Haneul lleva años lidiando con su smor no correspondido hacia Dongho, un alfa su mejor amigo. Haneul está harto de que Dongho no pueda corresponder sus sentimientos por esa relación fraternal que han desarrollado desde pequeños, así que en un esfuerzo por superar y olvidar su amor no correspondido, renuncia a su trabajo y a su amor.
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Inquietudes
Cerré la puerta detrás de él y, sin decir nada más, me dirigí a la pequeña cocina. Abrí el refrigerador y saqué dos cervezas, porque necesitaba una. Junsu, sus noticias, la noche en general, todo se sentía demasiado.
Le pasé una a Dongho sin mirarlo directamente y destapé la mía, tomando un largo trago. El sabor amargo me golpeó, pero no me importó. De alguna manera, el alcohol parecía el único escape adecuado para lo que estaba sintiendo.
-Con todo lo que soltó Junsu hoy, ¿quién no necesitaría una?- Dije, intentando justificar por qué estaba tomando tan de prisa. Sentía que necesitaba llenar el silencio con algo, cualquier cosa que no fuera esa incomodidad entre nosotros.
Dongho se sentó en el sofá, sin abrir su cerveza todavía, observándome como si intentara descifrar algo que yo mismo no lograba entender.
-Estás actuando raro, Haneul- Dijo finalmente, directo, como siempre hacía cuando algo le preocupaba. -Desde que salimos del bar, no has sido tú mismo.-
Su comentario me hizo detenerme. Lo miré, tratando de encontrar una respuesta, pero lo único que se me ocurrió fue la misma que había estado dándole vueltas en mi cabeza desde hacía horas.
-¿Yo?- Solté una risa amarga y volví a beber. -Tú eres el que está actuando raro. Desde que Junsu habló sobre casarse... no sé. Estás diferente. No me mientas, Dongho. Lo noto. Siempre lo noto.-
No quería sonar acusador, pero así salió, como si lo que realmente me molestaba era que él estuviera ocultándome algo. Me senté junto a él en el sofá, sintiendo el espacio entre nosotros más grande de lo que realmente era.
Dongho suspiró y abrió su cerveza finalmente, dando un sorbo mientras me miraba con esa calma característica. Era frustrante lo tranquilo que podía parecer, incluso cuando yo sentía que me estaba desmoronando.
-No hay nada raro, Haneul. Ya te lo dije. Junsu me tomó por sorpresa, como a todos, pero no es como si...- Hizo una pausa, como si buscara las palabras adecuadas. -Como si me afectara de la manera que tú piensas.-
No sabía qué más decir. Sentía que estábamos dando vueltas en círculos. Tomé otro trago de mi cerveza, sintiendo el calor del alcohol subir por mi cuerpo, pero eso no hacía más fácil lo que estaba sintiendo.
-Pues... si no te afecta, ¿por qué siento que lo hace?- Pregunté, sabiendo que sonaba infantil, pero sin poder evitarlo. Las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas.
Dongho me miró de nuevo, esta vez con una leve sonrisa, como si entendiera algo que yo no lograba captar.
-Quizás no soy yo el que está actuando raro.- Dijo, su tono calmado pero firme. -Quizás eres tú.-
Las palabras de Dongho me hirvieron por dentro. No entendía nada, y eso me estaba volviendo loco. Me levanté del sofá de golpe, dejando la botella de cerveza temblando en mi mano.
-¡No estoy actuando raro!- Solté, exasperado, mis palabras salieron más altas de lo que pretendía. Sentía cómo la frustración se acumulaba dentro de mí como una presa a punto de romperse. Todo el día había sido una espiral, y esta conversación solo estaba empeorándolo.
Dongho me miró con esa calma desconcertante que siempre lograba desarmarme, pero esta vez no podía dejarlo pasar. Se acercó lentamente, como si no quisiera empeorar las cosas, y antes de que pudiera reaccionar, me tomó la botella de cerveza de las manos con suavidad, alejándola de mí.
-Tal vez no deberías beber más estando así, Haneul.- Dijo con esa voz serena, como si todo fuera tan sencillo, como si yo fuera un niño que estaba a punto de hacer una rabieta, y eso solo me enfureció más.
-¡Deja de tratarme como si fuera un niño, Dongho!- Espeté, dando un paso atrás, alejándome de él, sintiendo una rabia que no sabía de dónde venía, pero que llevaba demasiado tiempo contenida. -¡Estoy harto de que me trates como si fuera tu hermano menor! Siempre actuando como si necesitara que me cuidaras, como si no pudiera con nada por mí mismo, ¡odio eso!-
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, y de repente me di cuenta de lo que había dicho, pero ya estaba fuera. La verdad estaba ahí, flotando entre nosotros.
Dongho se quedó inmóvil, sorprendido por mis palabras, sus ojos se suavizaron, como si no entendiera del todo. Él siempre había sido así, el protector, el que cuidaba de mí, y hasta ese momento no había notado lo mucho que eso me agobiaba. Pero ahora… ahora era diferente.
-Haneul…- Su voz era baja, y me miró con una mezcla de confusión y preocupación. -Siempre hemos sido como hermanos, ¿por qué…?-
-¡Porque yo dejé de verte como un hermano hace años!- Interrumpí, sintiendo cómo mi pecho se cerraba por la presión de todo lo que había guardado dentro. Cada palabra era como una confesión que me arrancaba el aliento. -¡Y es frustrante, Dongho! Es frustrante porque sigues viéndome así, y yo… yo no puedo más con eso.-
Dejé caer mis manos a los lados, sintiéndome expuesto, vulnerable, como si de repente todo lo que había escondido durante tanto tiempo estuviera ahí, a la vista. Mis palabras seguían flotando en el aire, y yo no sabía cómo hacerlas desaparecer.
El silencio que siguió fue peor que cualquier cosa. Dongho no dijo nada de inmediato, solo me miró, procesando lo que acababa de confesar. Su expresión pasó de la sorpresa a algo más suave, más comprensivo, pero no dijo nada, y eso solo hizo que me sintiera más desnudo ante él.
No podía volver atrás. Las palabras ya estaban ahí, y yo no sabía qué esperar.
El silencio entre nosotros era tan pesado que apenas podía respirar. Sentía el latido de mi corazón en mis oídos, mientras el eco de mis propias palabras seguía resonando en la pequeña sala. Estaba al borde, vulnerable de una forma que odiaba, sin saber si me arrepentía de haber hablado o si, por fin, me sentía aliviado por sacar todo lo que había guardado dentro durante tanto tiempo.
Dongho dio un paso hacia mí, despacio, como siempre hacía cuando quería evitar que me derrumbara. Puso una mano en mi hombro, ese toque que siempre había sido calmante, como si con solo hacer eso pudiera estabilizarme, pero esta vez, no fue suficiente.
-Haneul…- Susurró, intentando suavizar el ambiente, pero no podía mirarlo a los ojos. Estaba agotado, emocionalmente drenado, y esa mano en mi hombro me hacía sentir aún más frustrado. Siempre era así, el hermano mayor que intentaba calmar mis tormentas internas, pero ahora, esa tormenta era mucho más grande de lo que él imaginaba.
Sentí la presión crecer en mi pecho y, antes de poder detenerme, las palabras salieron, como si todo lo que había acumulado durante años necesitara escapar.
-Es tan frustrante...- Mi voz tembló, y aunque quería mantenerme firme, no pude. -Es frustrante verte pasar de un omega a otro, salir con quien se te da la gana, como si todo fuera tan fácil, y ahora, con lo de Junsu...- Hice una pausa, notando que mi respiración se volvía más rápida. Miré al suelo, incapaz de sostener su mirada. -Todos pensábamos que era un beta, y ahora está esperando un hijo, ¿y tú? Estás... Estás ahí, tan tranquilo.-
Dongho me miraba en silencio, su expresión un enigma, pero yo seguía sin ser capaz de detenerme.
-¿Por qué no puedes…?- Mi voz se quebró, mis puños se cerraron con fuerza. -¿Por qué no puedes interesarte en mí, Dongho? Soy un beta también, ¿no?- Las palabras salieron más rápido de lo que podía controlarlas. -Si Junsu puede ser importante para ti, si puedes mirarlo de esa manera... ¿por qué nunca me miras a mí así? ¿Qué tiene él que yo no tenga?-
Mis manos temblaban. Las sentía frías, y mi cuerpo entero estaba tenso. Lo había dicho. Lo había dicho todo. Mis inseguridades, mis celos, todo lo que había estado escondiendo durante años. Dongho era la persona que más admiraba, la que más quería, y también la que más me dolía. Para él, yo siempre había sido "el pequeño Haneul", pero para mí él era todo lo que había querido.
El silencio volvió a instalarse entre nosotros, y el peso de mis palabras quedó suspendido en el aire, esperando una reacción que no sabía si estaba listo para recibir. Me preguntaba cómo iba a mirarme ahora, después de todo lo que había dicho, cómo iba a reaccionar.
Dongho respiró profundamente, sin apartar su mano de mi hombro, pero lo que más me dolía era que todavía no había respondido, como si necesitara tiempo para procesar la magnitud de lo que acababa de confesar. Mi garganta se cerró y la frustración solo creció, como una herida que nunca dejaría de sangrar.
Sentía que el tiempo se detenía mientras esperaba alguna señal, algo que me dijera que no todo estaba perdido.
Dongho se quedó quieto, y por un segundo pensé que no iba a decir nada, que mis palabras se perderían en el aire, como si nunca hubieran existido, pero entonces lo vi encogerse ligeramente en su lugar, algo que rara vez hacía. Sus hombros se hundieron un poco, y cuando levantó la mirada hacia mí, vi una mezcla de emociones que no esperaba, era confusión, duda, culpa.
-Haneul…- Comenzó, su voz suave, pero cargada de un peso que no había notado hasta ahora. -Cada vez que... cada vez que te he mirado de otra manera, diferente a como debería, me he sentido culpable. Nos conocemos desde que tenías cuatro años.- Hizo una pausa, su mirada se desvió, como si estuviera luchando con algo dentro de él. -Tú tenías cuatro, y yo siete. Te he visto crecer, he sido como... tu hermano mayor. Siempre he estado ahí para protegerte.-
La confesión me golpeó de una manera extraña, y la frustración volvió a escalar dentro de mí. Mi pecho se apretó, como si algo estuviera a punto de romperse de nuevo. Yo ya no era ese niño que necesitaba protección, y me enfurecía que él todavía me viera de esa manera.
-¡Ya no soy un niño!- Reclamé, mi voz saliendo más dura de lo que pretendía. Sentía mis manos temblar a mi lado, la tensión recorriendo todo mi cuerpo. -Han pasado años, Dongho, ¡no soy ese niño que necesita que lo cuides! ¡No soy alguien que necesite que lo trates como a un hermano pequeño!-
Él me miró, sus ojos llenos de una mezcla de entendimiento y dolor. Asintió, pero con una lentitud que solo me frustraba más.
-Lo sé, Haneul.- Murmuró, su voz grave y seria. -Sé que ya no eres un niño, pero… no es tan sencillo. Para mí es difícil… romper esa imagen, esa responsabilidad que siempre he sentido hacia ti. Es como si algo dentro de mí no me permitiera...-
No podía más. Las palabras de Dongho, su incapacidad para dejar ir ese pasado, ese papel de "hermano mayor" que tanto había definido nuestra relación, me empujaron más allá de mi límite. Lo empujé suavemente, pero con la suficiente fuerza como para hacerlo caer de espaldas en el sofá.
Sus ojos se abrieron, sorprendido, pero no hizo ningún movimiento para resistirse.
Antes de que pudiera decir nada, me arrodillé frente a él, apoyando mis manos sobre sus rodillas. Mi respiración era agitada, y el espacio entre nosotros, a pesar de ser tan pequeño, se sentía como un abismo. Lo miré directamente a los ojos, sin ninguna intención de retroceder. Quería que me viera, que viera de verdad al Haneul que tenía frente a él, no al niño que alguna vez conoció.
-¿Tan difícil es?- Pregunté, mi voz saliendo más baja, más íntima, mientras mantenía mi mirada fija en la suya. -¿Tan difícil es verme como soy ahora? No soy ese niño que cuidabas. No soy tu hermano pequeño. Mírame, Dongho.- Llevé una mano hasta su pecho, sintiendo cómo su respiración se aceleraba un poco bajo mi toque. -¿No puedes... simplemente, dejar de sentirte culpable por lo que sientes?-
El silencio volvió a caer entre nosotros, pero esta vez era diferente. Era más pesado, más cargado de tensión. Podía sentir el calor de su cuerpo a través de mis manos, y la proximidad de nuestros rostros me hacía sentir una mezcla de anticipación y temor. Había cruzado una línea, lo sabía, pero no me importaba. No podía dar marcha atrás ahora.