Mico brilla bajo las luces de los escenarios, Tina vive entre raíces sencillas y reale. Sus mundos nunca debieron haberse cruzado, pero lo hicieron; entre secretos y la presión de la fama, tendrán que decidir si lo que sienten vale el riesgo de perderlo todo.
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capitulo 15: Felicidad efímera
Los días en la playa transcurrieron como un suspiro de libertad.
Mico y Tina se despertaban con el sol entrando por la ventana de la pequeña casa que habían alquilado, disfrutando de la tranquilidad, la arena y la brisa marina. Por primera vez en semanas, sus corazones no estaban cargados de rumores, cámaras ni expectativas. Solo existían ellas dos, y la sensación de estar juntas era suficiente para hacer que todo lo demás desapareciera.
—Nunca había sentido algo así —murmuró Tina mientras desayunaban juntas, sus manos entrelazadas sobre la mesa— Esto se siente, perfecto.
Mico sonrió, acercándose para rozar suavemente sus labios con los de Tina en un beso breve, cargado de ternura y deseo.
—Perfecto y peligroso —dijo, con la voz baja— Porque tarde o temprano, el mundo nos alcanzará.
Tina asintió, consciente de la verdad de esas palabras, pero no quiso pensar en el futuro ahora. Solo quería disfrutar del presente, de la cercanía de Mico, del calor de sus caricias y del sonido del mar que las rodeaba.
Durante el día, caminaron por la orilla, jugaron entre las olas y se tumbaron en la arena, observando el cielo mientras compartían secretos, risas y gestos cómplices. Cada roce accidental de sus cuerpos, cada mano rozando la otra, cada sonrisa silenciosa aumentaba la tensión que llevaban acumulada desde que habían comenzado a acercarse.
Al atardecer, la cabaña se volvió un refugio de intimidad. Mico preparó una manta sobre la arena, y se tumbaron juntas, abrazadas. La cercanía física era inevitable: las piernas se entrelazaban, los cuerpos rozaban suavemente, y cada suspiro compartido acercaba sus labios más de lo habitual.
—Te quiero —susurró Tina, apoyando la cabeza en el pecho de Mico mientras sus manos exploraban suavemente la espalda de la otra—. No quiero que esto termine.
—Yo tampoco —respondió Mico, rodeando su cintura y acercándola más— Quiero que lo sintamos todo, sin miedo, sin pensar en nadie más.
La tensión que ambas habían contenido durante semanas comenzó a transformarse en una intimidad más intensa. Sus cuerpos se acercaron aún más, acariciándose con suavidad, explorando, sintiendo la respiración de la otra mezclarse con la suya. Cada roce era un lenguaje silencioso de deseo, confianza y amor.
Se acercaron hasta que sus labios se encontraron en un beso largo y profundo, cargado de emoción y pasión contenida. La mano de Mico bajó por la espalda de Tina, acercándola a ella con ternura y urgencia a la vez. Tina respondió con la misma intensidad, abrazando a Mico, sintiendo cómo su calor y cercanía la envolvían por completo.
Aunque la pasión era evidente, ninguna cruzó límites explícitos; todo se mantenía en la tensión, en el roce, en la intimidad silenciosa que hablaba más que cualquier palabra. La escena estaba llena de deseo, de conexión, de un amor que se sentía tan real como frágil al mismo tiempo.
Después de un rato, se separaron ligeramente, apoyando sus frentes una contra la otra, respirando juntas.
—Esto es perfecto —dijo Mico, con voz temblorosa— Pero me recuerda que no podemos quedarnos aquí para siempre.
Tina suspiró, con un calor en el pecho que mezclaba felicidad y tristeza anticipada.
—Lo sé —se quejo Tina.— Pero quiero recordar cada segundo, cada roce, cada beso. Esto es nuestro momento, y nadie puede arrebatárnoslo.
La noche cayó, y el cielo estrellado cubrió la playa. Se tumbaron nuevamente sobre la manta, abrazadas, disfrutando de la sensación de seguridad y pasión compartida. Mico pasó un brazo por encima de Tina, rodeándola y acercándola a su pecho. Sus cuerpos se ajustaban perfectamente, y cada pequeño roce despertaba deseos y emociones intensas.
—Nunca había estado tan cerca de alguien —murmuró Tina, acariciando la mejilla de Mico—. Siento que te conozco de siempre.
—Yo siento lo mismo —dijo Mico, con la voz suave— cuanto más te conozco, más quiero que esto dure, más quiero que seas solo mía.
El contacto se volvió más íntimo, pero ambas mantenían la delicadeza de no cruzar ciertos límites, disfrutando del juego de caricias y susurros, del calor de la piel, del roce de labios y manos. Era un juego sensual, lleno de ternura y deseo, un espacio donde podían explorar su conexión sin miedo ni prisa.
—No quiero pensar en el mañana —susurró Tina contra los labios de Mico—Solo en ti, solo en nosotras.
—Solo en nosotras —repitió Mico, abrazándola con más fuerza— Este momento es nuestro.
Las horas pasaron entre risas suaves, susurros y caricias compartidas, construyendo un recuerdo que ambas sabían sería inolvidable. La felicidad era efímera, consciente de que tarde o temprano el mundo las alcanzaría, pero por ahora, no importaba nada más que la cercanía de la otra, el calor de su cuerpo y la certeza de que se amaban, aunque el miedo y la presión fueran un enemigo invisible.
Antes de dormir, se abrazaron bajo las mantas, sintiendo cómo el calor de la otra las envolvía. La intimidad no era solo física, sino emocional: la confianza, los secretos compartidos y la pasión contenida hacían que cada segundo fuera intenso, intenso y delicado a la vez.
—Prometamos algo —dijo Mico, con los ojos brillantes por la emoción— Que vamos a disfrutar cada momento, sin importar lo que venga después.
—Prometido —susurró Tina, cerrando los ojos y apoyando la cabeza en su pecho— Este momento será nuestro por siempre. sin importar que pasara después.
Bajo el cielo estrellado, abrazadas y sintiendo la respiración de la otra, ambas comprendieron que su relación había alcanzado un nivel de intimidad, pasión y confianza que no se podía romper fácilmente. La felicidad era efímera, sí, pero mientras durara, sería perfecta.