A veces, el amor llega justo cuando uno ha dejado de esperarlo.
Después de una historia marcada por el engaño y la humillación, Ángela ha aprendido a sobrevivir entre silencios y rutinas. En el elegante hotel donde trabaja, todo parece tener un orden perfecto… hasta que conoce a David Silva, un futbolista reconocido que esconde tras su sonrisa el vacío de una vida que perdió sentido.
Ella busca olvidar.
Él intenta no rendirse.
Y en medio del ruido del mundo, descubren un espacio solo suyo, donde el tiempo se detiene y los corazones se atreven a sentir otra vez.
Pero no todos los amores son bienvenidos.
Entre la diferencia de edades, los juicios y los secretos, su historia se convierte en un susurro prohibido que amenaza con romperles el alma.
Porque hay amores que nacen donde no deberían…
NovelToon tiene autorización de Angela Cardona para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
ES UN AVANCE...
Después de aquella pequeña cita, cada uno retomó su camino con la mente llena de pensamientos y emociones cruzadas.
David se dirigió al hotel para cambiarse y prepararse para el entrenamiento, mientras que Ángela emprendía su trayecto a casa con una mezcla de cansancio y dulces recuerdos flotando en su mente.
Durante el camino, el autobús avanzaba lentamente entre el tráfico de la mañana, y Ángela, mirando por la ventana, repasaba cada detalle del desayuno, cada palabra, cada mirada. Aún podía percibir el aroma del café, la sonrisa de David y ese instante en que él le pidió su número con esa mezcla de timidez y encanto que pocas veces se ven en alguien tan conocido.
De pronto, su celular vibró. Un mensaje de un número desconocido apareció en pantalla.
Ella no necesitó abrirlo para saber de quién se trataba.
Su corazón se aceleró, y una sonrisa nerviosa se dibujó en su rostro.
Respiró profundo y, con cierta ansiedad, deslizó el dedo para leerlo.
“Gracias por aceptar mi invitación y por tu compañía. Me sentí muy a gusto contigo, fue un momento muy bonito. Espero que no sea la última invitación que aceptes. Avísame cuando llegues a casa, por favor, así quedo tranquilo, ya que no me permitiste llevarte.”
Ángela soltó un pequeño suspiro.
Sintió una mezcla de ternura y sorpresa; no esperaba que él escribiera tan rápido.
Su corazón, aunque había jurado mantenerse al margen, latía con una emoción que no podía negar.
Durante unos segundos dudó qué responder. No quería mostrarse demasiado interesada, pero tampoco ser indiferente.
Finalmente escribió con calma:
“Gracias a ti por la invitación. Yo también me sentí muy bien, muchas gracias. Y vale, te aviso cuando llegue, no te preocupes.”
David, que en ese momento ya estaba de regreso en su habitación cambiándose la ropa para el entrenamiento, sintió una oleada de alegría al ver el mensaje entrar.
Leyó y volvió a leer sus palabras, como si temiera que desaparecieran.
Sonrió. Era un avance, pequeño, pero sincero.
Le respondió enseguida:
“Estaré pendiente de tu mensaje.”
Ángela leyó y respondió con un simple “ok”, tratando de mantener la calma.
Aun así, su corazón seguía acelerado.
Pasó el tiempo, y mientras el sol se alzaba en lo alto, David ya estaba listo para salir. Se colocó su uniforme, se echó un poco de perfume y tomó su bolso. Antes de dejar el hotel, revisó el celular una vez más: ningún mensaje nuevo.
Durante el trayecto hacia el campo de entrenamiento, no dejaba de mirar la pantalla esperando el aviso de que Ángela había llegado bien.
Mientras tanto, Ángela entraba a su casa. El olor familiar del almuerzo y la voz suave de su madre la recibieron.
—¿Cómo te fue, hija? —preguntó Dalila con su tono siempre cariñoso.
—Bien, mamá, cansada, pero todo estuvo tranquilo —respondió Ángela mientras se quitaba los zapatos.
En ese instante, su celular vibró nuevamente. Era el mensaje que David había enviado hacía unos minutos:
“Me alegra que hayas llegado bien, quedo más tranquilo... ok hermosa, descansa.”
Ángela lo miró unos segundos.
La palabra “hermosa” la descolocó.
No sabía cómo responder sin parecer confundida o fría.
Así que, simplemente, decidió no abrir el mensaje. Lo dejó en espera, como quien guarda un secreto que no sabe si debe tocar.
Mientras tanto, David llegaba al entrenamiento. El sol golpeaba fuerte, y la energía del equipo se sentía en el ambiente.
El técnico reunió a todos antes de comenzar y, con voz firme, dijo:
—Muchachos, este domingo no hay margen de error. Este partido es la oportunidad de darle a nuestra gente lo que tanto espera. No podemos fallar.
David escuchaba atento, pero su mente divagaba entre los recuerdos del desayuno, la sonrisa de Ángela y el silencio que seguía sin romperse en su celular.
Después del entrenamiento, Andrés, su compañero y amigo, se le acercó mientras caminaban hacia el comedor.
—Hermano, te veo distinto —le dijo con una sonrisa—. Más tranquilo, más... no sé, contento.
David soltó una risa leve.
—El tiempo cura muchas cosas, Andrés. Creo que ya estoy en ese proceso —contestó mirando su celular, esperando inútilmente una notificación nueva.
Andrés lo miró con complicidad y, entre bromas, le dio un pequeño golpe en el hombro antes de seguir caminando.
A esa misma hora, Ángela despertaba después de un breve descanso. Había logrado dormir apenas un par de horas al lado de su hijo, que todavía reposaba con una leve fiebre.
Lo observó con ternura, le acarició el cabello y le tomó la temperatura. Luego se levantó en silencio, preparó su medicamento y volvió a su rutina: organizar la casa, alistar la ropa de Dana para el colegio, preparar la cena.
El día avanzó sin pausa. Entre una tarea y otra, el cansancio se hizo presente, y solo al caer la tarde, cuando ya se alistaba para ir al trabajo, recordó el mensaje que no había abierto.
Tomó el celular, lo miró unos segundos… y suspiró.
Decidió dejarlo así. No porque no quisiera responder, sino porque aún no sabía cómo manejar lo que empezaba a sentir.
Sin darse cuenta, el reloj marcó la hora de su turno.
Se despidió de su madre, besó a sus hijos y salió hacia el hotel, mientras en otra parte de la ciudad, David revisaba su celular una vez más, esperando, tal vez, una respuesta que aún no llegaba.
Ella intentando convencerse de que todo debía quedarse en una simple amistad.
Él, decidido a esperar lo que fuera necesario con tal de no perder esa conexión tan genuina.
Su apoyo me motiva muchísimo a seguir escribiendo y avanzando con esta historia. ¡Gracias de corazón por acompañarme en este camino! ✨