MATRIMONIO FRACASADO.

...Tyler....

Sentí que su confesión era sincera. En realidad ya estaba convencido de que lo era. Me quise engañar a mi mismo diciendo que ella era hipócrita y ambiciosa . Pero ella nunca me pidió nada. Yo siempre le di las cosas por gusto. Al pensar en todo lo malo que le había hecho una lágrima salió de mis ojos.

— Zuri...

— Yo no seré una esposa de verdad. No dormiré contigo, no seré cariñosa, no te cuidaré si estás enfermó, no me acostaré contigo y mucho menos pienses que te daré otro hijo. Hubiera hecho todo eso cuándo estaba enamorada pero ahora no. — Ella en verdad me odiaba. Pero no la culpaba. Durante nueve años no le di el lugar que ella merecía. Y ahora que me odia la obligué a ser mi esposa. De verdad soy un infeliz. — Ya aclaramos esté matrimonio. Ahora vete.

Ese día supe que había perdido a Zuri. La tendría a mi lado, pero también tendría que vivir con su odió todos los días. Pensé que podía cambiar eso, tal vez podría volver a conquistarla. Me propuse hacerlo. Empecé por respetar sus decisiones, si ella no quería dormir conmigo estaba bien. Le daría su espacio. Esperé un tiempo a que ella estuviera más tranquila y le envié flores. Las que sabía que le gustaban. Pero al volver del trabajo encontré todas las flores tiradas en el patio, pregunté a las empleada y ellas respondieron que Zuri las había lanzado desde su balcón. Fuí a preguntar por qué lo hizo, y su respuesta me hizo sentir miserable.

— ¿Creés que con unas flores nuestras relación cambiará?

— Estoy intentando que nos llevemos bien.

— Nos llevaríamos bien si no me tuvieras en está casa cómo una más de tus decoraciones.

— No es así cómo te veo. Eres mi esposa.

— POR QUÉ TU ME OBLIGASTE. — Grito ella furiosa. — No me des flores, no me des nada, no quiero nada de ti. Lo único que quiero es no ver tu cara. — Dijo ella casi llorando. No tuve más opción que salir.

Días después se me ocurrió invitarla a salir. Ella estaba vistiendo a la bebé. Acababa de bañarla.

— Zuri.

— ¿Qué quieres? — Pregunto ella no muy contenta.

— ¿Quieres ir al cine conmigo?

— ¿No sé armará un escándalo si nos ven juntos? — Preguntó con ironía.

— Eres mi esposa. ¿Por qué habría escándalo?

— No quiero ir.

— Si no quieres que te vean, usemos gorras. Tal vez no nos reconozcan.

— Ya dije que no quiero.

— ¿Hasta cuándo me vas a tratar asi? — Pregunte con frustración.

— Desde que nos casamos ha sido así. Te conformas con tener un matrimonio a medias, por qué es todo lo que puedo darte. Y si no lo quieres me das el divorcio y ya. — Me regresó algunas de las palabras que le había dicho años antes. Comprendí cuánto le dolió mi amenaza en esa ocasión. Por qué a mí me llegó hasta lo más profundo.

Después de aquella discusión la invite a salir una vez más. A cenar.

— No gracias.

— Zuri por favor ven conmigo. Es un restaurante muy bueno.

— ¿Cuando vas a entender que no quiero ir ni a la esquina contigo.? Me da vergüenza ser tu esposa, me da asco tener que verte todos los días. Y me da rabia haber sido una estúpida que en algún momento te amo. Si no hubiera sido por mis años de estupidez, si tan sólo hubiera tenido un poco de dignidad y respeto por mi, yo hoy no estaría contigo. Teniendo que aguantar tus estúpidas invitaciones. Ya deja de intentar llevarme a la cama. No lo vas a lograr. Consíguete una amante, dos o las que se te pegué la gana. Por qué conmigo ya habrá sexo. ¿Te quedó claro? — Dijo ella más que enojada. Y en ese momento me di por vencido. Comprendí que realmente me odiaba. Y aunque muy en el fondo sabía que lo merecía, me dolía. Hasta pensé en dejarla libre. Pero no pude. Prefería vivir con su odió, pero verla todos los días, a vivir sin poder verla..

...Actualidad....

...Zuri....

Está cenita se alargó más de lo que me hubiera gustado. Ya eran las 12:30 y aún no terminaba.

— ¿Quieres una copa.? — Preguntó Ethan.

— No gracias. Yo no bebo.

— ¿Porqué.? ¿Pierdes el conocimiento.?

— Así es.

— Deberías tomar una copa amor. — Dijo el infeliz ese.

— No. Ya dije que no quiero.

Tyler no dijo nada más. La cena terminó media hora después y nos fuimos a casa. Subí a la habitación de mi bebé y le dí un beso de buenas noches. Después me fuí a mi habitación y me quité el vestido. O al menos eso intentaba. La cremallera era muy alta.

— ¿Te ayudó.? — Tyler se acercó y me abrazó, sus labios quedaron muy cerca de los míos. Lo empuje ligeramente pero el sólo apretó el agarré.

— No gracias.

— ¿Hace cuánto tiempo que no tenemos intimidad.?

— Yo hace más de tres años. Tú no se.

— ¿Piensas que te soy infiel.? — Preguntó con una sonrisa descarada.

— Me eras infiel cuándo yo te daba mi cuerpo. Ahora que no te doy ni la hora, seguro tienes un harén de mujeres.

El sonrió, ahora con más seriedad.

— Tienes razón. Yo te soy infiel. Pero no deberías culparme. Cómo bien lo dijiste hace más de tres años que no me das ni la hora.

¿Tenías que decírmelo tan descaradamente.?Eres una basura en toda la extensión de la palabra. Nunca dejaras de serlo.

— Tú y yo no somos un matrimonio de verdad, puedes hacer lo que se te pegué la gana.

— ¿No estás celosa.?

— Porsupuesto que no. Estaría celosa si te amará, pero yo dejé de hacer eso hace mucho, ¡mucho! tiempo. Ahora sí no te importa me gustaría dormir. — Otra vez intenté quitarmelo.

— ¿Y si dormimos juntos hoy.?

— No gracias. Vete con una de tus amantes.

— Amor llevas tres años en abstinencia. ¿No tienes ganas de follar un poco.? — Me dió un beso en el cuello.

— Si tengo. — El sonrió. — Pero no contigo. — Le dí un golpe en la entrepierna.

— Ni se te ocurra serme infiel. Si lo haces me divorciare de ti. Y no dejaré que veas más a la niña.

— Tú me ves la cara con quién se te pega la gana ¿y yo no puedo.?

— Pensé que no estabas celosa.

— No lo estoy. Sabes la parte del divorcio no me desagrada. — Reí. — Pero puedes estar tranquilo. No tengo interés en perder a mi hija.

El sonrió con satisfacción.

— Deberías dejar de lado tú orgullo. Tal vez seríamos felices si lo hicieras. — Si tal vez, una felicidad cómo la que tenía antes. No gracias.

— Prefiero ser infeliz a vivir en una burbuja de felicidad. — Le dije al oído. — Ahora lárgate. Y quítate esa costumbre de entrar a mi habitación sin mi permiso.

— No prometo nada. — Salió y me tire en la cama. ¿Porqué tengo que seguir amando a un hombre que no lo merece.?

Estoy mal de la cabeza.