Tras el entierro de su hermano mayor, Kate busca cumplir su sueño de ser doctora en una sociedad que la desafía por ser mujer. En su camino se cruza con Keith, quien busca respuestas sobre el hermano de Kate. A medida que crece la atracción entre ellos, deberán enfrentar los obstáculos de un pasado que los une de manera inesperada desafiando su futuro juntos.
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MIS DÍAS DE APRENDIZ (parte 2)
Desde ese día con solo trece años, el doctor Blake tal como me dijo, ha sido muy severo con mi aprendizaje y aún recuerdo la primera tarea que me asignó. Me indicó ir a las montañas de alrededor y regresar trayendo una planta cada día durante noventa días. Esto tenía una finalidad claro está, la tarea de recolectar diferentes especies me permitiría familiarizarme con la diversidad de la flora, sus usos y potenciales beneficios en la medicina. Y ya con solo mi conocimiento teórico del libro que tengo, ponerlo en práctica fue muy emocionante. También, la recolección diaria durante esos días era una prueba para ver mi resistencia y compromiso. Este desafío fue el inicio en mi camino de la medicina.
Invité al doctor Blake varias veces a nuestro hogar y se volvió más cercano a nosotras. Betty se sentía tan orgullosa al ver que había iniciado mi camino sin restricción de nadie. Eso no significaba que las dejaba solas con la florería, las ayudaba siempre, aunque ellas me decían que podían hacerlo solas. Creo que sin su apoyo y su amor nada de esto hubiera sido posible, me alegro mucho de tenerlas a mi lado.
Al pasar las semanas y el tiempo transcurría, el doctor Blake me explicó que con la tarea que me asignó podría creer en la importancia de entender la interconexión entre el ser humano y su entorno, reconociendo que la sanación a menudo se encuentra en la armonía con la naturaleza. Tenía razón, muchísima razón. Esta tarea de identificación agudizaba mi capacidad de diferenciar entre especies similares y la destreza manual para recolectarlas sin dañarlas. Esto no una simple misión, sería una iniciación en el arte y la ciencia de la medicina, con lecciones que van más allá de los aspectos técnicos para abordar mi paciencia, la conexión con la naturaleza y mi perseverancia.
Mi maestro, como ya lo llamo ahora, me contó un poco de su pasado. En su juventud, fue un doctor militar valiente, sirviendo en zonas de conflicto donde la sanación era tan crucial como la estrategia. Las líneas en su rostro narraban historias de jornadas interminables y noches sin descanso, pero fue un fatídico día en el campo de batalla el que dejó una marca más visible en su vida. Un accidente lo privó de su movilidad plena, y la cojera se convirtió en un recordatorio constante de los desafíos que enfrentó. Con el paso de los años, se retiró de su cargo como doctor militar, pero su corazón comprometido con la sanación seguía latiendo con fuerza.
Decidió regresar a su hogar de toda la vida, el lugar donde nació. Aquí, en su retiro, anhelaba continuar la labor que le daba sentido a su existencia: cuidar de los demás. Transformó una parte de su hogar en una clínica modesta pero acogedora. Este hombre, irradiaba una calidez reconfortante. Su enfoque era holístico, combinando la experiencia médica adquirida en el campo de batalla con la sabiduría que solo los años pueden ofrecer. Los pacientes no solo venían a él por sus habilidades médicas, sino también por la tranquilidad que transmitía. Y qué decir de la exquisita comida que preparaba, me repetía varias veces que… una buena comida es la mejor medicina.
Al año siguiente después de unos días de mi cumpleaños, mi maestro me instruyó con otra lección la cual he estado perfeccionando hasta ahora.
—En este mundo mi niña, necesitas ser fuerte físicamente para ganarte el respeto de quien sea. —me lanza una espada de madera.
—¿Técnicas de combate?
Él asintió.
—Enseñarte esto te hará fuerte, Kate. Este mundo y este Reino es dominado por hombres, necesitas más que conocimientos médicos para darte un lugar entre ellos. Aún faltan tres años para que seas mayor, muchos te sacaran ventaja. En cambio, yo al ser un doctor militar… —sonríe— sé cómo atacar al enemigo y estar en un nivel más alto que cualquier otro.
Así, mi maestro me indicaba como debía realizar los ejercicios de postura y movimientos básicos. Practicaba conmigo siempre, su cojera no era impedimento para ello, el sonido de las espadas chocando, aunque controlado, resonaba en cualquier sitio donde nos encontráramos entrenando, creando una sinfonía única de enseñanza que siempre estaré agradecida.
Con los días transcurriendo, comencé a adaptarme a todo y a medida que avanzaba con las lecciones, mi maestro no solo se enfocaba en las técnicas de espada, sino que también introducía movimientos más complejos de artes marciales, incorporando patadas y bloqueos como otros más.
—La variabilidad en tus movimientos es clave. La sorpresa es una herramienta valiosa. Tu determinación te llevará lejos, mi niña.
Muchas veces me sentí cansada y agotada por el entrenamiento y las tareas más pesada en mis estudios médicos, pero… soy consciente de que este esfuerzo es lo mejor… si quiero lograr mi meta. Escogí este camino y estoy convencida de que es y será siempre mi mejor decisión durante el resto de mi vida.
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—¡Doctor! ¡Doctor! —llama un muchacho corriendo por el prado.
—Suficiente práctica por hoy. —concluye mi maestro— Haz mejorado mucho estos años Kate.
—Gracias. —sonrió.
—¡Doctor lo necesitan! ¡El niño tiene fiebre! —grita el muchacho.
—¡Ve Kate! ¡Tú llegarás más antes que yo! —me indica mi maestro.
Corro a toda prisa pasando por el prado y colina abajo hasta llegar a la casa de mi maestro.
—¡¡Doctor Blake!! ¡¡Doctor Blake!! —grita una mujer tocando la puerta de la casa de mi maestro muy desesperada y con lágrimas en los ojos, llevando en brazos a un pequeño niño, cuya frente arde en fiebre—.¡¡Por favor, doctor Blake, necesito su ayuda!!, —suplica de nuevo, con la voz temblorosa de preocupación.
—Déjame verlo. —respondo un poco agitada al llegar a la puerta—. ¿Cuánto… tiempo ha tenido fiebre?
La madre responde con voz entrecortada.
—D-Desde anoche señorita. H-Ha estado ardiendo en fiebre y no puedo bajarla.
Hago ingresar a la mujer dentro de la casa para examinar al niño con cuidado, me lavo las manos y comienzo a revisar al pequeño. Una vez que deduzco los síntomas de inmediato me apresuro a preparar las hierbas y especias necesarias. Mi maestro ingresa a la casa después de un rato y ve a la madre con una sonrisa tranquilizadora.
—¿Situación? —me pregunta, mi maestro.
—Infección, aplique una infusión de Amarilia con tres gotas de sauco para aliviar el resfriado también.
—Buen trabajo.
—Su aprendiz es una genio doctor, muchas gracias señorita Kate.