En un mundo donde la lealtad y el deseo se entrelazan, una joven se encuentra atrapada entre la pasión y el peligro. Tras un encuentro inesperado con un enigmático mafioso, su vida da un giro inesperado hacia lo prohibido. Mientras la atracción entre ellos crece, también lo hace el riesgo de entrar en un juego mortal de poder y traición.
Sumérgete en una historia cargada de erotismo y tensión, donde cada decisión puede costar caro. ¿Podrá su amor desafiar las sombras del crimen, o caerá presa de un destino que la dejará marcada para siempre? Una novela que explora los límites del deseo y la redención, perfecta para quienes buscan emociones intensas y giros inesperados.
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Cap 6: La Trampa del Deseo
La mañana llegó envuelta en un manto de neblina, y Ana se despertó con una sensación de inquietud. Las imágenes de la noche anterior aún danzaban en su mente: las cartas, las miradas cargadas de tensión y la presión del juego. Había cruzado un umbral, y aunque la emoción la mantenía alerta, también la llenaba de una creciente ansiedad.
Mientras se vestía, recordó las palabras de Valentina: “El juego no es solo sobre cartas, es sobre personas”. Ana sabía que debía prepararse, no solo mentalmente, sino también emocionalmente, para lo que el futuro pudiera depararle. Cada decisión contaba, y cada elección podría arrastrarla más hondo en el abismo.
Decidió buscar a Luca, con la esperanza de que él pudiera ofrecerle algo de claridad. Al salir de su apartamento, sintió el aire fresco en su rostro y el bullicio de la ciudad a su alrededor. Las calles estaban llenas de vida, pero a ella le parecían más amenazantes que nunca. El mundo parecía girar a su alrededor, y ella se sentía como una extraña en su propia vida.
Al llegar al café donde se habían encontrado anteriormente, vio a Luca sentado en una mesa, su expresión seria. Cuando se acercó, notó las sombras bajo sus ojos. “¿Todo bien?” le preguntó, preocupada.
“Más o menos”, respondió él, con un suspiro. “Ha habido rumores de movimientos inusuales. Las cosas están tensas entre las familias”.
Ana frunció el ceño. “¿A qué te refieres?”
“Alessandro está en busca de aliados. Y eso significa que puede haber traiciones inminentes. Debemos estar atentos”, explicó Luca, su voz grave.
Ana sintió un escalofrío. Había entrado en un juego que no entendía completamente. “¿Y qué significa eso para mí?” preguntó, sintiendo que el peligro se acercaba.
“Debes ser cautelosa. No confíes en nadie, incluso si parece que están de tu lado. Las alianzas pueden romperse en un instante”, advirtió Luca, mirando por encima de su hombro como si esperara ver a alguien acercándose.
“¿Cómo puedo protegerme?” preguntó Ana, sintiéndose vulnerable.
“Con conocimiento. Necesitas entender quiénes son tus aliados y quiénes son tus enemigos. Tienes que estar un paso adelante”, respondió él. “Valentina puede ayudarte, pero también puede ser peligrosa”.
Ana asintió, sintiéndose atrapada en un laberinto donde cada esquina parecía más oscura. “¿Qué hago ahora?”
“Necesitas asistir a la próxima partida. Es donde las decisiones se toman y las lealtades se prueban”, sugirió Luca. “Te acompañaré. Juntos, podemos observar y aprender”.
El corazón de Ana latió con fuerza. Asistir a una nueva partida era un paso que la llevaría más profundo en el juego, pero sabía que no podía dar marcha atrás. “Está bien. Vamos a hacerlo”.
***
Esa noche, el ambiente en el lugar de la partida era aún más tenso que la vez anterior. Ana se sintió atrapada entre el deseo de ser parte de ese mundo y el miedo a las consecuencias. La sala estaba llena de hombres y mujeres que parecían moverse con una confianza peligrosa. Cada risa y cada susurro estaban impregnados de una energía eléctrica.
Valentina se acercó a ellos, luciendo elegante y decidida. “Listos para la acción?” preguntó con una sonrisa enigmática. “Hoy es un buen día para jugar”.
Ana sintió que su pulso se aceleraba. “Estoy lista”, respondió, aunque no estaba completamente segura de lo que eso significaba. Valentina los llevó a una mesa donde otros jugadores ya estaban reunidos, todos con miradas fijas en las cartas.
A medida que la partida comenzaba, Ana se concentró en las estrategias de cada jugador. Notó cómo algunos hacían gestos sutiles, intercambiando miradas que hablaban más que las palabras. La tensión crecía a medida que las apuestas aumentaban.
Durante la partida, Ana se sintió cada vez más involucrada. Las jugadas eran rápidas, y cada decisión parecía cargada de significado. Valentina, al lado de ella, le hacía pequeños comentarios, enseñándole a leer las expresiones de los demás.
“Observa sus ojos. Dicen más que cualquier carta”, susurró Valentina. Ana hizo caso, tratando de captar los matices en cada rostro.
Cuando la partida llegó a su clímax, una jugadora, con una expresión de desafío, puso su mano sobre la mesa. “Apuesto todo”, declaró con voz firme. La sala quedó en silencio.
Ana contuvo la respiración. El ambiente era tenso, casi palpable. “¿Qué debería hacer?” preguntó a Valentina, sintiendo que el mundo se detenía.
“Es un gran riesgo. Si todos los demás se retiran, ella ganará. Pero si alguien iguala la apuesta, se puede desatar una pelea”, explicó Valentina, su mirada fija en la mesa.
Ana sintió el peso de la decisión. Podía sentir la presión de los demás jugadores, la expectativa. “No puedo quedarme al margen”, murmuró, sintiendo que debía demostrar su valía.
“Entonces, hazlo”, dijo Valentina, alentadora. Ana tomó una profunda respiración, sintiendo el pulso de su corazón en sus oídos.
“Yo igualo la apuesta”, declaró Ana, su voz resonando en la sala.
Los murmullos comenzaron a circular. Todos la miraron, sorprendidos por su audacia. La jugadora que había lanzado la apuesta sonrió con un aire de desafío. “¿Te crees capaz?” preguntó, sus ojos brillando con interés.
“Voy a demostrarlo”, respondió Ana, sintiendo que el desafío la impulsaba.
La partida continuó, y Ana se sintió como si estuviera en una montaña rusa. Cada carta que se jugaba era un nuevo giro en su destino. Al final, cuando las cartas fueron reveladas, Ana ganó. La sala estalló en murmullos de sorpresa, y la jugadora se retiró, frustrada.
Ana sintió una mezcla de triunfo y temor. Había ganado una batalla, pero la guerra apenas comenzaba. Valentina la miró, una sonrisa de aprobación en su rostro. “Bien hecho. Has demostrado que puedes manejarte aquí”.
A medida que las risas y las celebraciones comenzaban a llenarlo todo, Ana sintió que algo en el ambiente había cambiado. La tensión había aumentado, y las miradas de los demás jugadores ahora eran diferentes. Algunos parecían más alertas, otros más resentidos.
“¿Qué está pasando?” le preguntó a Valentina, sintiendo que algo no estaba bien.
“Las cosas no siempre son lo que parecen. Ganar puede hacer que te conviertas en un blanco”, advirtió Valentina, su voz más grave. “No todos celebran el éxito de otros”.
Ana frunció el ceño, comenzando a sentir el peso de la atención sobre ella. “¿Qué debo hacer?”
“Debes mantener un perfil bajo. No dejes que el éxito te nuble la vista. Los que están a tu alrededor pueden volverse enemigos con rapidez”, respondió Valentina.
Luca, que había estado observando desde la distancia, se acercó. “Bien hecho, Ana. Pero no bajes la guardia”, le advirtió, su expresión seria. “He visto a varios jugadores cambiar de bando en un abrir y cerrar de ojos”.
“Gracias, pero estoy empezando a sentir que todo esto puede descontrolarse”, admitió Ana, su voz temblando levemente.
“Es parte del juego. Lo que debes hacer ahora es consolidar tus alianzas. Encuentra a quienes puedas confiar, y mantente cerca de ellos”, sugirió Luca. “Pero recuerda, incluso las alianzas pueden ser engañosas”.
Ana miró a su alrededor, sintiendo la presión del ambiente. ¿Podía realmente confiar en alguien en este mundo de sombras? Se dio cuenta de que debía ser más astuta, más cautelosa.
Mientras la noche avanzaba, la atmósfera se volvió más densa. Las conversaciones se tornaron más tensas, y la risa se desvaneció, reemplazada por murmullos ansiosos. Ana sintió que una tormenta se cernía sobre ellos, y la incertidumbre le apretaba el pecho.
Fue entonces cuando notó que un grupo de hombres al otro lado de la sala la observaba. Sus miradas eran intensas y calculadoras. “Luca, ¿quiénes son ellos?” preguntó, señalando con la cabeza.
“Son parte de la facción de Alessandro. No les gustó que ganaras. Están buscando venganza”, respondió Luca, su tono grave.
Ana sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. “¿Qué hacemos?”
“Lo mejor es no llamar la atención. Actúa con normalidad”, sugirió Valentina, pero Ana podía ver la tensión en su rostro. Sabía que la situación era peligrosa.
Con cada minuto que pasaba, el ambiente se tornaba más tenso. Ana intentó relajarse, pero la ansiedad se apoderaba de ella. “¿Qué va a pasar?” susurró, sintiéndose abrumada.
“Lo que debemos hacer ahora es salir de aquí. No podemos permitir que nos vean vulnerables”, dijo Luca, sus ojos fijos en el grupo que las observaba. “Vamos”.