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HERENCIA DEL SILENCIO

HERENCIA DEL SILENCIO

Status: Terminada
Genre:Romance / Comedia / Malentendidos / Amor-odio / Atracción entre enemigos / Grumpyxsunshine / Completas
Popularitas:17.7k
Nilai: 5
nombre de autor: Yazz García

Manuelle Moretti acaba de mudarse a Milán para comenzar la universidad, creyendo que por fin tendrá algo de paz. Pero entre un compañero de cuarto demasiado relajado, una arquitecta activista que lo saca de quicio, fiestas inesperadas, besos robados y un pasado que nunca descansa… su vida está a punto de volverse mucho más complicada.

NovelToon tiene autorización de Yazz García para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

El inicio del juego

*⚠️Advertencia de contenido⚠️*:

Este capítulo contiene temáticas sensibles que pueden resultar incómodas para algunos lectores, incluyendo escenas subidas de tono, lenguaje obsceno, salud mental, autolesiones y violencia. Se recomienda discreción. 🔞

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...M A N U E L L E...

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Aina aún murmuraba maldiciones por lo bajo mientras corregía mis errores en el plano, Luca intentaba actuar como mediador pacifista y yo simplemente trataba de fingir que no seguía viendo el escote de Clarissa en la foto de hace diez minutos.

Fue entonces cuando la puerta del lugar se abrió y el aire cambió.

—¡Tessa! —exclamó Aina, poniéndose de pie de inmediato.

Me giré por puro reflejo y ahí estaba: una chica de cabello rubio, piel pálida y una mirada que, por un segundo, me dio la sensación de que podía leerme todos los pensamientos sucios. O peores.

—Te juro que pensé que llegarías más tarde —le dijo Aina mientras la abrazaba—. Chicos, ella es Tessa. Amiga de infancia, compañera de mil aventuras y probablemente la única persona que puede recordarme con brackets.

—Un honor —dijo Luca, sonriendo con ese encanto diplomático que lo caracterizaba.

Yo levanté la mano en un saludo vago. Fue ahí cuando lo noté.

Tessa me estaba mirando.

Fijo.

Como quien te analiza. No. Era esa mirada que da hambre de curiosidad o rencor. Tal vez las tres juntas.

—¿Tú eres Manuelle? —preguntó con media sonrisa.

—Depende. ¿Estás con la policía?

Aina soltó una risa seca.

—Es Manuelle, sí. Y sí, es así de idiota a veces.

Tessa no me quitaba los ojos de encima.

—He oído hablar de ti.

—Espero que sean cosas buenas.

—Son cosas —dijo, enigmática.

Volví a mirar a Aina como pidiendo refuerzos, pero ella solo sonrió, tomando asiento de nuevo.

—¿Y entonces cuándo hacemos esa salida pendiente? —preguntó Tessa a su amiga, mientras se sentaba justo frente a mí, cruzando las piernas con toda la intención del universo.

—¿De qué salida hablan? —preguntó Luca, curioso.

—Una cena, una de esas de ponernos al día —respondió Aina—. Justo estábamos diciendo que podríamos hacerla el viernes.

—¡Perfecto! Pero por favor, sin Clarissa —soltó Tessa, tajante.

Silencio.

—¿Problemas con ella? —pregunté, fingiendo que mi corazón no acababa de saltar medio metro.

Tessa encogió los hombros como si no le importara, pero el brillo en sus ojos decía lo contrario.

—Simplemente no me cae. Ya sabes, hay gente que entra a un cuarto y la vibra se muere.

Aina frunció el ceño.

—Nunca supe qué pasó entre ustedes.

—Y prefiero que siga así. Pero tú tranquila, no te estoy pidiendo que tomes partido.

—Bueno… no la invitamos —dijo Aina con un encogimiento de hombros—. No creo que le moleste perderse una noche de vino y cotilleo.

Tessa volvió a mirarme, esta vez con una sonrisa más suave, casi… retadora.

¿Que le pasa a esta tipa…?

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...A I N A...

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La Aina que tenía todo bajo control, la Aina que fingía no importar que alguien la ignorara, y la que quería desaparecer cuando su nombre salía en boca ajena con demasiada ligereza. Estaba sobre la cuerda floja por unos idiotas.

Cruzaba la entrada lateral de la cafetería cuando lo vi. Pegado a la pared.

Vicent.

Maldita sea.

—¿Me seguirás ignorando? —dijo, bajando la voz apenas me detuve frente a él.

No respondí. Me crucé de brazos. Esperé a que él soltara el discurso que ya había ensayado en su cabeza.

—Mira, Aina… sé que me equivoqué. Los celos me vuelven loco, ya lo sabes. No es que no confíe en ti, es solo que… hay tipos mirándote todo el tiempo y yo… —pasó la mano por su pelo y bajó la mirada—. Me estresa todo: mi familia, la presión de las pasantías, el miedo de perderte. Pero yo no he hecho nada malo, Aina. Esa vez fue solo un rumor. De una de esas “fans locas de nuestra relación”, ya tú sabes cómo son.

Lo miré con cara de nada. No porque no sintiera, sino porque había aprendido a no regalar emociones cuando no sabía si iban a ser cuidadas.

—No quiero seguir peleando —agregó, acercándose un paso—. Te juro que voy a cambiar. Voy a trabajar en mi actitud. Solo dame una oportunidad, por favor. Hoy… ¿y si vamos a nuestro sitio favorito? Te hago un picnic como antes. Pan de masa madre, queso brie y fresas. Nada de teléfonos. Solo tú y yo.

Me quedé mirándolo.

Había tantas versiones de él también. El que me hacía reír hasta que me dolía el estómago. El que se ponía frío cuando yo brillaba más que él. El que me decía que me amaba mientras sus acciones gritaban otra cosa.

Y sin embargo…

—Está bien —dije—. Pero primero paso por casa. Quiero cambiarme de ropa.

Él sonrió como si le acabaran de perdonar la vida.

—Perfecto. Te acompañaré, ¿sí?

Asentí.

Mientras caminábamos, un nudo me apretó la garganta.

No sabía si lo que me ataba a Vicent era amor, costumbre o miedo a empezar de nuevo. Pero algo en mi interior susurraba que tarde o temprano, tendría que romper ese ciclo antes de que me tragara por completo.

Y todavía no estaba lista.

No del todo.

Minutos después, llegamos a mi casa. Subí las escaleras de dos en dos, con Vicent pisándome los talones como un perrito arrepentido. Ya tenía en mente qué ponerme: algo cómodo, suéter amplio, jeans y mis botas marrones. No quería impresionar a nadie, solo quería paz.

Pero apenas crucé el umbral del pasillo, escuché la voz de mi papá.

Elevada. Acelerada. Nerviosa.

Me detuve sin pensarlo.

—…te estoy diciendo que no es casualidad —decía al teléfono, caminando de un lado a otro en su despacho—. Si se están moviendo, alguien dio la orden. Y sabemos perfectamente de dónde pudo venir. Los Moretti no actúan sin propósito. Llevaban años quietos, pero ahora esto… armas ilegales, lavado de activos… no es menor.

Me pegué más a la pared, Vicent también se detuvo al notar que yo no me movía.

—…sí, ya lo sé —continuó mi papá—. Desaparecieron dos del equipo de investigación. Estaban demasiado cerca, según parece. Se está poniendo difícil otra vez.

Tragué saliva.

No era la primera vez que escuchaba ese tono de urgencia en mi papá. Aunque él trataba de alejarme de lo que hacía, yo no era estúpida. Sabía que su mundo era difícil y arriesgado.

Colgó de golpe.

Vicent y yo entramos al salón como si no hubiéramos escuchado nada. Como si no tuviéramos los oídos ardiendo de tanto forzar la calma.

—Aina, hija —dijo mi papá apenas nos vio, su ceño se relajó como si pudiera deshacerse de todo lo que cargaba solo por mi presencia—. Y Vicent, qué gusto verte, hijo.

Se estrecharon la mano con esa familiaridad incómoda que nunca me había gustado. Mi papá adoraba a Vicent. Y Vicent era perfecto para los padres: pulcro, educado, encantador.

Por fuera.

—¿Van a salir? —preguntó él, tomando asiento en el sillón.

—Sí, haremos un picnic —respondí—. Pero iba a cambiarme primero.

—Perfecto, aprovecho que están aquí —dijo, y luego se giró a Vicent como si retomara la conversación donde la había dejado—. Estábamos hablando del caso. El movimiento de los Moretti es preocupante. Estaban callados desde hace años, demasiado, pero algo cambió, y ahora… ahora hay rastros de negocios turbios otra vez.

Un frío me recorrió la espalda.

—¿Cómo se llamaba el líder? —preguntó Vicent, fingiendo no saber.

—Gael. Gael Moretti —dijo papá, pero luego entrecerró los ojos, pensativo—. Aunque últimamente también hay uno joven moviéndose por aquí. Manuelle. Aunque no sé si está involucrado con su padre ¿Ese muchacho no está en tu universidad, Aina?

Me tensé.

—¿Manuelle?

—Sí —intervino Vicent, cruzando una pierna—. Es compañero de Aina. Lo he visto algunas veces—Papá volvió a mirarnos, esta vez con más atención.

—¿Y no se ha comportado… raro? ¿No ha dicho nada extraño?

Mis labios se separaron, pero ninguna palabra salió. Recordé los mensajes sin responder, sus risitas en la reunión, los errores en su parte del trabajo… Y luego algo me pinchó el pecho. Una inquietud absurda, pero persistente.

—No —dije al fin, tragando saliva—. Nada raro. Solo… distraído.

Papá asintió, aunque su mirada me escaneó como si buscara otra cosa. Como si intuyera que tal vez yo no sabía todo lo que creía saber.

—Bueno, si algo les llama la atención, cualquier cosa… díganmelo.

—Claro —respondí.

Subí a cambiarme sin decir más, pero el nombre Manuelle Moretti retumbaba en mi cabeza como una alarma lejana. Y por primera vez, algo que no sabía nombrar me incomodó.

Y no era solo por el trabajo.

Era porque, en el fondo, sentí que empezaba a no conocer en lo absoluto al chico con el que según yo compartía algo más que un simple proyecto.

1
Carmen Cañongo
MUCHAS bendiciones para ti autora sí sufrimos a lo grande sobretodo por Aina qué sé convirtió en una mujer sin piedad pero cómo siempre triunfó él amor, y sí té decides a escribir una nueva historia porque no la dé los hijos dé Manuelle
Carmen Cañongo
Clarissa tu sí qué supistes ganarte a toda la familia Moretti, eres tu sin duda la indicada pará un final feliz
Carmen Cañongo
ay sí declárate a Clarissa antes qué la pierdas, lánzate sin miedo por algo eres un Moretti
Anonymous
Muchas felicidades escritora! Leí la primera parte y ahora esta, realmente las dos están buenísimas, pero creo que está saco más mis sentimientos, en la parte final, me hizo pensar y pensar que todos podemos tener un final feliz! De verdad te felicito mil gracias y porque no más delante la historia de las gemelas, muchas gracias
Carolina Nuñez
muy bueno
Linilda Tibisay Aguilera Romero
me facino muy bonita todo un caos Pero me encantó
Linilda Tibisay Aguilera Romero
que bellos me encantó esta historia todo un caos Pero muy bonita
Linilda Tibisay Aguilera Romero
me encanta como es Clari con ellos disfruta de esos momentos no como era la estirada y perfecta Aina
Linilda Tibisay Aguilera Romero
me encanta que tomarás cartas en el asunto para que Aina no te jodiera la vida, Pero ahora toma acción en tu relación es hora del siguiente paso
Denys Aular
yo creo q ese hijo no es Manuelle porq sino van a caer en mismo círculo vicioso y q de una vez la desenmascare a la fina ella siempre le tuvo envidia a clarisa y no es secreto q es caprichosa así q se le quite de una vez el papel de víctima y en realidad se muestre lo q realmente es igualita al padre de manipuladora y poner todo a su favor y en cuanto a clarisa Manuelle ellos se quieren realmente q qde juntos y ya
Linilda Tibisay Aguilera Romero
Aina está muy mal necesita ayuda ella siempre lo que ha sentido es un capricho ella solo quiso estás con Manuelle porque era lo contrario a lonqoe quería el papá para ella y por qué Clarissa era feliz con el siempre fue puro capricho
Carmen Cañongo
bravo por fin sé dan otra oportunidad no la cagues Manuelle defiende ése amor y manda a Aina al carajo
Linilda Tibisay Aguilera Romero
tienes una segunda oportunidad con Clari por favor no dejes que Aina lo arruiné
Linilda Tibisay Aguilera Romero
busca ayuda psicológica para Aina
Linilda Tibisay Aguilera Romero
Aina tu necesitas psicólogo
Linilda Tibisay Aguilera Romero
al fin Manuelle dijiste lo que tenías que haber dicho hace tiempo no era el momento pero Aina con su forma de ser te llevo al límite dándose golpes de pecho y haciéndose la víctima pero ella también fallo
Linilda Tibisay Aguilera Romero
jajajajajajaja me encantó este capitulo me rei mucho un papá y hermano súper celosos y tóxicos jajajaja
Dark
Esta vez Manuelle no la cagues y dale el mugar de Reina que se merece en tu corazón, y sobre todo respeto. Respeta la cono mujer y pon límites con la otra,q fue siempre un envidiosa.
Carmen Cañongo
provoca taparle la boca uyy qué cansona Aina
Carmen Cañongo
y todavía tienes el descaro dé reclamar Aina no jodas
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