Mafiosa Obsesión

POV DIEGO

Desperté con el primer rayo de luz filtrándose por la ventana, y ahí estaba Ruby, dormida a mi lado. Me senté en la cama, observándola por un momento. Era hermosa, demasiado, pero eso no importaba. Había sido solo una noche, y eso era lo que debía ser.

Al menos por ahora.

Suspiré, frustrado, y llevé una mano a mi cara. No podía permitir que esto me afectara. Me levanté y me dirigí al baño sin mirarla de nuevo. La noche había sido intensa, pero eso no cambiaba lo que era: una mujer mas. En mi mundo, el amor era una debilidad, y yo no podía permitirme ser débil.

Mientras me alistaba, cada movimiento era mecánico. Me vestí con rapidez, ajustando la camisa y revisando mi apariencia en el espejo. Tenía un viaje que hacer y asuntos que atender. No había tiempo para sentimentalismos.

Bajé las escaleras y salí de la casa. El aire fresco de la mañana me golpeó la cara, y me subí al auto donde Dara ya me esperaba. Su expresión neutral me decía que había notado mi mal humor.

—Vámonos— le dije con un tono frío, sin espacio para más palabras.

Dara me miró por el retrovisor, pero no dijo nada. Sabía que lo mejor era mantener la boca cerrada. La carretera se extendía ante nosotros, y mientras avanzábamos, traté de apartar la imagen de Ruby de mi mente. Era un error, y los errores no tenían cabida en mi vida.

El amor era una trampa, y yo estaba decidido a no caer en ella. No había lugar para eso en mi mundo.

El motor del auto rugió con fuerza mientras avanzábamos por la carretera hacia el aeropuerto privado. La mañana fría y gris no lograba enfriar el fuego que ardía dentro de mí, pero sabía que no podía permitirme distracciones. Ahora tenía asuntos importantes que atender.

El hangar estaba casi vacío a esa hora, salvo por el jet privado que esperaba, impaciente, listo para despegar. Dara abrió la puerta y me dejó entrar sin decir palabra. Subí rápido, sin mirar atrás. Me acomodé en el asiento de cuero negro, encendí un cigarro y observé cómo el piloto terminaba los preparativos para el despegue.

—Listo para volar, jefe— dijo Dara, sentándose a mi lado con la misma seriedad de siempre.

Asentí sin hablar. El jet arrancó con un rugido poderoso, y pronto estábamos surcando los cielos rumbo a Rusia. Mi mente no descansaba; tenía que asegurar que la ruta de la mercancía estuviera limpia, segura. No podía permitirme errores.

Al aterrizar en un aeropuerto privado cerca de Moscú, el ambiente cambió. El frío cortante del invierno ruso golpeó mi rostro, pero no me importó. En la pista nos esperaban tres figuras imponentes, los rusos encargados de la operación. Tres hombres que representaban el poder y la brutalidad que dominaban esa zona.

El primero era Víctor, un tipo grande, con cicatrices que contaban historias de violencia y supervivencia. Sus ojos fríos como el hielo y su sonrisa torcida dejaban claro que no era alguien con quien quisieras meterte.

A su lado estaba Sergei, más joven pero igual de peligroso. Su mirada calculadora y su postura desafiante indicaban que estaba listo para cualquier cosa. Y finalmente, Mikhail, el más silencioso, el hombre que movía los hilos detrás de escena. Nadie sabía mucho de él, pero todos respetaban su nombre.

—Diego—s aludó Viktor con voz grave, extendiendo la mano. —Nos alegra tenerte aquí—

No respondí con palabras, solo apreté su mano con firmeza. No necesitaba cortesías ni palabras vacías. El negocio era lo que importaba.

Nos dirigimos a una sala privada dentro de un edificio cercano, un lugar oscuro, con paredes de madera y una mesa larga de metal en el centro. Sobre ella, un mapa detallado de las rutas de transporte, puntos de control y posibles amenazas.

Viktor abrió el mapa, señalando con un dedo grueso.

—Esta es la ruta principal— dijo. —Normalmente, los controles son mínimos, pero últimamente ha habido movimientos sospechosos. Tenemos que asegurarnos de que nada interfiera con el paso de tu mercancía—

Sergei intervino, mostrando un dispositivo con imágenes en vivo de drones y cámaras instaladas a lo largo del camino.

—Hemos reforzado la vigilancia aquí y aquí— dijo, marcando dos puntos estratégicos. —Cualquier anomalía será reportada de inmediato.

Mikhail, que hasta ese momento había permanecido en silencio, finalmente habló con una voz baja pero firme.

—También hemos enviado hombres a infiltrarse en los grupos que podrían intentar bloquear la ruta. No habrá problemas si dejamos que la mercancía pase—

Observé el mapa y la información con atención, analizando cada detalle. No podía permitirme fallos; una sola equivocación y todo se vendría abajo. Mi imperio dependía de que esta operación fuera perfecta.

—Quiero informes diarios— ordené. —Si algo cambia, quiero saberlo antes de que sea un problema—

Viktor asintió, mostrando respeto pero también una clara advertencia: la operación era peligrosa, y las consecuencias podrían ser mortales.

—Entendido, Diego. Nada se moverá sin que lo sepamos—

La reunión continuó con detalles técnicos, números, horarios y protocolos de seguridad. Cada uno de los hombres aportaba su experiencia, y yo absorbía todo, calculando cada riesgo.

Cuando terminó, me levanté y miré a los tres hombres a los ojos.

—Esto no es un juego. Quiero eficiencia, discreción y resultados. No toleraré fallas—

Las miradas que recibí eran de compromiso, pero también de un recordatorio silencioso: en este mundo, la traición y la violencia estaban a la vuelta de la esquina.

Volvimos al jet, la atmósfera estaba tensa pero con un objetivo claro. Mientras el avión despegaba de nuevo, me recosté en el asiento y apagué el cigarro con la palma de la mano. La noche en la que me había permitido ser alguien diferente ya quedaba atrás. Ahora era tiempo de ser el frío y calculador Diego que todos conocían.

Dara me miró por el rabillo del ojo, sabiendo que estaba en modo trabajo. No preguntó nada, porque sabía que no había espacio para distracciones.

Mientras el paisaje ruso desaparecía bajo las nubes, pensé en la mercancía, en la ruta, en los hombres que confiaban en mí para liderar esta operación. No podía fallar. No esta vez.

La vida de un mafioso era así: sin emociones, sin debilidades. Solo poder, control y supervivencia. Y yo estaba listo para enfrentar lo que viniera, sin importar el costo.