EL PADRE DE LAS DOCE PRINCESAS BAILARINAS

Jeremy se sentía tan decepcionado, pero a la vez furioso. Por una parte, entendía que la misma duquesa pidiera ayudar a su prima; sin embargo, si de verdad una persona estaba tan miedosa y estaba tan herida, no estuviera con animo de hablar tanto tiempo. Así mismo, al uno ser médico, lo primero que debía mantener era su profesionalismo.

—¿Cuáles son sus deberes?—preguntó recibiendo un vaso de agua.

—¿Cómo?—preguntó el médico en jefe con miedo.

—¡Los deberes que juraron cumplir al momento de firmar su contrato!—repitió enojado.

—Proteger y salvaguardar la vida del duque o la duquesa—respondieron todos al unísono—cuidar de todos los hijos y familiares en primer o segundo grado de la familia ducal.

—Por ende, si su señora estaba mal, ¿por qué le dieron prioridad a una invitada?—preguntó arrojando el vaso—recojan sus cosas, están despedidos. Sir Anthony se encargará de finiquitar sus contratos.

Tanto las enfermeras como el médico en jefe sintieron como sus almas dejaban un momento de su cuerpo. Jamás en sus vidas conseguirían un trabajo tan bien remunerado como el que tenían con la duquesa, eso sí es que realmente alguien decidía contratarlos después de lo ocurrido.

Para cualquier empleado, la carta de recomendación era muy importante, en conjunto con la experiencia. Por eso, hasta el palacio real requería una carta de recomendación muy buena y con lo ocurrido la duquesa no iba a dárselas.

—¡No puede hacerlo!—gritó el médico en jefe—¡Solo la duquesa tiene autoridad en esta casa!

—¡Y yo soy el futuro señor del ducado!—gritó con fuerza—si alguien va en contra de Serena y se enfrentará hasta la ira de la propia familia real... y por mi hija saben que no estoy mintiendo.

Todos, hasta la doncella líder, quedaron en silencio ante tales palabras. Era cierto, sabían muy bien la estima que la familia real le tenía a la duquesa. Así mismo, sabían muy bien que Jeremy no podía decir palabras al aire, sin tener la plena confianza de tener un respaldo.

Jeremy subió, incluso con pasos fuertes, para que la propia prima de Serena lo escuchara. Si bien no sabía qué relación guardaba la mujer con todo lo que estaba sucediendo, el estar cerca de ella le producía unas enormes ganas de vomitar y una desconfianza que, sumado a que todo empeoró con su llegada, sentía una enorme necesidad de proteger a la duquesa de hasta su propia familia.

—¡Sir Jeremy!—lo saludó.

La joven, herida y con una bata que Serena le prestó, al momento de encontrárselo rumbo a la habitación de la duquesa, se inclinó frente a él. Estaba temblando, todo su cuerpo le dolía; sin embargo, quería saber sobre el estado de su salvadora. Jeremy, al estar cerca de la chica, la cual seguía teniendo tal repugnante labial, solo se marchó ignorándola y se encerró en la habitación con su prometida.

—¿por qué?—preguntó Selena.

La joven se acercó a la puerta, pero desistió de tocarla. No entendía el rechazo de Jeremy, ella era igual a su prima, solo que estaba herida por el ataque que sufrió. Así mismo, ella no sentía que había hecho algo malo al hombre, al menos no directamente. Lo único que hizo fue pedir asilo, debido su precaria situación.