Un amor casi imposible, donde uno le huía por seguridad y el otro le seguía sin cesar hasta que se cansó.
El profesor de filosofía, serio y tranquilo, se dejó llevar por la pasión que despertó una torta afrodisíaca junto a su "Rusita" sin saber que hubo consecuencias. Al sentirse abandonado y buscarla, sin éxito; decidió disfrutar de extensos viajes para olvidarla.
Ella disfrutó la mejor noche de su vida, teniendo que huir en la mañana, llevándose consigo un pedacito de él. Pero por problemas familiares, demoró en volver a España.
Ahora deben bautizar a su ahijada e inevitablemente, volverán a verse... ¿Qué pasará? ¿Sus sentimientos seguirán intactos? ¿Qué dirá Isaías cuando sepa el secreto de Eliani?
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La verdad
Narradora
Eliani desde una ventana puede ver llegar un lindo auto, pero se sorprende un poco al saber que es el mismo que ella tiene, aunque en otro color.
La seguridad ya estaba enterada que Isaías Belmonte llegaría aproximadamente a las 15 hs, por lo que autorizan su ingreso a penas lo ven.
El vehículo blanco estaciona casi en la puerta de la Mansión y un tembloroso hombre abre la puerta para salir de allí, mira toda la fachada del hogar de su mujer y suspira antes de empezar a caminar para tocar el timbre.
La rusa solo puede observar su vida allí, justo en la habitación que está.
—Ya vengo— le dice a una empleada, la cual asiente.
Camina con pasos lentos y acomoda su pelo lo mejor que puede, ya que no ha tenido tiempo para arreglarse.
El timbre suena y ella misma se dispone a abrir porque el tema a tratar es demasiado personal.
Con sus manos temblorosas, agarra el picaporte y procede a girarlo para atraer hacia ella la puerta blindada, dejando ver al hombre que siempre le ha gustado.
Él por su parte, siente un fino sudor cubriendo ambas palmas, por lo que se limpia disimuladamente en el pantalón y saluda con cortas palabras.
—Hola, rusita.
—Isa— el diminutivo de su nombre en esa delicada voz, activa la sensibilidad en la piel del rubio.
Ambos tienen sus corazones acelerados y la ansiedad que sienten es más fuerte que nunca, así como la atracción inevitable.
—Adelante— invita ella, corriéndose un poco para dejarlo pasar.
Él sin dudar más, ingresa a la casa y se acerca peligrosamente a la rubia, la cual lo mira con sus ojos grices y desarma al joven profesor, pero trata de que no se note; le da un beso en la mejilla y avanza unos pasos más.
Eliani cierra la puerta y toma la suficiente fuerza de voluntad para volver a verlo y hacer lo que debe.
—No hay que esperar más— susurra para sí misma, sin que él logre oírla.
Él puede observar el tiempo que se toma, pero no dice nada. No desea arruinar desde el inicio la invitación de hoy.
—Sígueme— la rusa decide terminar cuanto antes con esta tortura que le ha carcomido la consciencia. Varios sentimientos están presentes en su cuerpo, pero la culpa, la tristeza y el temor, son quienes predominan en este momento.
—¿A dónde iremos?— pregunta nervioso.
Eliani mantiene una postura que no provoca ninguna seguridad, sino una devastadora noticia, mientras que Isaías, con sus manos escondidas en los bolsillos puede disimular sus nervios, controlando el temblor.
Él es todo lo contrario a lo que ella demuestra.
—A mi despacho— suspira mirando al piso y luego cruza los brazos indefensa— Es importante y necesitamos privacidad.
—Bien— asiente— Te sigo— la invita a que proceda a continuar con el destino obvio y ella acepta como un perrito asustado.
Los pasos de la rusa empiezan a pesar cada vez que se acerca al despacho, mientras que el profesor olvida por unos segundos a lo que iba como consecuencia de solo cruzar miradas con su linda y actual, compañera de trabajo.
Eliani llega a la puerta y solo puede rezar que haya absoluto silencio el tiempo necesario para confesar un secreto que se enteró meses más tarde de irse a Rusia, luego de la boda de su amiga.
Al ser la primera en pasar, deja que él ingrese y cierra, pasándole la llave para que nadie pueda interrumpir, aunque siendo la dueña, todos deben golpear.
En su subconsciente sabe que esto no es por los empleados, sino para evitar que él huya sin escuchar el cuento completo.
Isaías espera parado para saber donde sentarse y siente que el calor se está apoderando de él, más aún cuando nota que ella pasa la llave.
Su hermosa mujer se sienta en el sillón y sin mediar palabras, palmea a su lado, invitándolo a él.
—Isa— ella se muerde el labio y cierra los ojos con fuerza, tratando de organizar su pensamientos y próximas palabras— Quiero que hablemos de lo que pasó en la boda de Emilio y Lady.
—Yo también.— coincide él, aunque no sé imagina que es algo muy diferente al tema que desea tocar.
—Esa torta nos...— Eli ríe al recordarlo y continúa— Desató.
—De ataduras invisibles— acepta el rubio asintiendo.
—Es muy cierto, creo que ambos estábamos solteros en ese entonces— tantea indirectamente para saber si sacó una mala conclusión en el pasado.
— Sí—confirma él haciendo que la sonrisa de su rusa se note por primera vez— Tú me gustabas mucho— confiesa de una vez, ya que desea la respuesta a una de sus preguntas.
—¿Y ahora no?— cuestiona, ya seria.
—Mucho más que antes— le sonríe él.
En este instante la besaría como si no existiera un mañana para demostrarle cuánto le atrae, le gusta y la ama.
—Entonces...— ella se muerde el labio nerviosa— Lo que pasó entre nosotros, ¿significó algo para ti?— mira fijamente a sus ojos celestes y los nota más intenso.
—Esa es una de las pocas preguntas que deseaba hacerte— confiesa él y espera las palabras de su rusa.
—Para mí fue mucho. Un antes y un después— dice indirectamente— Siempre te creí un amor imposible— ríe para continúar— Estaba feliz de tenerte conmigo. Pero, no has respondido.
—Tienes razón, disculpa. He estado enamorado de ti desde adolescente, en aquel instante que entraste al colegio siendo la "chica nueva" — su corazón late más que nunca por las confesiones que están llevando a cabo, las cuales son beneficiosas para ambas partes.
Isaías cree firmemente que de esa casa no sale sin ser el novio de su rusa. La mujer que lo creyó un amor platónico, o como se dice ahora, un crush.
Las profundas palabras aceleran la respiración de Eliani y la culpa a lo que debe decir en pocos segundos, pesa aún más.
— Isa, antes de que sucediera, siempre soñaba con ese día en el que me entregaría a ti— la sonrisa del rubio es medicina para el dolor que está sintiendo la chica.— Pero tuve que irme porque mi primo se metió en la Mansión y no quería un inconveniente. —el profesor de Filosofía quiere decir algo, sin embargo, ella no lo deja— Tu familia no merecía un altercado, ni bullicio innecesario, menos tu abuela, por lo que me fui en silencio luego de dejarte un beso en los labios—dice sonrojada y él quiere acercarse, pero nuevamente, ella parece evitarlo. — Cómo sabes, Konstantin es mafioso y en ese entonces estaba en guerra con otros hombres del bajo mundo, por lo que me mantuvo vigilada hasta que me escapé para la boda, aunque me encontró enseguida y me dejó disfrutar mientras nos cuidaba a todos a una pequeña distancia.— Isaías frunce el ceño, analizando cada gesto que su rusa hace y se da cuenta que ese cuento todavía no tiene final, sino que algo más grave ocurrió, algo de lo que siente culpa— Se metió a la habitación y me despertó para avisarme que nos habían encontrado, por lo que necesitábamos irnos antes de que alguien saliera lastimado. —empieza a estrujar su ropa antes de continuar y suspira porque se viene lo más difícil — Escapar fue complicado, pero lo logramos y viajamos a Rusia. Estando allá, Konstantin y todos los hombres de mi familia, decidieron que sus esposas y yo, teníamos que vivir aisladas del mundo, por lo que estuvimos encerradas en una fortaleza y la única comunicación que teníamos era gracias al hermano de Konstantin, que vivía con nosotras. Desde la primera vez que me fui, me hice cargo de las finanzas de la mafia y de los negocios legales, pero siendo la única mujer entre tanto hombre, parecía vivir en una caja de cristal, por tanta seguridad.
—¿Única mujer?— es lo único que atina a preguntar el profe, ya que, sí bien la información es importante para saber porque no ha aparecido, todavía no entiende el punto de eso.
—Sí, sin contar a mi madre y tías, soy la única. Mis primos son 10 y todos hombres, mi padre y tres tíos.— dice casi detalladamente— En ese encierro, seguí trabajando, pero empecé a sentirme mal y... —sus puños se cerraron con fuerza por el temor a la reacción de su rubio. La cual sospecha no será buena, pero tiene toda la razón.
Siente demasiada culpa al ocultarle por tanto tiempo esto, aunque quería protegerlo, ya que sabía que si se lo decía enseguida, él hubiese encontrado su ubicación. Era consciente de las veces que él visitó el país y lo cerca que estuvo, pero no podía moverse de su escondite, ni de su cama.
Ella se pierde entre tantos pensamientos y solo una cosa la saca de esa nube... El llanto de su bebé en la habitación contigua.
—¿Tienes un hijo?—pregunta él bastante sorprendido.