En esta historia, se encontrarán con Ángel, una niña que fue abandonada al nacer y creció en una abadía, donde un grupo de religiosas le ofreció amor y cuidado. Sin embargo, a medida que Ángel va creciendo, comienza a sentir un vacío en su interior: el anhelo de tener un padre, como los demás niños que la rodean. A pesar de su deseo, no se atreve a manifestar sus sentimientos por miedo a lastimar a quienes la han criado, y su vida tomará un giro inesperado una noche fatídica.
Una enigmática mujer aparece y le revela a Ángel un oscuro secreto: es una heredera y debe buscar venganza por la muerte de su madre. Así inicia su transformación en la Duquesa Sin Corazón, una niña destinada a cumplir con un legado de venganza que no es suyo. ¿Qué elecciones hará Ángel en su camino? ¿Podrá encontrar su verdadera identidad en medio de la oscuridad que la rodea?
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CAPÍTULO 6. ESCAPE EN LA NIEBLA.
CAPÍTULO 6. ESCAPE EN LA NIEBLA.
DIAS DESPUES.
La lluvia había terminado, pero una densa bruma cubría el amanecer, como si el mundo ocultara algo que aún no debía ser mostrado. En la torre más alta de la mansión ducal, Ángela estaba abriendo con manos temblorosas una carta con un sello de cera roja. La escritura era clara, exacta, sin firma… pero el mensaje no dejaba lugar a dudas.
"La niña está viva. Se encuentra en la abadía de San Elías. Actúa antes de que él lo descubra. "
La duquesa dejó caer la carta sobre la mesa. Su expresión, normalmente tranquila, mostraba agitación. El corsé decorado con hilo plateado le apretaba el pecho como si presintiera el peso del pasado listo para caer sobre ella. Se dirigió al armario y escogió un vestido de viaje: un terciopelo azul oscuro, de falda amplia, y una capa negra con bordados sutiles. Su sirvienta trató de detenerla al verla tan apresurada, pero un solo gesto fue suficiente para hacerla callar.
"Prepara el carruaje. Me voy al amanecer. "
Mientras la niebla cubría los campos, un sirviente se deslizó hacia el ala este del castillo, donde esperaba Douglas.
"Mi señor. . . la duquesa se dirige a la abadía. "
Douglas no respondió de inmediato. Estaba de pie frente al fuego, vistiendo una camisa blanca y un chaleco negro de brocado, con el cuello desabrochado y los puños desarreglados. Se dio la vuelta lentamente, con una expresión sombría en los ojos.
"Entonces ha llegado el momento. "
Ordenó que reunieran a sus hombres más leales. Se equiparían en silencio y partirían antes del mediodía. Sabía que debía llegar antes que ella. . . o asegurarse de que nada llegara a sus manos.
En la abadía, el ambiente era inusualmente tenso. La bruma se enroscaba en las ventanas, y el canto de los pájaros había callado. La abadesa caminaba por el claustro con el hábito recogido y el rosario apretado entre los dedos. Sus pensamientos estaban revueltos. La noche anterior había tenido una visita que había cambiado todo.
Nadie supo cómo llegó, ni de dónde venía. Una mujer vestida con una capa de terciopelo burdeos, con el rostro parcialmente cubierto por un velo negro de encaje. Caminaba con paso firme, como si conociera bien los secretos de los muros que pisaba. Pidió hablar en privado con la abadesa, y durante una hora, permanecieron encerradas en la oficina.
Al salir, se detuvo frente al jardín, donde Ángel jugaba con Sor Mari. La observó en silencio. Solo cuando sus miradas se encontraron, sonrió. Una leve sonrisa. . . triste. Después se fue, envuelta en la bruma, como si nunca hubiera estado allí.
Esa noche, la abadesa llamó a Ángel a su oficina. La niña, vestida con un sencillo vestido marrón de lana y un lazo azul en el cabello, notó la tensión en la voz de su querida mentora.
—Toma asiento, hija —comentó la abadesa con un tono más tierno de lo habitual.
Ángel se sentó, y la abadesa tomó asiento frente a ella, con las manos sobre una caja de madera brillante.
—Tienes que partir esta noche —anunció de manera directa.
Los ojos verdes de Ángel se abrieron en sorpresa.
—¿Qué? ¿A dónde voy?
—No puedo darte toda la información ahora. Pero necesitas irte. Hay personas que vendrán a buscarte… y no tienen buenas intenciones.
Le pasó la caja. Dentro había un antiguo broche con una piedra verde rodeada de oro y una carta sellada.
—No abras esto hasta que estés a salvo. Prométemelo.
La niña asintió, sintiendo miedo y confusión al mismo tiempo.
—¿Iré sola?
—No. Sor Mari te acompañará. Ella ha organizado todo. Deben irse antes de que amanezca.
Horas más tarde, bajo el manto de la noche, Ángel y Sor Mari se aventuraban por pasajes secretos que unían la abadía con un viejo camino de contrabando. Sor Mari llevaba un abrigo grueso y una bolsa llena de provisiones. Ángel estaba cubierta con una capa desgastada para no ser reconocida.
La abadesa las despidió en la entrada trasera, con un rostro serio, aunque sus ojos estaban húmedos.
—Dirígete siempre hacia el este. No mires atrás.
—¿Y usted? —preguntó Ángel con la voz temblorosa.
—Mi tarea es proteger este lugar. Tu responsabilidad es sobrevivir.
La niña la abrazó con fuerza. Luego, sin volver la vista atrás, se desvaneció en la niebla junto a su guardiana.
Al amanecer, el silencio fue interrumpido por el ruido de cascos y voces ásperas. Un grupo de hombres con túnicas oscuras irrumpió en la abadía, armados con espadas cortas y antorchas, sus rostros ocultos tras capuchas.
—¡Encuentren a la niña! —demandó el líder, un hombre corpulento con guantes de cuero.
Las novicias gritaron. Los corredores se llenaron de pies apresurados y gritos. Los bancos fueron volcados, las puertas quebradas y los colchones destrozados. Una de las jóvenes fue arrastrada por el pelo hasta el altar, donde le exigieron información. No sabía nada… o hacía como que no lo sabía.
En el claustro, la abadesa se enfrentó a ellos sola, manteniendo su postura erguida frente a los intrusos.
—Están desperdiciando su tiempo. Ella ya no se encuentra aquí.
El líder la empujó bruscamente, pero solo recibió silencio.
Al no encontrar nada, los hombres destrozaron parte del comedor y prendieron fuego a uno de los graneros. Luego, montaron sus caballos y se marcharon por el mismo camino, dejando tras de sí el eco de su fracaso.
La abadía, aunque dañada, continuaba en pie.
Y la niña… ya se dirigía hacia un destino más grande que cualquier enemigo.
HOLA MIS QUERIDAS, QUE LES PARECE LA NOVELA HASTA ESTE MOMENTO, ESPERO SUS COMENTARIOS.