Olvidada

El rey despertó aturdido y con algo de dolor de cabeza, se estiró un poco y notó que alguien dormía a su lado; cuando volvió completamente en si, se dió cuenta que ambos estaban desnudos, vio la ropa desordenada en la habitación, se paró de la cama sacudiendo su cabeza de la confusión, se puso su bata encima, viendo a la mujer desnuda en su cama, y una mancha de sangre en las sábanas.

Se esforzaba en recordar, Lady Zarina en su habitación la noche anterior, ella pretendía irse y él la detuvo, luego los besos y las caricias, ciertos pedidos de ella de que se detuviera; la imperiosa necesidad de quitarle la ropa; por último el recordatorio de ella, diciéndole que era virgen, mientras él estaba encima de ella tratando de tomarla; y luego nada de recuerdos, un vacío en su mente.

La mujer en su cama empezó a moverse, qué debía hacer se preguntaba, ella despertó, se hizo la confundida, y cuando vio a su majestad, se apresuró a jalar la manta para cubrirse.

- "¿Por qué lo hizo su majestad?, ¿Por qué no se detuvo?, en verdad lo amo, pero no quería que fuera así; no solo dolió y mucho, sino que fue humillante, no me importaba ser la segunda esposa, ¿pero su amante?, ¡me convirtió en su amante su majestad!, y yo, y yo, ¡era virgen!", dijo Lady Zarila entre sollozos haciendo el perfecto papel de víctima.

El rey no sabía qué hacer, ni qué decir, él estaba enamorado de esa mujer, cómo pudo humillarla así se preguntó, y ni siquiera podría recordar completamente lo sucedido, le dolió ver a Lady Zarila llorar así, la mancha de sangre en la cama, era evidencia de lo que había sucedido, la había hecho su mujer aunque no lo recordara, se dijo a si mismo.

- "¿Qué va a pasar ahora su Majestad?, soy una mujer sucia ahora, una mujer sucia", decía entre sollozos Zarila, buscando que él rey dijera algo para consolarla, pero estaba ahí parado y confundido; acaso no le creía, que pasaría si el rey se había dado cuenta de todo.

El rey no podía reaccionar porque no se reconocía a si mismo, cómo pudo cometer tal vileza se decía, Lady Zarila era una doncella y la había convertido en su mujer sin haberla desposado.

Lady Zarila pensó que el rey se había dado cuenta de todo, no sabía que hacer, tal vez su actuación no había sido tan buena, se cubrió con la manta para salir de la cama, queriendo tomar su ropa para escapar corriendo de ahí, lloraba de absoluto temor, el rey se le acercó y sentía desfallecer.

- "Lo siento Zarila, perdóname, no sé que me pasó, jamás pensaría en hacerte tal daño; no te voy a desamparar, veré qué puedo hacer", le dijo el rey mientras la abrazaba, ella suspiró de alivio al saber que si le había creído, así que seguiría con el siguiente discurso que le preparó Tesko.

- "¿Y qué hará?, ponerme una residencia en un lugar discreto e irme a visitar de vez en cuando como su amante, ¿eso hará?, si va a hacer eso, entonces le voy a suplicar que calle, que olvide lo que pasó, que no se lo diga a nadie, prefiero pasar mi vida completamente sola para que nadie se entere de mi vergüenza, a ser señalada como la amante del rey, después de haber sido la novia con quien se iba a casar. No es justo, estaba dispuesta a ser la segunda esposa, por debajo de la hija del peor enemigo de este reino por amor a usted, pero tengo orgullo no me convertiré en su amante", dijo Zarila con el tono de indignación suficiente para llegar al corazón del rey.

La mujer de hermosos ojos verdes, que se había esforzado en vestirse mientras hablaba con el rey se dirigió a la puerta, cada vez más despacio, se suponía que el rey la detendría según los cálculos de Tesko, quien escuchaba detrás de la puerta.

El rey sabía que había hecho algo terrible, y que callar las cosas y no hacer nada era de cobarde, pero en su mente pensaba en lo mejor para Majic; sus pensamientos habían cambiado en este corto tiempo, al conocer la historia detrás de la niña que trajeron para convertirse en su esposa.

Tesko tenía que lanzar otra ofensiva ante el silencio del rey, si se dejaba pasar el asunto, estaban perdidos, así que ingresó a la habitación como de sorpresa.

- "Su majestad, siento ingresar así, pero necesitamos...", dijo Tesko al ingresar para luego simular sorpresa de encontrar a Lady Zarila no muy bien vestida, con el cabello desordenado, y la escena alrededor perfectamente cuidada para que pareciera la de una noche apasionada.

Lady Zarila fue detras de su Majestad en el papel de mujer avergonzada que ha sido descubierta en una terrible situación.

- "¿Qué es todo esto?, Lady Zarila qué desvergüenza venir a seducir al rey, ¡jamás lo imaginaria de usted!, ¿cómo pudo?, pense qué era una mujer decente", expresó con simulada indignación Tesko.

Una mujer que es acusada de seducción en el reino, es llevada al Tribunal Moral y de encontrarla culpable era castigada, en el menor de los casos a recibir latigazos, y en el peor de los casos a ahorcamiento, y eso era a lo que se podría enfrentar Lady Zarila, había seducido al rey, quien además ya estaba casado, con la hija de un rey de la Comunidad de los reinos mágicos de Hurmaya.

Lady Zarila se llenó de terror, Tesko estaba hablando en serio o era una actuación, no podía distinguirlo, se arrojó a los pies del rey y lloraba amargamente.

- "¡Basta Tesko!, no hay necesidad de tratarla así, aquí el único culpable soy yo, me aproveché de su inocencia y la forcé a convertirse en mi mujer, ya ha sido terrible para ella, es inocente de cualquier falta, su único error ha sido amarme", expresó el rey, quien tomó una de sus capas y la puso encima de Lady Zarila.

- "Aunque así fuera su majestad, esto pasó en el palacio, donde aunque no sea de mi agrado, también vive su esposa, no se puede pasar por alto", dijo Tesko buscando algo más del rey.

- "Ya dije que soy el culpable, y repararé mi falta, hablaré con la princesa Majic para que acepte el hecho que tendré una segunda esposa, supongo que se hará lo que querías, una segunda boda con Lady Zarila", expresó el rey, tomando a Zarila de los hombros y llevándola a su habitación.

Tesko con una sonrisa malévola en el rostro, se siente complacido, el plan había resultado perfectamente; conociendo al rey, no dejaría desamparada a una mujer en apuros, más aún si se sentía culpable por ello, el engaño había quedado consumado.