanto que hasta se le pasó la incipiente borrachera. ¿Alguien rechazaría al Soltero Más Codiciado de todo el país? Habría que hacerle una craneotomía a la mujer y ver que tenía en la cabeza.
- ¡No me digas que tenés mal de amores!
Eduardo puso los ojos en blanco en señal de fastidio.
- ¡No seas idiota! ¿Quién habló de amor? Solo tengo curiosidad. Las demás mujeres se me tiran encima, y esta no quiere que me le acerque, siquiera.
Ramiro hizo un gesto de comprensión. Ya imaginaba lo que estaba ocurriendo.
- Esta chica es astuta. Está usando psicología inversa. Finge ignorarte para captar tu interés. Es una táctica común entre las mujeres.
El abogado tomó otro trago ya más relajado. Nada de qué preocuparse. La madre de su amigo le pidió que lo vigilara por si se le acercaba alguna trepadora para engatusarlo. Según la señora, Eduardo estaba destinado a Micaela y a nadie más. Al pensar en la rubia, Ramiro no pudo evitar preguntarse por qué la rechazaba tan categóricamente. La mujer era dulce y sencilla ¡Y tenía un lomo de infarto!
- Los signos son claros: Simula alejarte, pero siempre aparece ante vos arreglada y maquillada. Finge rechazarte, pero busca ocasiones para que tengas que rescatarla. Por ejemplo: ¿Cuántas veces se ha tropezado y tuviste que agarrarla para que no se caiga?
Eduardo intentó imaginar a Katrina tratando de ser frágil y no lo logró. Es más: recordó las veces que la vio en situaciones informales y no llevaba siquiera una gota de maquillaje. Sonrió al recordar cuando llegó al departamento y la encontró en bata de baño y con el cabello cubierto con otra toalla. Después, al salir del baño, vestía un pantalón de algodón y una remera del mismo material con un patito dibujado en el frente. Definitivamente, no encajaba con la imagen que su amigo le estaba pintando.
- Entonces: ¿Quién es la afortunada que logró captar la atención del Gran Empresario usando trucos baratos?
El hombre conocía el trato que tenía su amigo con su mamá para que lo cuide de las mujeres que se le acercaban, Por eso no quiso hablar de la chica. Ya podía imaginar la escena, Sería una batalla épica si Katrina y su madre se enfrentaran.
- No es nadie de quien debas preocuparte.
- Eso espero. Si no a Mabel le da un ataque. Te cuida como si fueras un tesoro. ¡Hasta esposa te consiguió ya!
- ¡Uf! No me hables de esa pegajosa. Ahora, hasta la voy a tener metida en la empresa. Por su bien, espero que no sea una inútil porque si no la voy a echar a la calle sin contemplaciones, aunque sea amiga de mi mamá.
El empresario bebió otro trago. Cada vez que hablaban de esa mujer sentía un sabor amargo en la boca.
- Quedate tranquilo. Solamente quería dilucidar el comportamiento de las mujeres. Dicen que son indescifrables, ¡pero vos las tenés completamente estudiadas! No se te escapa una.
La expresión de Ramiro se relajó. Una sonrisa de suficiencia apareció en su rostro.
- Cuando quieras saber algo de mujeres, preguntame a mí: soy un experto.
- Seguro que eso haré. Ahora cambiemos de tema. Decime: ¿Cuándo te vas a hacer esa especialización en derecho internacional?
Así continuaron hablando los dos amigos. Mientras tanto, la discoteca se iba llenando
En una mansión de un barrio privado, una mujer se preparaba cuidadosamente.
- Mi amor. ¿Estás segura de que deberías salir ahora? Mirá si te ve Eduardo.
- Él no va a esos lugares.
- Eso no lo sabés.
- Mabel me lo confirmó. Dijo que le parecían muy ruidosos.
La madre miró a su hija con la duda dibujada en el rostro.
- Igual no debieras ir así vestida. Ponete algo más… modesto
La chica miró su imagen en el espejo: un vestido blanco con líneas horizontales, verticales y transversales en dorado. Cuello bote y sin espalda. Largo hasta la altura justa del muslo, resaltaba sus curvas provocando más de un infarto en los hombres. Su largo cabello suelto y ligeramente ondulado complementaba a un maquillaje fresco que le daba una apariencia juvenil. Completaba el atuendo con unas sandalias doradas con tacones de diez centímetros. En resumen: una mujer fatal.
- ¡No me molestes con eso, mamá! ¡Es la moda de hoy!
La mujer mayor hizo un gesto de resignación.
- Si vos lo decís…
- ¡Ay, Mamá! Si de vos dependiera me tendría que vestir como una monja.
- Como una monja, no. Pero ese vestido…
- Listo, Mamá. ¡Se acabó la discusión! Voy saliendo, que mis amigas me esperan.
La madre, resignada, la dejó ir. Esperaba que esto no trajera consecuencias no deseadas.